Transcurridos unos minutos…
—¡Ay, Dios mío! Que se me han hecho eternos estos minutos. Me tienes al borde del colapso. Anda, niña, siéntate y dame novedades. Recuerda, trazamos un plan ideal y quiero comprobar los resultados.
Seguidamente, una nerviosa Rosario se llevó las manos a los ojos sin poder contener la emoción. Sus lágrimas, en este caso de alegría, se deslizaban por su rostro. Sin poder aguantar más…
—Padrino, dame el mejor abrazo de tu vida. Creo que Rubén me ama.
—Pero… chiquilla… ¿estás segura de eso?
—Sí, Alfonso, te lo aseguro.
Tras un efusivo abrazo entre el aristócrata y su ahijada que se prolongó entre manifestaciones de una gran alegría…
—A ver, a ver, que yo soy hombre prudente. Tratemos de ser racionales en una cuestión que a veces se desliza más hacia lo emocional que hacia la razón. Cuéntame todo con detalle y no omitas nada, que este viejo está muy interesado en el futuro de su niña.
Tras contarle los pormenores del encuentro con el joven veterinario…
—Pues sí, Rosarito. Por lo que he oído, me has convencido. Creo que esto hay que celebrarlo —manifestó el noble mientras que elevaba sus brazos al cielo—. Ya sé que no es tu costumbre, pero te voy a servir una copita de vino dulce. Y para mí también, claro. Faltaría más.
—Sí, es verdad. Hoy es un día excepcional. No puedo quejarme de la suerte que tengo.
—Dios mío, qué tendrá esto del amor que me alegro más por tu éxito que por el mío. Es más, cualquiera de tus victorias la siento como si fuese la mía propia. Por eso brindo por tu felicidad que es también la mía y brindo asimismo por ese chico que ha conquistado tu corazón.
—Chin, chin… —exclamó Rosario mientras acercaba la copa del dulce elixir a sus labios.
Una vez calmados los ánimos, el marqués intervino mientras que se sentaba…
—Oye una cosa, Rosarito. Es una inquietud que tengo por dentro. Hay una cosa que no acabo de entender. ¿No tienes la impresión de que todo esto ha ido demasiado rápido?
—No, padrino. Yo no lo veo así. Incluso pienso que quizá ha sido al revés. Por lo que me contaba Alicia, yo estaba completamente informada y sabía que Rubén se había interesado por mí. Ella ha sido mi mejor «celestina».
—Caramba con el tímido. Entonces ¿por qué no se atrevía a romper el hielo?
—Ese es el quid de la cuestión. Por un lado, yo creo que le daba vergüenza invitarme a tomar algo o sencillamente iniciar una conversación con alguien que, después de todo, tampoco conocía bien. Tal vez se trate de un hombre que no le gusta dar pasos si no tiene la seguridad de acertar. Aún no sé lo que le pasaba en la cabeza cuando me veía por las mañanas al visitar «Los olivares». Nos cruzábamos la mirada y lo único que hacía era sonreír ligeramente y luego, se centraba en su faena. Yo me desesperaba, porque pensaba que solo quería mantener la educación y nada más; y me preguntaba a qué venía tanto interés sobre mí en sus conversaciones con Alicia si luego eso no se traducía en hechos cuando me acercaba a él.
—Pues sí, sorpresas te da la vida.
—Como tu hija ya me había contado lo que le había sucedido con su antigua novia que, por decirlo suavemente, lo dejó tirado, igual era que había desarrollado cierto miedo ante el compromiso con otra mujer para no caer en una nueva decepción. En fin, resultó una coincidencia de diversos factores que le provocaban a Rubén una cierta parálisis ante los temas del amor. Seguro que fue eso. Era un hombre como atenazado ante el afecto.
—Sí, eso me suena a más racional. Es curioso, pero al despedirme de él hace un rato, yo estaba en un mar de dudas. Intenté sonsacarle de un modo muy indirecto y no pude captar en su expresión o en sus palabras nada. Qué hombre más prudente y eso que te acababa de besar. Era como si solo hubiese dado un corto paseo a caballo contigo cuando resulta que había aceptado tu propuesta de amor.
—Todo parece ir en la misma línea, Alfonso. Él necesita de un período de adaptación. Todo esto de tratar con la aristocracia, de haber descubierto «Los olivares» es seguro que son circunstancias que le imponen. Puede que deseara manifestar su amor, pero creo que el miedo al rechazo le estrujaba el ánimo. Fíjate, él pensando que yo no le iba a aceptar, pero ya sabemos que el miedo y la imaginación son libres.
—Después de lo que me has dicho, ahora empiezo a entender su sigilo y en cómo ha escondido con toda normalidad su reacción emocional contigo.
—Ha sido por respeto hacia ti, padrino. Me dijo que estaba convencido de que si le veías hablando conmigo acabaría en la calle y perdería esa magnífica oportunidad de trabajar nada menos que en la casa de todo un marqués, con el prestigio que da eso de cara al futuro. Estaría agobiado y reprimiría sus sentimientos ante la posibilidad de que tú te enfadases.
—Pero mi niña, si yo solo quiero lo mejor para ti y cualquier alegría en tu vida a mí me rejuvenece. Me fío completamente de tu sensibilidad y de tu buen criterio, incluso en las cuestiones del amor. Mira, si tú me dices ahora mismo que Rubén es el hombre de tu vida, sabiendo cómo eres tú, entonces no hay más que hablar. Confío tanto en ti que te ofrezco mi beneplácito.
—Gracias, padrino. Yo también confío plenamente en ti —admitió entusiasmada la joven.
—Bueno… ¿y qué han dicho tus padres?
…continuará…
Rosário ficou feliz em se abrir com o Marquês que aprovou seu namoro com Rubem. Rosarito está verdadeiramente apaixonada, tomara que eles sejam felizes, o amor sara feridas e acalma a alma e isso os dois enamorados estão vivenciando.
Que bom ler suas palavras, Cidinha. Acho que o amor é o que você descreveu tão bem. Beijos.