—Pues clatro que sí, amiga. Me acercaré por tu hogar. Además, por el tono de tu voz lo tengo bastante claro. ¿A qué se trata del bueno de Martín? Dios mío, ¡hasta se me ha acelerado el corazón!
—Desde luego que sí. Has acertado. ¿Ves? Tu intuición está funcionando muy bien. Sabía que te alegrarías por la noticia. Creo que ya hace un año que se nos fue.
—Pues sí, más o menos. ¡Qué emoción, Isabel!
—Ya sabes cómo funciona esto. Estamos hablando de un espíritu, de alguien que dejó aquí su envoltura de carne y que ahora, continúa con su vida, aunque de forma inmaterial. Rafael lo traerá a mi presencia y luego, Martín se incorporará a través de mí y podrás hablar con él directamente. Él se manifestará a través de mis cuerdas vocales.
—Dios mío, qué gran oportunidad, poder saber cómo le han ido las cosas, cómo se halla de ánimo, qué piensa de todo lo sucedido con su existencia.
—Bien, te veo con la moral alta y con muchas ganas de reencontrarte con alguien con quien desarrollaste un fuerte vínculo, más allá de una mera relación entre psicólogo y paciente. Estarás muy expectante por saber de su testimonio, por cómo le ha ido y qué planes tiene para su futuro más inmediato.
—Está claro que sí. Para mí, será una fecha importante, llena de emociones y de ansias de conocimiento.
—Para ti y para mí también. Yo tengo una inmensa curiosidad por saber de él. Es que nunca dejamos de aprender y este encuentro seguro que nos sirve de lección para conducir nuestras vidas, acorde a la información que Martín nos ofrezca.
—Sin duda. Pues nada, dime una hora del día y estaré en tu casa como una flecha.
A la jornada siguiente y a la hora convenida, un sonriente Sergio apareció por allí y llamó a la puerta de su antigua conocida a fin de compartir una experiencia más que conmovedora. Tras un cálido abrazo entre enfermera y psicólogo…
—Mira, amigo. Esto que vamos a hacer resulta sencillo, pero necesito que te atengas bien al procedimiento. ¿De acuerdo?
—Por supuesto; me atendré a lo que me indiques. Quiero colaborar para que la comunicación resulte la idónea.
—Rafael está aquí y estará pendiente de todo el proceso para que se desenvuelva bien. Con su ayuda y sus conocimientos, el intercambio será armonioso y clarificador. Martín precisará de sus aclaraciones y así, se sentirá apoyado para manifestarse. Ponte cómodamente en aquel sillón y yo me sentaré justo delante de ti, para que puedas verme bien y ser consciente de la comunicación. Él se acercará a mí y luego, se producirá nuestro intercambio de energías, lo que permitirá que su voz se incorpore a mis cuerdas vocales y como se suele decir, que él pueda hablar a través de mí. En otras palabras, yo seré su portavoz, su interlocutora. Es así como podrás conversar con tu buen amigo y hacerle las preguntas que quieras.
—Estoy ansioso por empezar —manifestó Sergio mientras que frotaba sus manos.
—Claro que sí. Despeja tus dudas. Te aseguro que cuanto él te diga será el fruto de su experiencia en el más allá, ese plano que para Martín es ahora mismo su auténtica realidad y donde habita. Piénsalo, algún día nos ocurrirá a nosotros, por lo que esto no es más que un anticipo de lo que nos espera. La vida es inmortal, pero nuestra estancia aquí es temporal y en ese sentido, posee fecha de caducidad. Bueno, ya lo sabes, porque tú y yo nos conocemos desde hace años. Me alegro enormemente de ser por un rato su «canal» de manifestación. No guardes temor, Sergio. No olvides que yo me estaré enterando de todo cuanto él te cuente, por lo que cuando termine el diálogo entre vosotros podremos hablar largo y tendido sobre lo que aquí se comente.
—No tengo la menor duda sobre lo que has dicho. Si tú estás preparada, yo también.
—Perfecto. Ahora, me sentaré, me pondré cómoda y haré unas cuantas respiraciones profundas para relajarme. Se trata de situarse en las mejores condiciones para favorecer su aproximación y que él me vea como el vehículo adecuado. Por supuesto, confío en ti y en tu profesionalidad; por eso te dejo la iniciativa de dirigir la conversación y de hacerle las preguntas que consideres oportunas.
Tras pasar como un minuto de preparación al encuentro, el tono familiar del timbre de Martín se dejó oír en aquella sala…
—Saludos desde mi corazón para ti, Sergio y para ti, Isabel. Gracias por regalarme esta oportunidad tan única de ponerme en contacto con vosotros, aspecto que también agradezco a Rafael. Sin su colaboración, esta reunión me habría resultado imposible. Es un gran regocijo estar aquí, acudir a este maravilloso encuentro, a esta reunión con mis amigos más especiales del plano terrenal que ya dejé atrás. Tú, psicólogo del más allá, te debo tanto que no hallo palabras para demostrarte mi gratitud y tú, mi amiga, que me prestas tus fluidos merced a tu generosidad para vivir este grato momento de serenidad y felicidad. Gracias por permitir que me pueda expresar libremente.
Transcurrieron unos segundos de silencio, unos momentos cruciales en los que Sergio no pudo evitar derramar sus primeras lágrimas al reconocer el timbre de su antiguo y tan querido paciente. Se recompuso y trató de centrarse en aquella sensible y delicada experiencia de la que participaba. Fue así como entendió que era el momento propicio para iniciar el diálogo, una más que cardinal conversación con aquel que había resultado su querido paciente durante meses y meses.
…continuará…