—Me parece muy bien, profesor. Te confesaré algo: no es nada fácil encontrar personas como tú en tu mundo. La disponibilidad para este tipo de tareas resulta complicada. Tranquilo, tu esfuerzo no será inútil y tendrá sus consecuencias. No existe ningún sacrificio en la vida que quede sin recompensa.
—¿De veras? Y, ¿por qué tanta dificultad?
—Es fácil de imaginar. Aunque tu disposición a cooperar me llene de esperanza, yo mismo admito que tendrás que hacer un esfuerzo especial. No todas las personas están dispuestas a renunciar a su tiempo para invertirlo en otras tareas.
—Gracias por tus ánimos. Aunque mi cuerpo descanse plácidamente en la cama, me reafirmo en mi voluntad de colaborar contigo. No temas mi deserción.
—Estaba previsto que formases parte de ese selecto grupo que trabaja con nosotros. Aun así, respetamos el libre albedrío. Ahora que ya te has decidido, mis felicitaciones, Alejandro. Te resultará difícil de creer, pero hay gente a la que le hacemos este tipo de ofrecimientos y no aceptan. Ya lo sabes.
—Ah, desconocía ese importante dato. Oye, cronista, ¡no se tratará de un reto insuperable! ¿Verdad? Me gustaría estar a la altura de mi compromiso.
—Ya lo iremos comprobando. Todo depende de ti y del interés con el que te tomes tu trabajo. Lo esencial es que sepamos coordinarnos, que colaboremos estrechamente.
—Seguro que nos entendemos, cronista.
—De acuerdo. Ahora, quiero que veas una cosa para que te vayas acostumbrando.
—Estoy dispuesto.
—Cierra tus ojos y cuando yo te indique, los abrirás lentamente y te irás fijando en lo que surja delante de tu vista.
Pasados unos segundos, tras haber cumplido con las indicaciones del cronista…
—Dios mío, ¡qué hermoso! No hay palabras para describir este espectáculo. Estoy impresionado.
—Ya te avisé. Hay sensaciones que solo pueden ser captadas por el alma. Ahora que lo has comprobado, dime lo que ves. Ahí es donde quería llegar, Ale.
—Esa casa es majestuosa, cronista —expresó admirado el profesor—. Está rodeada de árboles preciosos. Son muy típicos del clima mediterráneo y en concreto, de la parte sur de la península ibérica. Creo que se trata de olivos, aunque puede que haya alguna que otra encina. ¡Qué bella es la construcción! Yo diría que se trata más bien de una mansión, por sus dimensiones. Es enorme y se sitúa sobre una pequeña colina. Desde su entrada, debe haber unas vistas maravillosas.
—De acuerdo. Dime, ¿notas algo raro?
—Deja que me concentre en la imagen. Ah, sí, claro. Esa construcción no es de esta época. Para mí que se trata de una casa de finales del siglo XIX. ¿No te parece?
—¿A mí me lo vas a preguntar? La conozco desde hace tanto tiempo… Bien, has acertado con el período. Puede que incluso te resulte vagamente familiar. Y sin embargo…
—Anda, pues ahora que lo dices… es verdad… no me había percatado. ¿Cómo es posible? Hay un vehículo aparcado en la zona arenosa que rodea a la casa.
—Venga, continúa con este escenario de ensueño, profesor…
—En cuanto a ese coche, me recuerda a los de los años veinte. No soy experto, pero el color, el modelo y el diseño son de otro tiempo y lugar. Bueno, quizá su dueño sea un anticuario que se dedica a la compra y venta de automóviles antiguos. Espera, yo tenía un amigo que era aficionado a ese tipo de coleccionismo. Una vez, hace muchos años, me invitó a su garaje particular. Tenía allí almacenados un montón de vehículos de no se sabe cuándo. Un día, hasta me dio un paseo en uno de ellos. ¡Qué buena experiencia! Por eso, te digo que ese que se ve a la entrada debe ser de los años treinta como mucho.
—Bien, Alejandro, acabas de iniciarte en esta historia y compruebo que tu intuición te está guiando. Mi enhorabuena, hombre. Recuerda que todo lo que se percibe durante el sueño facilita la amplitud en la descripción. Ahora, te pediré algo muy importante. Concéntrate en la casa y en el enclave, porque el título de la novela que vas a escribir será exactamente el nombre de esa finca. ¿Qué? No te quejarás, ¿eh? El título de un libro siempre es esencial, porque de algún modo, resume su contenido y muestra al público la intención del escritor.
—Es cierto.
—Sigamos. Cambiemos la perspectiva. Vayamos hacia la entrada del edificio. ¿Ves esas grandes letras que hay justo encima de la verja de hierro, donde se haya el acceso?
—Sí. Claro, cómo olvidarlo: «Los olivares». Entonces, ¿así se titulará la obra, cronista?
—Correcto. Esa es la clave. Bien, pues por hoy hemos terminado. No pretendo agotarte en nuestro primer día de auténtico trabajo. Ahora, regresa a tu lecho y despierta. Necesitas tu cuerpo para transcribir lo que hoy has contemplado. Conserva fresco el recuerdo de lo vivido. Si quieres ser fiel a la historia de la que vas a ser testigo, deberás desayunar y mientras, recopilar toda la información en tu cabeza. Te necesito con tus sentidos a tope. Solo te pido que realices lo que tú y yo acordamos. Buen trabajo, amigo. Seguiremos en contacto. La próxima vez ya no habrá preparación previa como hoy. Simplemente, empezarás a anotar en tu mente todo aquello que observes, escuches y sientas. Bienvenido a mi mundo, Alejandro. Un gran reto nos espera.
…continuará…
Que interessante, Alejandro está feliz em reviver o local onde a história do livro se desenvolve. Ele tem pleno conhecimento do local onde será narrada a história do livro. Ficou encantado em rever o lugar, e sente que está inserido na história, já que reconheceu o local citanto exemplos.
Exatamente, ele sabe que participou dessa história no passado e sabe que está contando esse assunto com algum fim. Abraços, Cidinha.