LOS OLIVARES (49) Tendencias y reacciones

2

—Padrino, seamos ecuánimes. Ni cien madres como doña Teresa habrían evitado esta situación. Las naturalezas como la de Carlos, tarde o temprano, acaban por dar la cara. Y si esa es su tendencia, tendrá que ser él mismo quien apechugue con la laboriosa tarea de transformarse. Está claro que nosotros no podemos hacer lo que solo a él le corresponde.

—Sí, Rosarito. Puede que tengas razón. Como padre, le deseo todo el bien del mundo a mi hijo, por supuesto. Se trata de mi primogénito, no hay duda, pero dado su actual estado, cuanto menos se acerque por «Los olivares» a enturbiar, mejor para todos. Ya veis el espectáculo lamentable que ha montado hoy, delante de nuestros invitados, simplemente por la razón de que tú has salido a escena, querida ahijada. Parecía que la envidia y la furia se habían apoderado de su pensamiento en cuanto te vio entrar en la sala. Él, con su estúpido juego de dejarse llevar y no tomar el control, está permitiendo que esa presencia le vaya comiendo terreno hasta impedir cualquier cambio en su interior. ¡Pobre hijo mío, que Dios le ayude!

—Alfonso, te diré algo —añadió Rosario mientras tocaba ligeramente el brazo del marqués—. Cuando a él empiecen a irle mal las cosas, de repente se sentará, empezará a darle vueltas a sus asuntos, a meditar sobre las actitudes que mantiene y justo en ese momento, comenzará a rectificar. Hay gente que funciona así, padrino. Solo empiezan a preocuparse y a tratar de reformarse cuando el camino se pone cuesta arriba. Cuanto más bajos caemos en nuestros valores, cuanto más hundimos nuestros pies en el barro, ese es el instante de levantar la cabeza y absorber nuevos aires.

—Padre, de nuevo Rosarito tienen las cosas más claras que tú y que yo juntos. Apoyo toda su argumentación porque coincido con ella. Ahora, ya lo sabe. Cuando surja algún problema serio, fíjese en su ahijada. Contémplela, céntrese en su mirada y pídale consejo. ¿No es para sentirse orgulloso de ella y del influjo que usted ha tenido en su educación? Dios mío, no quiero ni pensar en lo que habría sido de esta joven si usted no hubiese aparecido por su casa aquel día en la que una niña llamada Rosarito vino al mundo. No estoy segura de lo que hubiese pasado con mi querida «hermanita», pero solo sé una cosa: obsérvela con el corazón y verá su propia huella impresa en esta mujercita que tengo sentada a mi izquierda. Por favor, padre, ya sé que usted gusta de la humildad y de no acumular vanidades, pero siéntase un gran hombre al respecto, porque el cielo es testigo a todas horas de su gran acción.

—Gracias, Alicia, me haces recobrar la dignidad, que buena falta me hace. Mira que he tenido a una buena hija como tú y a Rosarito, a la que considero como mi segunda hija. Y este hombre, con sus treinta y cinco años cumplidos y parece un extraño en esta casa.

—Padre, desengáñese. Somos almas distintas. Por ejemplo, ¿qué tiene que ver Rosarito con Carlos? Son como el día y la noche. Ella, feliz, ha hecho caso a sus buenos consejos y ha desarrollado un carácter que muestra el agradecimiento de una excelente alumna para con su tutor. Mi hermano, en cambio, ha sido como una roca impenetrable que no ha seguido para nada su influencia y que ha despreciado por completo la guía que usted le ha proporcionado. ¿Lo entiende ahora? Esa es la diferencia. Por eso estamos aquí los tres juntos, hablando de una persona que no encaja con nosotros.

—Le agradezco a Dios que me haya regalado vuestra presencia y vuestra valiosa compañía. Rosarito, ya te lo he dicho muchas veces: tú no llevas mi sangre, pero… qué más da… No lo olvides nunca, porque para mí siempre serás esa niña a la que vi nacer y para Alicia, eres como su hermana pequeña. Lamentablemente, no puedes tener un hermano mayor, pero esa es otra cuestión, como ha quedado claro en esta cena y en este importante día.

—Claro que no lo olvido, padrino. Siempre gozarás de mi eterno agradecimiento por haberme elegido. Como tú dices, la sangre no es lo verdaderamente importante. Lo esencial es que nuestras almas se miran y se entienden y que, gracias a Dios, hemos sido destinados a caminar juntos. Y tú también, Alicia, no te hagas la despistada.

—Querida, soy la primera en admitir nuestra afinidad. Tomo nota de tu mensaje. Permíte que te diga que, a veces tengo dudas sobre quién es más «hija» del señor marqués.

—Bueno, yo, por mi parte, no ceno más, que luego tardo en dormirme y no me conviene. Con vuestro permiso, queridas niñas, y con un poco más de tranquilidad en mi espíritu, voy a dar un paseo por los jardines y luego me meto en la cama.

—Muy bien, padre. Nosotras nos quedaremos un poco más aquí charlando de nuestras cosas. ¿Te parece bien, Rosarito?

—Por mí, encantada. No tenemos prisa y aquí se está muy a gusto.

—Venga, queridas, dadme un abrazo, que siempre se agradece compartir vuestras buenas energías.

Un rato más tarde, las dos mujeres, una vez que comprobaron la buena temperatura que existía en el exterior, se decidieron por sentarse en torno a la mesa que existía en el porche de la casa. Solo el sonido bullicioso de unas cigarras y la luz blanca de una luna casi llena, acompañaban a aquellas dos personas que deseaban un intercambio sincero de palabras y afectos.

—Uf, ¡qué bien se está aquí, Rosarito! Yo no me voy a la «La yeguada». Me quedaré aquí a dormir.

—Claro, Alicia. Es tu casa y tu padre se alegrará de ello mañana cuando te vea. Además, ahora que ha anochecido no sería buena idea andar por el campo, incluso aunque te vayas en coche. Recuerda la cuestión de los maquis y que tú perteneces a la aristocracia.

—Sí, es verdad. Conviene ser prudente.

—Por cierto, «hermana», me gustaría contarte algo.

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (49) Tendencias y reacciones»

  1. Rosarito disse tudo, a mãe de Carlos não mudaria sua natureza. Pessoas como Carlos só se modificam quando passa por situações difíceis, ou como se diz quando estão no fundo do poço. Já entre Rosarito e Alícia, percebe-se uma relação de “amizade verdadeira”, onde. existe uma relação de lealdade e respeito.

    1. A relação entre Alicia e Rosarito é pura afinidade de caráter e valores morais. Carlos terá que chegar a esse poço para tentar mudar sua natureza. Beijos, Cidinha.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

LOS OLIVARES (50) Esta no es mi época

Dom Mar 19 , 2023
—Eso digo yo. ¿Por qué antes me mirabas con tanta intensidad? ¿Es que acaso viste algo a mi alrededor? Rosarito, que te conozco… venga, ahora no me puedes dejar con la curiosidad en el cuerpo… —Tranquila, hermana. Todo sigue su curso, pero te leo el pensamiento y eres una artista […]

Puede que te guste