ESQUIZOFRENIA (57) Un loco peligroso

—Desde luego, señor. Sentarme en mi zafu y ponerme a meditar me relaja y me aligera la opresión de Nicasio. Yo comprendo que hablar con la gente de este tema puede resultar pesado o indiferente, pero si alguien me pide mi opinión ¿por qué no iba a manifestarla?

—Te pregunto: ¿cómo reaccionaban los demás cuando tú les soltabas tus discursos budistas sobre la transitoriedad de las cosas?

—Doctor, había de todo. A los especialistas de la salud mental les gustaba y a los celadores, también.

—¿De veras? ¿Y eso?

—Es fácil. Mientras que yo seguía con estas ideas y con mi discurso, reducía mi conflictividad y les ocasionaba menos problemas ¿Lo entiende ahora?

—Sí. ¿Y qué ocurría con los otros pacientes que se encontraban en el hospital contigo?

—Estos no me aguantaban tanto. Por eso están chiflados, claro. Ja, ja, ja… Mire, una vez me ocurrió algo preocupante. Había un esquizofrénico en la sala que coincidía conmigo y después de escucharme, tuvo una reacción sorprendente. Es de esos enfermos que se pueden pasar horas y horas en cuclillas, como ido de la realidad. Perdone, pero yo vi a ese hombre alguna vez mearse y cagarse en los pantalones. El muy bestia, cuando me oyó hablar sobre la raíz del sufrimiento se dirigió con una calculada lentitud hacia mí. Pensé que me iba a abrazar por mi brillante discurso, pero, por sorpresa, el muy desgraciado me dio un puñetazo en la mandíbula que me tiró al suelo. Oiga, tuve tal mareo que casi pierdo el conocimiento. Rápidamente, los celadores le rodearon y mientras que le colocaban la camisa de fuerza me gritó: «cállate, puto loco, me estás molestando». Fue increíble y humillante; un tío que estaba más chalado que una cabra me mandaba callar, precisamente por hablarle del origen del sufrimiento humano. ¿Se lo puede creer? ¡El mundo al revés y las contradicciones de la psiquiatría al descubierto!

—Vaya susto que te llevarías, Martín.

—Pues claro. Yo me decía: «maldita ignorancia, cuánto sufrimiento causas». Fue de locura; ese estúpido, cuando yo creía que venía a pedirme más información resulta que se le cruzaron los cables y me atacó como un animal rabioso. Resultó todo un atropello a la sabiduría, a la cultura, la victoria de la violencia sobre el conocimiento. En fin, que Dios le compadezca. Nos separaron y ya nunca más volví a verle.

—Si le hubieses encontrado luego, ¿le habrías devuelto la agresión?

—En absoluto. Tras conocer el budismo, me convertí en pacifista. Eso no implica que yo fuese violento antes, sino simplemente que descubrí que con la fuerza no se arreglan los problemas. Es sabido que muchos monjes budistas se han prendido fuego vertiéndose gasolina sobre sus cuerpos para protestar contra decisiones políticas. Se lo juro, si me hubiese cruzado de nuevo con ese pobre loco le habría tratado de convencer, pero nunca devolverle la agresión. Habría utilizado las palabras, no los puños. Si me mira a los ojos, sabrá que le estoy diciendo la verdad.

—De acuerdo, Martín. Me ha gustado tu intervención. Bien, sobre lo que has contado antes… dime, por favor, cómo una persona podría acabar con su sufrimiento.

—Interesante pregunta, Sergio. Me estás empezando a caer bien ¿sabes?

—Ah, pues mejor. Claro, qué tonto soy. Me has llamado de tú y por mi nombre, casi de repente. Eso significa que tu confianza en mí ha crecido. ¿Me equivoco?

—Así es, amigo psicólogo.

—Espero que no me dejes con el ansia por conocer. Has abierto las puertas a mi curiosidad y quiero que me satisfagas aportándome una buena respuesta.

—Sí, esa es mi intención. Aun así, te aviso. El «óctuple sendero» es algo mucho más largo de explicar. Es tan complejo que, si te parece bien, podríamos hablar de ello más adelante.

—Bien, lo dejo a tu criterio. No puedo obligarte a conversar sobre un tema que tú prefieres dejar para otra fecha.

—El pensamiento es libre. Por adelantar la cuestión, solo te puedo decir que hablamos de ocho cosas que conviene hacer para liberarte de esa cadena que origina el sufrimiento.

—Muy bien. Cambiando de materia, no puedo olvidarme de esa influencia tan grande que ejerce el tal Nicasio sobre ti. ¿Qué? ¿Sin rastro de él?

—Por ahora y desde mi ingreso aquí, sin rastro de él. No obstante, me permitirás que me muestre prudente.

—La prudencia es siempre bienvenida.

—Ya te lo he dicho: no me fío ni un pelo de ese desgraciado. En cualquier momento puede aparecer como pájaro de mal agüero, anunciando malas noticias.

—Te refieres a malas noticias por el agobio que ejerce sobre ti.

—Qué perspicaz eres, psicólogo. Parece que empiezas a situarte en mi perspectiva. Felicidades, hombre. Te han hecho falta unas cuentas sesiones para tomar conciencia de ello.

—Ya te avisé que hay determinados síntomas con los que hay que armarse de paciencia. De veras, es la clave con cualquier proceso terapéutico.

—Contigo experimento cierto alivio, porque al menos, me permites hablar y desahogarme. Con otros profesionales, eso era tarea imposible. No había más diagnóstico que esa expresión tan odiosa como repetitiva: «está loco, se acabó». Y otros no tenían ni una pizca de paciencia con mi caso. Estableciendo una comparación apropiada con tus compañeros, por ahora me agradas. Tú ganas.

…continuará…

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ESQUIZOFRENIA (58) Un nuevo papel

Sáb Ago 17 , 2024
—Bueno, me siento bien, lo admito. Estamos en el camino de la mutua confianza, esencial en cualquier proceso terapéutico. —Di que sí, psicólogo. Transcurrió algo así como un minuto, tiempo en el que Sergio estuvo revisando unos apuntes mientras que anotaba algunas cosas en una página en blanco. —¿Me puedo […]

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