ESQUIZOFRENIA (22) Proposición de vida

—¿Eh? ¿Cómo? —intervino una ojiplática Eva ante la propuesta del hombre—. Vaya, ahora entiendo esa expresión de seriedad en tu rostro. Bien, compruebo que has apostado fuerte en este juego. Parece como una lucha entre las emociones y la razón, a ver quién de las dos gana un reñido pulso. Voy a pensar una respuesta acorde a tu demanda y ahora, soy yo la que te voy a preguntar algo.

—Sí, por favor. Tengo ansiedad por oír lo que me vas a decir.

—Creo que ya conoces dónde vivo. ¿Sabes? Existe una planta que ocupamos en la que todas dormimos, comemos o nos aseamos, incluso hablamos entre nosotras. Aunque cada una de las chicas tenga su propia habitación, es cierto que contamos con un comedor común donde habitualmente coincidimos. Son cosas de la organización muy útiles, como sucede con cualquier grupo de personas que se junta para lo que sea. Teniendo en cuenta que alguien cocina y que se nos cobra una cantidad por el cuarto individual, pues te puedes imaginar lo que nos queda a final de mes. En mi caso, digamos que soy de las «privilegiadas», porque recibo más propinas de media que el resto. Según la Madame, eso se debe a que le doy muy bien a la lengua y no estoy hablando de sexo, sino de conversaciones con los clientes. Gracias a ello me alimento todos los días y de vez en cuando, me puedo permitir algún lujo como comprarme una prenda de ropa, un par de zapatos o con suerte, una novela nueva para devorarla en pocos días. Esa es mi vida, cariño. Y digo yo, Armando; si renunciase a mi trabajo… ¿cómo diablos me ganaría yo la vida?

—Era justo lo que esperaba oír de tu boca. Pues de eso se trata. La petición que te hice antes tiene su justificación. No te he dicho lo de antes como el que realiza un brindis al sol. ¿Por qué crees que te he pedido que abandones ese local y esa labor?

—Dímelo tú, cariño, que te veo muy lanzado.

—Pues está claro. Porque soy un hombre cabal y deseo cambiar de vida. Te lo digo con el corazón en la mano y eres libre de creerme o no: vente a vivir conmigo, a ese ático que tanto te ha cautivado, para que te acostumbres a observar Madrid desde las alturas y no siempre desde abajo. Además, mi propuesta es de carácter urgente. Quiero que recojas tus cosas cuanto antes y que ocupes mi casa desde este momento. ¿Para qué esperar más si lo tenemos claro?

—Pero, pero… —acertó a pronunciar la chica entre titubeos y muy nerviosa—. ¿Tú sabes lo que estás diciendo?

—Eva, no he bebido tanto y soy consciente perfectamente de cuanto digo. No te van a faltar recursos para comer, vestir y salir, para darte tus caprichos y caminar por la calle erguida y con toda tu dignidad. Nunca más serás una puta a disposición de un cliente que se quiera acostar contigo y nunca más tendrás que aguantar a una jefa tiránica que solo pretende saquear tu juventud y exprimirte como a una naranja. Piénsalo con calma: mi oferta es tentadora. Soy un hombre de negocios, ya lo sabes, pero no estoy refiriéndome a cerrar una operación financiera. ¡Dios me libre! Estoy hablando de acordar los términos de una convivencia común contigo, con una mujer que me encandiló en cuanto la conocí, tanto que, aun siendo una prostituta, ni siquiera me atreví a ponerle una mano encima, solo besos y caricias de afecto. ¿Acaso no podemos compartir nuestras vivencias y lo que somos bajo un mismo techo?

—No puedo negar que tus palabras suenan a música celestial —admitió entre lágrimas la emocionada joven.

—¿Ves? ¿A qué no es tan difícil considerar mi proposición?

—No, no lo es. Sin embargo, me gustaría aclarar una cosa. En apariencia, lo que tú me ofreces resulta ideal, un sueño para la princesa que lleva por dentro cada mujer y que, finalmente, se hace realidad sin necesidad de trucos de magia. Yo me conozco, Armando, por muy joven que sea. Y me conozco porque he pensado mucho en mí, porque mi corta existencia ha sido tan dura que me he visto obligada a sobrevivir. Y eso, hace fuerte a las personas, porque mi crónica no ha sido un cuento de hadas.

—Desde luego. Pero… ¿a dónde quieres llegar?

—Yo solo podría disfrutar de todo cuanto me has ofrecido si te sigo queriendo. Claro que me gustaría salir de ese «campo de concentración» y recobrar la libertad que cualquier ser humano merece. No deseo comparar, pero supongo que cuando inauguraste tu primera tienda con éxito debiste sentirte el hombre más dichoso del mundo. Haz memoria y trata de recordar tu situación en aquel instante y luego, mira cómo estás ahora.

—No te entiendo bien, Eva. Creo que tu mente se está distrayendo para no pensar en lo que te he pedido con toda mi sinceridad. Yo soy el mismo hombre que hace años empezó a luchar por aquello en lo que creía. A día de hoy, conservo esa ambición, la de ir mejorando y ampliando mis objetivos laborales. Ya tengo un nombre en el mercado de ventas, pero no me conformo. Quiero más, porque está en mi naturaleza. No soy conformista, me gustan los riesgos, porque el que no arriesga, no gana. La vida se ha encargado de demostrármelo. Atención, no me refiero solo a mi posición social o al aumento de mi cuenta corriente. Por favor, piensa en los puestos de trabajo que he creado, en las familias de esos trabajadores a los que pago cada mes. Para ellos también sus vidas han cambiado para mejor. Mi reputación de buen empresario está ahí y eso atrae más dinero, más ventas y más inversiones. Eva, no acabo de nacer. Por eso te necesito para completar mi proyecto como ser humano. La gente no necesita solo tener sus cuentas saneadas sino también sus necesidades afectivas cubiertas.

—Cómo me alegro de oír eso. Y tienes razón, quizá peque de fría y calculadora, pero es solo porque he debido navegar durante muchos años con el viento en contra. Y eso cansa y te hace negativa, desconfiada y triste. Lo entiendes, ¿verdad? No es que me quiera hacer la dura o la insensible contigo, es solo el producto de un pasado tormentoso que da forma a la persona, en este caso, a la prostituta que tienes delante de tus ojos.

—Eva, por favor, has ejercido de fulana, pero no eres una fulana. Perdona que insista en cambiar esa percepción distorsionada en la que te empeñas. Solo cuentas con veinte primaveras y tienes todo un porvenir por delante. Aléjate de todas tus pesadillas del ayer y decide seriamente luchar por un buen futuro. Sé que la vida te ha castigado, pero eso no es motivo suficiente para renunciar a un hermoso mañana. Tus ojos lo expresan y al mismo tiempo me dicen: «por favor, estoy harta, quiero cambiar el rumbo de mi nave. Sácame de este mar de oscuridad; ofréceme tu mano y caminemos juntos».

…continuará…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

ESQUIZOFRENIA (23) Todo tiene un precio

Mié Abr 10 , 2024
—Gracias de nuevo, Armando. Por favor, déjame pensar con la cabeza fría. Veamos, a pesar de tu amable ofrecimiento, yo no puedo llegar a «Le Paradis» esta noche y de repente, soltarle a Giselle que ya no cuente más conmigo. En el mundo de la prostitución, las cosas no son […]

Puede que te guste