LOS OLIVARES (50) Esta no es mi época

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—Eso digo yo. ¿Por qué antes me mirabas con tanta intensidad? ¿Es que acaso viste algo a mi alrededor? Rosarito, que te conozco… venga, ahora no me puedes dejar con la curiosidad en el cuerpo…

—Tranquila, hermana. Todo sigue su curso, pero te leo el pensamiento y eres una artista que solo cuenta con blancos y grises para pintar sus cuadros. Ya sabes que tu ángel guardián, de nombre María y apariencia femenina, sigue protegiéndote y aportándote magníficas sugerencias. A veces te las dice en sueños, otras cuando menos te lo esperas porque tú crees que es tu propio pensamiento y finalmente, cuando andas algo despistada o absorta en tus asuntos, pues me las transmite a mí para que yo te las diga. María es una virtuosa guía para ti.

—No sabes cómo me alegro de ello. Qué buen fichaje hicimos contigo para nuestra empresa familiar, aunque sé de uno al que no le gustó tu incorporación.

—No me digas que ese tal vive en la capital. Nunca había oído «hablar» de él.

—Además de tu fina ironía, nunca imaginé tener tan cerca a alguien que pudiese ver a los espíritus. Qué suerte, Rosarito, ¡gozar de esa excepcional cualidad!

—No es suerte, Alicia. Creo que esto ya lo hemos discutido en otra ocasión. No tiene nada que ver con el azar. Es lo que es. Verás, yo me lo he planteado con frecuencia. No sé el motivo por el que Dios me ha concedido este don, pero has de saber que no es solo para contemplar cosas bonitas. Ahí está el ejemplo de esta tarde. Observar a ese ser que no deja a tu hermano ni a sol ni a sombra para apoderarse de su voluntad y decidir sus pasos no es plato de buen gusto. Además, su simple presencia ya me produce una jaqueca terrible. No grito porque se formaría un escándalo, pero es como si unas cuantas agujas de coser me atravesaran el cráneo.

—¿Tan horrible es la presencia de ese juez?

—Ya te digo: no te gustaría pasar por esa experiencia. Te volvería medio loca. ¿Ves? Todo tiene su contraparte en la vida. Cuando te fijes en algo, procura estudiar ambos lados del fenómeno. Yo, a veces, no gano para sustos y dolores de cabeza.

—Creo que entiendo tu mensaje. Lo mejor es luchar con las herramientas que cada uno tiene en sus manos y analizar las cosas desde el equilibrio. Entonces, ¿está aquí, María?

—No. Después de nuestra charla durante la cena, se fue. Esos seres también distribuyen su tiempo. Seguro que está haciendo el bien, porque es su misión. Cuando me ha contado algo de su historia, me he quedado maravillada. ¿Quieres saber los motivos?

—Pues claro que sí. Cuéntame cosas de esa criatura que, al parecer, pasa tantas horas conmigo.

—Ella es un encanto. Verás, según me dijo, fue una pionera en los derechos de la mujer, una luchadora nata, alguien que sufrió mucho en las batallas por la igualdad con los hombres. Se fijó en ti porque veía en su querida Alicia a una criatura que le recordaba su pasada juventud. Por eso pidió unirse a ti en esta existencia, para cuidarte y aconsejarte. Su solicitud fue aprobada sin ninguna duda. Ya te lo he dicho: la afinidad entre vosotras es muy intensa y compartís muchos valores. Eso genera atracción, aunque estéis en planos diferentes. Jamás te va a abandonar. Te aseguro que no me invento nada, fue ella quien me lo reveló hace tiempo.

—Que Dios te oiga, Rosarito. No sabes lo que necesito su apoyo. ¿Te puedo confesar algo, querida?

—Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

—A menudo pienso que yo no he nacido en mi época. Desde que acabó esta guerra que nos ha desangrado, la situación se ha hecho insostenible. Y a Dios gracias que pude estudiar, situar mi negocio y hasta sacarme el carnet de conducir unos años antes. Sí, la paz ha llegado, pero ¿a qué precio? Y eso que aún queda por resolver la situación de esos idealistas que todavía luchan entre montañas pensando que ellos solos van a revertir la situación… Pobres ilusos, terminarán aplastados como el resto.

—Creo que esos maquis siguen a la espera de la ayuda de los ingleses, pero me temo que se equivocan. Ya bastante tienen con aguantar en su suelo los bombardeos de los alemanes. Y de los franceses que se rindieron hace meses, mejor no hablar. En fin… corren malos tiempos para los que aguardan una restauración de la República.

—¡Ah, tendría que haber nacido más adelante! Y eso que yo soy una afortunada. Pertenecer a la aristocracia al menos me posibilita vivir de forma independiente, aspecto que muy pocas mujeres pueden permitirse y menos en esta coyuntura política. Si no hay ni para comer, imagina lo que queda para defender unos ideales. Tengo una extraña sensación en el pensamiento que me consume.

—¿Y qué es ello, Alicia?

—Es como si miles de ojos me escudriñasen en soledad, quizá con la intención de observar si me adapto o no a mi papel como fémina, a ese rol que ahora desean imponer a toda costa aquellos que han ganado esta guerra. Ya lo sabes, Rosarito. Estos señores quieren que nos quedemos en casa, que solo salgamos de ella para casarnos, que pasemos de depender de la figura paterna a la figura del marido; la cuestión es que estemos controladas y que no pensemos por nosotras mismas. Uf, eso puede ser peligrosísimo, que una mujer cavile y medite sobre su situación en un país donde la mitad le impone su voluntad a la otra mitad. En fin, ya conoces mi opinión, aunque no te sorprendas porque tú sabes leer en los corazones, pero me tenía que desahogar. Lo siento, Rosarito.

—Y yo espero que seas lo suficientemente lista y prudente como para expresar tus ideas solo con quien puedas hacerlo, como conmigo. El precio que podrías pagar sería tremendo y tu padre no está ahora para muchos disgustos. Caramba, que ya tiene bastante con Carlos, que eso sí que es una prueba para su resistencia.

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (50) Esta no es mi época»

  1. Muto boa a conversa entre Alícia e Rosarito ao trazer beneficio para o relacionamento de ambas. Traz sensação de alívio e faz bem as emoções, na maneira honesta e aberta ao dialogar.

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