—Ya sé de quién me vas a hablar. No tengo noticias y, además, ni se me ocurriría preguntarle.
—En efecto, parece que Ana María va a prolongar sine die su estancia en Portugal. De hecho, ha renovado la solicitud en el colegio para mis dos sobrinos, por lo que se quedarán allí una temporada más.
—Sí, una clara señal de que ese distanciamiento con su mujer va en serio y de que, al menos a corto plazo, ella no va a volver con tu hermano. Nunca me he alegrado del mal ajeno, tú lo sabes, esa no es mi actitud, pero viendo la siembra de Carlos durante los últimos años, quién se iba a sorprender de la cosecha obtenida.
—Así es, Rosarito. Su sola presencia constituye una desgracia para él y para los que le rodean, incluso para mí y para mi padre. Somos su única parentela de sangre y ya ves cómo van las cosas. Él formó su propia familia al casarse con Ana María y tener a los críos y fíjate dónde están: a doscientos kilómetros de distancia y encontrándose muy de vez en cuando. Creo que, con eso, ya está todo dicho.
—Dios mío, qué dolor de cabeza me está dando. Ha sido mencionar su nombre y me está entrando una jaqueca tremenda. Ya sabes lo que eso puede significar, querida.
—Anda, no me asustes, que tú eres bastante precisa en tus previsiones.
—Por desgracia sí. Y lo digo porque me están llegando al pensamiento aspectos negativos. ¿Qué estará preparando el desdichado de tu hermano? Me da igual que sea él mismo o esa sombra siniestra que le acompaña. A los dos los tengo calados. Su malicia se percibe incluso desde kilómetros de distancia. En fin, que habrá que ir preparándose. ¿Sabes la última intuición que me ha penetrado en la cabeza?
—Ni idea, pero te ruego que me lo digas para estar prevenida. Con Carlos, hay que temer lo peor.
—«Hermanita», estoy convencida de que él está detrás de todo el sufrimiento por el que ha pasado mi padrino. Si ha actuado así con la persona que le ha dado la vida, ya te puedes imaginar lo que puede suceder con el resto. Sabes que desde niña me tiene manía. No quiero ni pensarlo y desde este momento me encomiendo a tu mismísima madre para que me proteja. Fue ella la que resguardó a tu padre de consecuencias más atroces, pero no sé si podrá con tanta tarea. No sabes lo que supone que doña Teresa no pueda aproximarse al encuentro de su hijo, pero es que él no se lo permite con su lamentable actitud. Es cuestión de energías y la incompatibilidad entre ellos es manifiesta. Menudo sufrimiento para una madre.
—Pues que Dios, que es todo misericordia, le perdone. Yo, por ahora, no puedo.
—Lo único que podemos hacer en sus circunstancias es rezar por Carlos.
—Es cierto, aunque por mucho que lo hagamos, dudo de que eso vaya a tener algún efecto sobre su conducta. Una persona que no oye ni quiere oír está condenada al estancamiento y a continuar sufriendo. Él genera dolor entre los más próximos y la vida le corresponde como se merece: sintiendo ese mismo dolor en sus adentros. Y ese fenómeno, en vez de hacerle cambiar, produce que se aferre aún más a sus viejos esquemas de malicia. ¿Entiendes ahora que mi hermano viva en su propio mundo acompañado de una envenenada soledad?
—Claro que sí, Alicia. Si supieras los zumbidos que tengo metidos en las sienes…
—Vaya. Te traeré algo para aliviarte.
—No, espera. He de contarte algo antes de que se me olvide. Mientras que sentía esas punzadas he tenido una visión.
—¿Eh? ¿Una visión? Dime, Rosarito, que me tienes intrigada.
—Se trataba, cómo no, de Carlos. Su imagen se me ha aparecido de una forma muy diáfana. No hay lugar a la confusión. De repente, estaba en un cuarto con un hombre de rostro desconocido y que le entregaba algo a tu hermano. Él cogía ese documento y a continuación, le pagaba. Ambos se sonreían, como si fuesen dos tipos que hacen un buen negocio.
—Debe tratarse de aspectos relacionados con su trabajo. Recuerda que él tiene un despacho en Badajoz.
—No. Tengo la convicción de que ese asunto no estaba relacionado con temas profesionales ni de abogados.
—Pero… veamos… ¿qué era eso que le entregaban a Carlos?
—No puedo asegurarlo. He contemplado un sobre hecho como de cartón que contenía en su interior algo. Pero… por más que me esfuerzo, no logro ver lo que hay adentro. Luego, tu hermano ha salido de la habitación y se ha dirigido hacia la calle. Ha caminado unos metros y se ha subido en un coche hasta desaparecer.
—Cariño, escuchándote, la sensación de calor que tenía en el cuerpo se ha ido y me ha entrado como un latigazo de frío que me ha recorrido la espalda. La verdad, conociendo al personaje, es para asustarse. Yo no poseo tu capacidad, Rosarito, pero incluso yo misma, me he notado perturbada al oírte. Creo que se está preparando algo de lo más siniestro.
—Mi buena Alicia, no se trata de poseer o no esa «capacidad» sino de experimentarla con mayor o menor fuerza. Todos podemos sentirla, como te acaba de ocurrir. Te diré algo: el hecho de que las dos hayamos coincidido en esa impresión malvada no hace presagiar nada bueno. ¡Que Dios nos ampare, porque ni el peor de los males puede acabar con la voluntad divina!
…continuará…
Carlos continua querendo prejudicar seu pai, mas a proteção divina é maior, para um homem de bem como o Marquês.
Carlos continua querendo prejudicar seu pai, mas a proteção divina é maior, para um homem de bem como o Marquês.Vamos torcer pela mudança de Carlos .
Poderia ser que Carlos estivesse preparando alguma coisa má? Não sabemos. Temos que esperar. Beijos, Cidinha.