LOS OLIVARES (95) Buscando una explicación

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—¿Tan «di-cho-sa»? —contestó Alfonso silabeando su expresión—. Veamos, hija. Me pregunto una cosa: si yo hablase con tu querido Rubén y él, de propia iniciativa, no estuviese interesado en ti… ¿Lo aceptarías, sin más? Los seres humanos tomamos decisiones basándonos en nuestra libre voluntad. Es un principio máximo el respeto debido a ese libre albedrío y conocer que jamás puedes obligar a nadie a quererte.

—Es cierto, padrino; y debo prepararme para esa posibilidad —afirmó Rosario mientras dirigía su mirada perdida hacia algún punto lejano del cielo—. No obstante, te daré un dato que desconoces: Alicia habló con él.

—¿Alicia? ¿Y qué tiene ella que ver con este asunto?

—Antes de que su ahijada respondiera, el marqués se llevó las manos a la cabeza, como queriendo entender los entresijos de la trama…

—Ya sé qué está pasando. Te has servido de mi hija para allanar el terreno.

—Alfonso, escúchame, te lo ruego. Yo soy hija única; sin embargo, ella es para mí como una hermana y yo lo soy para ella también. Esto lo hemos hablado montones de veces y lo tenemos asumido como si se hubiese establecido entre nosotras un pacto desde antes de nacer.

—Lo sé y le doy gracias a Dios por demostrarme que no bastan los lazos de sangre para que las personas se amen. Bueno, entonces, ¿qué papel desempeñó mi hija en todo esto?

—Lo primero que quiero comentarte es que fue ella de quien surgió la idea de intervenir en esta situación. Y lo hizo muy a gusto. Jamás se me ocurriría presionarla al respecto, lo mismo que ella tampoco lo haría conmigo. Cuando Alicia utilizó su hábil conversación para obtener alguna información ¿sabes lo que sucedió?

—Me resulta difícil imaginarlo. ¿Otra sorpresa?

—Pues que Rubén se mostró muy receptivo, muy interesado en conocerme, en profundizar… porque resulta que yo le gustaba desde el primer instante en que cruzamos nuestras miradas. Cuando oí de labios de Alicia ese mensaje, yo me ilusioné y empecé a caminar flotando sobre la tierra. Entendí por ese motivo que un día de estos, él se dirigiría hacia mí y me haría algún comentario, me invitaría a dar un paseo, a tomar un café… yo que sé, cualquier actividad que nos permitiera tomar confianza.

—Muy bien, Rosarito. Te veo preocupada y basándome en esa disposición positiva hacia ti que le mostró Rubén a Alicia… no entiendo tanta inquietud…

—Padrino, creo que los efectos del café aún no han alcanzado tu pensamiento. Hace ya unas semanas de esa charla entre ellos y a día de hoy, Rubén no ha mostrado ni el más mínimo interés en acercarse a mí. Es más, creo que me evita, que procura no coincidir conmigo cuando viene a «Los olivares» a trabajar. A veces, me mira desde la distancia, pero su única respuesta consiste en una ligera sonrisa que rápidamente disimula para volver a sus tareas. Ese gesto tan simple no basta para calmar esta ansiedad que me come por dentro. Cuando hemos coincidido, el corazón me latía con fuerza, tal vez con la esperanza de que dijese algo diferente a un «buenos días» o un somero «adiós». Y cuando nuestras miradas se cruzan porque yo me aproximo a su figura, me esquiva con mucha educación y cambia de lugar. Alfonso, qué duro se me hace que rehuya con sus ojos la demanda de mi alma que le solicita una simple palabra, una leve sonrisa… pues ni eso. Es una coyuntura en la que me siento atrapada, un círculo en el que no sé cuándo me metí y al que no le veo salida.

—Curioso. Quiero pensar que esa actitud podría responder a muchos factores. ¿Por qué complicarnos con razonamientos enrevesados? ¿Y si fuese un problema de simple timidez? A ese tipo de personas les cuesta mucho mostrar abiertamente sus sentimientos.

—Puede, pero si realmente me desea, como Alicia me confesó, ¿por qué espera tanto a dar ese paso? Dios mío, él le dijo a tu hija que había roto hace meses con su antigua novia. ¿Y si se hubieran reconciliado?

—Espera, que sé de estas historias. Pudiera ser que el chico estuviese abrumado ante la posibilidad de emparejarse con la ahijada de un marqués. ¿Acaso no has contemplado esa posibilidad? España sigue siendo una nación bastante tradicional y estos que mandan ahora se preocupan a diario de que esa costumbre se mantenga, entre otras cosas porque ellos defienden esos valores por su propio beneficio. No conozco a la familia de tu Rubén ni he investigado sus orígenes. Sin embargo, no sería descartable que el chaval se agobiase solo con pensar en la opción de enamorarse de alguien relacionado con la nobleza. En otras palabras, esa aparente represión del impulso amoroso hacia ti estaría justificada en su escala de valores.

—Querido padrino: he de informarte que mi admirada «hermanita», para evitar errores de interpretación, ya le comentó a Rubén mi verdadero origen y cómo había resultado eso de que yo fuera la ahijada de uno de los más distinguidos miembros de la nobleza de este país llamado España.

—Ah, entiendo, pues…

—Además de eso, Alicia le dijo que yo era una chica sociable, que no rechazaría el contacto con alguien «desconocido». En resumen, le dio a entender que yo era una mujer de grandes virtudes y casi ningún defecto; le proporcionó suficientes motivos como para que no se demorase mucho en efectuar algún movimiento. Y aun así…

—Pues resulta muy extraño, ¿no crees? Él tendrá un buen concepto de ti y, sin embargo, eso está en contradicción con que no se atreva a dar el paso y al menos, entablar una conversación contigo. No sé, quizá le venza la inseguridad o la timidez que antes mencionamos y eso le bloquee. Hum… estoy pensando y… me parece que solo existe una forma de aclarar este inexplicable secreto. Dejemos de dar tantas vueltas y de especular tanto. Tal vez nos faltan datos y por eso no hallamos una justificación a su pasividad. Mi querida Rosarito: está claro que lo mejor será actuar.

…continuará…

Un comentario en «LOS OLIVARES (95) Buscando una explicación»

  1. Que lindo o Marquês colaborando com o casal para que haja entendimento entre ambos, já que os dois estrão apaixonados.

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