ESQUIZOFRENIA (23) Todo tiene un precio

—Gracias de nuevo, Armando. Por favor, déjame pensar con la cabeza fría. Veamos, a pesar de tu amable ofrecimiento, yo no puedo llegar a «Le Paradis» esta noche y de repente, soltarle a Giselle que ya no cuente más conmigo. En el mundo de la prostitución, las cosas no son tan sencillas. Esa vieja zorra no se va a conformar con unas simples palabras de disculpa en las que yo le explique mis nuevas intenciones y mi proyecto contigo.

—Me estás hablando de un viejo pasado esclavista. Tú no eres un vulgar objeto que le perteneces.

—Ya, pero no se trata solo de eso. Hay más. Ella tiene sus contactos, gente poco recomendable que le cubre las espaldas en caso de dificultades. Te aseguro que es mejor no enfadarla, porque esos no se andan con tonterías. Me pueden dar una paliza de muerte o desfigurarme la cara para siempre o, poniéndose en lo peor, tú podrías ser la víctima de sus siniestros planes y al final, te verías afectado por la polémica. Por desgracia, la prostitución funciona así. Me quedaría más tranquila si respetas las «reglas».

—Entonces, si te quiero sacar de ese tugurio de mala muerte… ¿qué se supone que debo hacer?

—Imagina que llegas a una empresa y que, como nuevo ejecutivo, te ofrecen un contrato de lo más sustancioso. Y al poco, tú decides abandonar esa empresa por otro contrato más suculento. ¿Crees que tu antiguo jefe te va a dejar marchar sin exigirte una compensación a cambio? ¿Lo entiendes? Seré clara: yo soy una fuente de ingresos para Giselle. Puede que ella abuse de mis servicios, que me esté explotando. No lo pongo en duda. ¿Y qué? No va a renunciar, así como así, a una de sus chicas favoritas, aquella que le garantiza un dinero extra. Su propia supervivencia depende en definitiva de la suerte de sus trabajadoras.

—Pero supongo que no te va a denunciar a la Inspección de Trabajo por incumplimiento de contrato. Es como si una mujer no pudiera dejar de ser una fulana por el resto de sus días. No me digas que tendré que llamar a alguno de mis contactos en la Policía para que te saque de allí por las buenas.

—No, no es eso. Puede que conozcas algo ese mundo, pero solo como cliente. Hay que estar adentro para saber lo que realmente se mueve en todo este entramado donde cada uno juega sus cartas. Omites muchos detalles del negocio, sencillamente porque no te interesan. Armando, cariño, te lo voy a resumir para que lo comprendas bien: o «pagas» por mí, por liberarme de «Le Paradis» o tendrás serios problemas. Giselle, que es una taimada serpiente, no va a desistir de mí y mucho menos de los ingresos que yo le aporto por mi juventud, por mi belleza y por el don de la palabra que Dios me ha dado. Aunque no los veas, ella tiene a sus matones, hombres que harán lo que ella les pida a cambio de dinero. No tengas dudas: si la Madame observa que me va a perder, los llamará y estos acudirán a su reclamo. No solo hablo por mí, cariño, sino también por ti. No me gustaría encontrarte en la esquina de una calle de Madrid con tus costillas rotas. Sería imperdonable por mi parte y lo más seguro es que acabases en un hospital para recuperarte durante un tiempo de tus heridas. Esos tipejos están acostumbrados a apalear a quien sea con tal de cobrar por sus servicios. Ya sé que te estoy hablando de un mundo sórdido, cruel y salvaje, pero lamentablemente, funciona así. Prefiero no pensar en esa posibilidad porque me aterra.

—De acuerdo, es bueno saber la maldad que rodea al ambiente de la prostitución. Ahora, me gustaría saber qué puedo hacer para «liberarte» del compromiso con esa vieja zorra. Lo único que pretendo es que estés conmigo y eso va a resultar imposible si continúas trabajando en ese local.

—Mi amor, tendrás que realizar un gran sacrificio. Habrás de concertar una entrevista con la Madame, negociar con paciencia y aclarar los conceptos para que yo pueda salir de allí con todas las garantías. Todo se fundamenta en saber cuánto te pedirá ella para que tú me rescates. No será la primera vez que una puta paga un precio para irse o que alguien abona esa cantidad para llevársela. Una vez que sepas el dato, en otras palabras, lo que yo valgo, estarás en mejor disposición para negociar y contarás con una pequeña ventaja. Ya sé que esto parece una subasta repugnante porque estamos hablando de mí, de un ser humano que siente y padece, pero ojalá que fuese de otra manera. Armando, te lo juro: para ambos será mejor respetar las reglas no escritas del sector.

—Según lo que me comentas, lo primero es preguntarle a esa señora por tu precio. ¡Dios mío, ni que fuera a adquirir un objeto con el que me he encaprichado! Me asquea tanto tener que caer tan bajo… con lo que tú significas como mujer para mí. ¿Es que acaso tú tienes un precio?

—Por favor, no te escandalices por lo que te voy a decir, pero seguir mis consejos será lo mejor. Además, así podrás rebajar el coste total de la operación. Olvida por un momento quien soy, solo piensa en las cantidades que va a dejar de ganar Giselle con mi venta. Tendrás que compensarle, porque aquí nadie es tonto. Y ella no va a perder a una de sus mejores chicas si no cierra un trato contigo. Caramba, tú, por tu trabajo, debes ser un buen negociante y ya sabes que el que vende quiere obtener un buen precio por desprenderse de algo que es suyo y el que adquiere, también se obstina en pagar una cantidad que considere justa por aquello en lo que va a invertir. Siento ser tan fría, pero no quiero adornarte algo que es solo una «transacción comercial» por una chica que se ha ganado durante años la vida entregando su cuerpo, que no su alma.

—Lo que hay que oír, Eva…

—Todo está en tu cabeza y en aceptar esas reglas a las que antes me refería. Te daré un consejo: nunca aceptes la primera cantidad que ella te pida porque se tratará de una exageración, sin duda. En esa coyuntura demostrarás de verdad si estás hecho para los negocios. La clave estará en tantear su mirada, en aguantarle el pulso hasta que se sonría. La conozco bien, igual que mi madre también sabía de sus debilidades. En el instante en el que Giselle realice un gesto invisible de aprobación ya te darás cuenta de que va a negociar contigo. Ahí tendrás el camino despejado para rescatarme de sus terribles garras de águila vieja.

—Es un chantaje en toda regla, Eva; pero yo te aprecio. Será la primera vez que tenga que pagar por un ser humano. Maldita sea, no parece que estemos en pleno siglo XX sino en otra época mucho más oscura. Es como si acudiese a un mercado de esclavos a comprar mercancía humana. Qué triste, ¿verdad?

…continuará…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

ESQUIZOFRENIA (24) ¿Cuánto vales?

Sáb Abr 13 , 2024
—Yo no me sorprendo de nada porque sé de lo que estamos tratando. Sé además que lo que te molesta no es el precio que vas a pagar por mí sino el mismo hecho de tener que negociar por vivir conmigo y sacarme de aquel tugurio de lujuria y corrupción. […]

Puede que te guste