—Pues aún es pronto para decirlo —comentó la mujer—. La verdad es que dudo de que sus ataques se vayan a reanudar. Él, al notar por dentro ese odio hacia alguien que le destruyó sus proyectos, también sufría. No olvidemos que no es solo el que recibe la agresividad quien lo pasa mal, sino que el primero en experimentar esos efectos perniciosos es aquel que desea vengarse, pues esa inquina ya está instalada en su alma y eso le marca con fuego. Incluso yo me plantearía: ¿quién de los dos lo pasa peor? ¿Aquel que recibe los efectos del rencor o quien se ve consumido por el resentimiento? Os aseguro que Nicasio va a recibir ayuda por parte de los buenos espíritus y en concreto de Rafael, para que abandone ese empeño vengativo, se calme y pase a otra etapa de su peregrinaje por el mundo espiritual. Tampoco hay que descartar que tras un período de preparación retorne a la esfera física, para que su alma vuelva a la vida material encarnado en un nuevo cuerpo. Es de ley que la evolución ha de continuar su imparable trayecto y es justo en la dimensión física donde nos enfrentamos a las pruebas que medirán nuestro compromiso con el propio desarrollo. Amigos, lo demás corre de su parte. Es su libertad lo que cuenta. En breve, deberá adoptar nuevas decisiones pues solo avanza quien voluntariamente así lo pretende. Nadie es obligado a permanecer estancado en escenarios del pasado, sino que las fuerzas naturales de la evolución empujan a los seres a transformarse y a crecer, tales son las leyes que gobiernan el universo, aquí y allí, en este plano y en el otro. Y al respecto de Martín, espero pronto recibir noticias de vosotros. Hoy ha sido una jornada clave en todo este proceso de reconstrucción. Todos nos hemos implicado en su buena marcha, aunque solo él tiene la palabra final para actuar de un modo edificante. Mantengamos la esperanza.
Transcurrieron unas cuantas semanas. Debido a la mejoría significativa en la conducta de Martín, tras los efectos de lo acontecido en la visita de la enfermera Isabel a Los Girasoles, se implantó en el afectado una pauta de progresiva reducción de los medicamentos que tomaba. Parecía que esa etapa vital de años en tratamiento con antipsicóticos, ansiolíticos y antidepresivos iba quedando atrás, lo que alimentaba el optimismo sobre la situación del joven paciente.
Aquella tarde, Martín estaba en su habitación, recostado sobre la pared y leyendo el enésimo libro sobre la filosofía del budismo. De repente, una sombra pareció acercarse a él. El chico cerró sus ojos, como deseando que lo que presentía resultase un engaño de sus sentidos, un efecto más de una percepción equivocada, una vez que estaba abandonando el consumo de su antiguo lote de pastillas.
—¿Cómo estás, Martín? ¡Cuánto tiempo sin saber de ti!
—No, por favor, tú otra vez no. Te lo imploro: no me persigas —rogó el joven mientras que su pulso se aceleraba y se tapaba la cabeza de inmediato con la almohada—. Si quieres, te lo digo otra vez: te pido un perdón infinito. Ya casi me había olvidado de ti. Y ahora, sin esperarlo… apareces por mi habitación para torturarme. Tengo que respirar, aislar mi pensamiento del mundo, convencerme de que esto es una vulgar alucinación provocada por la reducción de los medicamentos. Por favor, tú ya no existes, Nicasio. Es una pesadilla, no, no, no… —negó Martín como intentando restarle veracidad al episodio que estaba viviendo.
Se hizo un terrible silencio en aquella estancia, una mudez que alguien rompería para aclarar la coyuntura, en un sentido o en otro. De pronto, cualquier duda quedó despejada.
—Pero hombre, tranquilízate. Menos mal que después de todo el tiempo que ha pasado, aún me reconoces. Es que han sido muchos años pegados a ti, como si fuese tu sombra. Anda, quítate la almohada de la cabeza y abre tus ojos. No seas tan ridículo. Si vieses la postura que tienes. Esa actitud de huida no te favorece, que pareces un cobarde que huye del mismísimo diablo. Y yo no soy tal. Venga, da la cara, que te daré buenas noticias para ambos.
—¿Para ambos? ¿A qué te refieres? —exclamó Martín mientras abría lentamente sus ojos—. Tú sabes que eso es imposible. Todo lo que es bueno para ti supone un perjuicio para mí y todo lo que a mí me beneficia supone una tortura para ti.
—Me temo que estás errado, amigo. Creo que debes dejarme que me explique o te perderás las mejores palabras de los últimos tiempos. Venga, ¿estás dispuesto a escuchar?
—¿Eh? ¿Qué quieres decir, Nicasio? ¿Es que deseas aumentar mi sufrimiento con burlas añadidas? Además, ¿por qué llevas tantos días sin aparecer? Yo, que me hacía ilusiones y ahora vuelves a surgir como un sueño del que es imposible despertar. Ah, ya entiendo. Te fuiste temporalmente para despistarme y así, cuando regresases, pudieses castigarme con mayor ahínco. Es como un martirio olvidado, que de nuevo vuelve a su punto infernal de partida. Dios mío, ayúdame; haz que esta alucinación desaparezca de mi vista cuanto antes. Te lo suplico, Señor —dijo entre lágrimas Martín mientras que se bajaba de la cama y se arrodillaba en el suelo implorante.
—Vaya, nunca imaginé que resultase tan difícil dar a conocer una buena noticia. Y eso que no ignoro que estabas acostumbrado a aguantar mi persecución hasta el límite de tus fuerzas.
—Por favor, si me tienes que comunicar algo, que sea rápido para hacerme a la idea y no sufrir más. Así me prepararé para lo peor.
—Ya veo que estás tan habituado a sufrir con mi presencia que no confías para nada en mí. Bueno, después de tantos años de angustia y acoso, lo entiendo. Verás, te ruego que te sientes y permanezcas en una posición cómoda. No voy a hacerte ningún daño, eso lo primero. Segundo, lo que te voy a transmitir estoy seguro de que te gustará.
Interesado por el tono extrañamente amistoso de su archienemigo del pasado, el joven se subió a la cama, se acomodó y se quedó expectante.
—Verás, después de reflexionar sobre el asunto, Martín, creo que me has hecho un gran favor.
—¿Un favor? ¿Yo, cómo es posible? No recuerdo que te haya hecho un favor en tu vida, Nicasio. Seamos sinceros.
…continuará…