—Ya le he dicho que esta decisión no se basa en la impulsividad. Me considero un hombre de cabeza fría. Suelo meditar acerca de mis determinaciones y vea bien que no me estoy precipitando. Entienda que, en mi trabajo, actuar así, sería del todo ruinoso. —Desde luego. Aunque tenga una […]

—Pues me alegro por usted, Monsieur. Ahora entiendo el excepcional volumen de sus propinas el día que estuvo aquí —explicó la Madame con una sonrisa irónica en su boca—. Ya veo con quién estoy tratando. Ja, ja, ni que estuviésemos en trabajos parecidos. —Uy, uy, creo que no, Madame —contentó […]

—¡Caramba, qué hombre tan franco! —comentó la Madame con una ligera sonrisa entre sus labios—. Ya veo que tiene usted clara la cuestión. Bien, eso me gusta. Denota que es una persona natural y de tendencias decididas. Pues le escucho con toda mi atención, don Armando. —Madame Giselle, he venido […]

—Venga ya, chica, no me digas que me vas a traer a mi propio despacho a alguien de la brigada policial. ¡Lo que faltaba! Pero… ¡qué obsesión tienen estos españoles con los gabachos! Ni que les fuésemos a invadir. Maldita sea, ¿otra vez tendré que llamar al comisario? —Ah, no, […]

—Te daré un consejo porque me caes bien, Jessica. En este negocio, ponte siempre en lo peor. Si luego la noticia no es tan mala, entonces tendrás tiempo de disfrutarla. Todo depende de dónde sitúes el listón. Si es demasiado alto, el sufrimiento es seguro. Sé realista y fuerte. —Tomo […]

—Le aseguro, Madame, que al otro lado había un hombre. Su tono de voz era inconfundible. Fui incapaz de descifrar el mensaje. Tampoco conocía su identidad. Ella se mostraba como muy ilusionada con lo que escuchaba en el aparato. Bajaba y subía ligeramente su entonación como para despistar la atención […]

Tras unos interesantes segundos de hacer cálculos en el papel, el empresario tomó de nuevo la palabra: —Caramba, es sorprendente. Con estos datos en la mano, tendría que desembolsar por ti unas seiscientas mil pesetas. Chica, eres un auténtico tesoro de valor incalculable. —Y creo que te has quedado corto. […]

—Yo no me sorprendo de nada porque sé de lo que estamos tratando. Sé además que lo que te molesta no es el precio que vas a pagar por mí sino el mismo hecho de tener que negociar por vivir conmigo y sacarme de aquel tugurio de lujuria y corrupción. […]

—Gracias de nuevo, Armando. Por favor, déjame pensar con la cabeza fría. Veamos, a pesar de tu amable ofrecimiento, yo no puedo llegar a «Le Paradis» esta noche y de repente, soltarle a Giselle que ya no cuente más conmigo. En el mundo de la prostitución, las cosas no son […]

—¿Eh? ¿Cómo? —intervino una ojiplática Eva ante la propuesta del hombre—. Vaya, ahora entiendo esa expresión de seriedad en tu rostro. Bien, compruebo que has apostado fuerte en este juego. Parece como una lucha entre las emociones y la razón, a ver quién de las dos gana un reñido pulso. […]