LOS OLIVARES (133) Alta hospitalaria

—¡Ay, mamá! Que papá está fatal —afirmó alarmada Begoña mientras que se llevaba sus manos a la cara—. Que ni yo me llamo así ni soy su ahijada. Pero ¿qué es esto?

—Relájense, por favor, tú también, Begoña —expresó el galeno—. Ya les he dicho que estos estados de confusión son normales en estas etapas. Es lo que tienen los traumatismos después de un accidente. Venga, retirémonos todos y no le causemos a nuestro paciente un estrés añadido. Ya sé que están contrariadas, por eso se hace necesaria un poco de paciencia para evaluar la mejoría de Alejandro.

—He de asumirlo —reaccionó Lola mirando directamente a los ojos del médico—. De todas formas, tengo una pregunta. ¿Quiénes son esas dos mujeres a las que se ha referido mi marido? Verá, no tengo consciencia de ellas. Sus nombres no me figuran entre mi lista mental que incluye a familiares, amistades o compañeras de trabajo.

—Pues no tengo ni la menor idea. Pareciera que él ha creado una realidad paralela en la que ha introducido a esos dos personajes femeninos.

—Ya, supongo. Será lo que usted dice. Hay que esperar.

—Ánimo, Lola. Mire, ahora que lo dice y esto me acaba de llegar al pensamiento…

—Sí, dígame. Cualquier pista siempre será bienvenida.

—Como le decía, tengo algunos amigos psiquiatras que se desenvuelven muy bien con lo que ellos denominan «TVP».

—¿«TVP»? Y, ¿qué diablos es eso?

—Ellos la llaman «Terapia de vidas pasadas». Podría tratarse de otro fenómeno, pero siendo sincero, es lo primero que se me ha venido a la cabeza, lo que no significa que lo de su marido deba encajar forzosamente en esa clasificación.

—¿Está de broma, doctor Galván? Jamás he oído hablar de esa «TVP» o como se diga.

—Pues quizá deba documentarse, señora. En Internet se puede investigar todo. Seguro que encuentra datos al respecto, ya sabe, sabiendo seleccionar adecuadamente la información. En fin, usted es enfermera, por lo que cuenta con alguna ventaja que los profanos no poseen.

—¿Y no me puede adelantar algo sobre los fundamentos de esa terapia?

—Según tengo entendido, lo que se trabaja son vivencias que tienen los pacientes sobre sus vidas anteriores y que, de alguna forma, les están afectando a su existencia actual. Normalmente, esos datos almacenados en las partes más inconscientes de la mente salen a la luz a través de sesiones de hipnosis. Y en algunos casos, sobre todo cuando hablamos de recuerdos traumáticos, este tipo de actuación le viene muy bien al cliente para superar una problemática actual muy concreta. ¿No le parece interesante? En el mundo de la Medicina, debemos permanecer con las ventanas abiertas por si entra aire fresco que convenga respirar. No debemos cerrarnos a las novedades que surjan. Lo contrario, sería caer en el estancamiento, ¿verdad?

—Uf, esto me sobrepasa. No sé qué será lo peor. A veces, una no sabe si es mejor conocer determinados datos del pasado o permanecer más tranquila, sin remover nada, aunque una se mantenga un poco en la ignorancia. Imagínese: ya es complicada una sola vida como para meternos en los recuerdos de no se sabe qué.

—Bueno, a su modo, usted también posee su parte de razón. Esto es complicado, Lola y aún es pronto para obtener respuestas definitivas sobre lo que está ocurriendo con su marido. Yo no tengo un criterio definido al respecto de esa cuestión, es decir, si solo hay una vida o varias, lo curioso es que, en muchos casos, esa terapia funciona. Y creo que eso es lo importante, centrarnos en que la gente viva mejor y pongan paz en sus recuerdos.

—Ya. Aparcaré esa reflexión, no vaya a ser que al final, él sea el cuerdo y yo la loca.

—Bueno, creo que eso es una nota de exageración. Tampoco hay que llegar a conclusiones tan apresuradas. Haber estado en coma durante más de una semana no deja de ser un proceso arriesgado que puede dar lugar a muchas sorpresas. Un poco de serenidad, Lola.

—Pues sí, vamos a serenarnos todos un poco.

Pasadas unas fechas más de rehabilitación en la sala ocho del hospital, luego Alejandro pasó a planta y, por último, tras comprobar durante unos días su estado de normalización, fue dado de alta y conducido a su domicilio.

—Bueno, cariño —expuso alegremente Lola—. Ya estamos en casa. «Hogar, dulce hogar», qué bella expresión. La verdad es que me quedé angustiada cuando pude hablar contigo por primera vez después de salir del coma. No hago más que preguntarme quiénes serían esas dos mujeres y por qué las confundiste con tu mujer y tu hija. Asombroso ¿no te parece?

—Pues no lo sé, Lola. En cualquier caso, esta experiencia ha sido la que ha sido y espero situarla en su contexto con el paso del tiempo. Lo que tengo claro es que, para mí, ha supuesto un antes y un después. Yo, así lo percibo desde dentro de mi ser. Tranquila, que ya sé quién eres y quién es mi hija, Begoña. También sé que soy profesor de literatura y que imparto clases en bachillerato. No te asustes ¿vale? Eso sí, me han quedado en la cabeza multitud de sensaciones, de recuerdos perdidos que inundan mi conciencia y que, de vez en cuando, afloran.

—Entonces, mi amor, ¿debería sentirme inquieta o preocupada por esa serie de sensaciones que surgen en tu cabeza?

—Si yo lo supiera, Lola… Lo único que sé es que debo darle un sentido a todo esto, al accidente, a los recuerdos, a la recuperación, a la terapia…

…continuará…

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