LOS OLIVARES (80) Cruce de acusaciones

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—Dios mío, ¿quién me traería hasta aquí? ¿Por qué iba yo a albergar esperanzas de cambio en tus esquemas de ofuscación? Con toda la delicadeza que puedo emplear solo puedo llegar a una conclusión, hermano: eres asqueroso. Sin embargo, no perderé los nervios: ignoraré tus ataques personales para centrarme en un asunto que nos incumbe a los dos.

—Oh, mi querida Alicia ejerciendo el autocontrol cuando se le cantan las verdades. La señora se bloquea cuando utiliza su libertad para criticarme, pero no asume los juicios sobre su persona. ¡Qué pena! Mira, ya sé de lo que me vas a hablar ahora y mi conclusión es que no creo que ese tema resulte de mi incumbencia.

—Eso significa que estás al corriente de la delicada situación de nuestro padre.

—Por supuesto. He seguido el rastro de las últimas noticias. Una lástima, la verdad. Qué escándalo ¿verdad? Un hombre de su clase, a su edad, con su ejemplar posición social y resulta que le investigan por haber sido masón. No me digas que no es como para echarse a llorar. Pero… ¿a quién se le ocurre cometer semejante locura? ¿No pretenderás que denuncie a los legisladores de Franco por su estúpida manía de perseguir con saña a la masonería? Uno es dueño de sus actos y haberse integrado en ese grupo, secta o lo que sea, implica el pago de unas consecuencias.

—De verdad, ¿es eso todo lo que tienes que decir?

—Oye una cosa: ¿alguien le obligó en su tiempo a pertenecer a esa gente que ha estado en la base de cualquier revolución social con sus estúpidas ideas de fraternidad universal y de que todos somos iguales?

—Papá pensó incluso en llamarte para que le defendieses en su causa criminal. Sin embargo, no lo hizo. Quería evitarte complicaciones.

—Pues hizo bien. Ahí estuvo claro de ideas.

—Observando tu infame reacción, no se puede caer más bajo. Eres un monstruo, Carlos.

—Tú sigue haciendo amigos, hermanita, que te irá muy bien en la vida. Ah, hacías ese comentario por él, supongo.

—Además de miserable, hipócrita. Es que lo tienes todo. ¿Cómo puedes confesar abiertamente tu falta de interés por el caso? Caramba, que es tu padre, el que te lo ha dado todo. ¿Eres consciente de cómo él lo está pasando? A saber cuándo se dictará sentencia. ¿Es que no has pensado que eso puede suponer el fin de tu progenitor? ¿Ignoras que pueden fusilarle o caerle un montón de años de condena? ¿Cuánto sobreviviría padre en la celda de una cárcel? Canalla, es como si su coyuntura no te afectase. Dios mío, ¿cómo se puede mantener esa distancia emocional con el ser que te trajo al mundo? Alguien que te dio estudios, una educación, una cultura, un apellido nobiliario…

—Querida, me aburres soberanamente con tus argumentos sentimentales que procuran buscar la culpa en el prójimo, en este caso quien te habla. Claro que, observándote, tampoco puede afirmarse que contigo tuviera mucho éxito. Además de que en el parto te cargaste a nuestra anhelada madre, se ve que la labor del señor Alfonso de Salazar contigo tampoco resultó muy instructiva. Solo hay que examinar con detalle el curso de tu evolución. Uy, menos mal que yo supe buscarme la vida y abrirme camino. ¿O eso te molesta?

—«Dios mío, dame paciencia con este desalmado» —comentó en voz baja Alicia a punto de perder los nervios—. Se ve que el negocio te va bien, eso sí, ocultando que, si no hubiera sido por tu apellido, este bufete habría supuesto un gran fracaso y una ruina para tu economía.

—Por favor, no seas tan retorcida ni tan injusta. Digo yo que el trabajo que realizo tendrá alguna relación con el número de clientes que entran a diario por esa puerta. En cualquier caso, quiero que sepas que yo no empujé a mi padre a meterse en esas historias extrañas de personas que se creen en posesión de la verdad universal y que predican la solidaridad entre todos los habitantes del planeta. ¡Menudo disparate, por Dios! Y ahora nos llega un tipo que tras ganar una guerra también se cree en posesión de la verdad y que por supuesto, va a perseguir con inquina a todos esos iluminados. Corre el rumor de que su Excelencia, el Jefe del Estado, quiso ingresar cuando era joven en la masonería. Esto es lo más gracioso de todo. No hay mayor desprecio que el de revolverte contra aquellos que un día te rechazaron. Menuda cantidad de chiflados, los unos y los otros. Es que estamos en España y no hay quien nos entienda. ¡Me parto de la risa, te lo juro, hermanita!

—Déjate de historias, Carlos. Tu desinterés hacia nuestro padre te delata, descubre el tipo de persona ruin que eres. No sé ni cómo eres capaz de escuchar tus palabras sin vomitar. Eso significa que tu nivel de conciencia es pésimo, que tu capacidad para observarte se halla bajo mínimos. No te lo puedo decir más claro y créeme que lo lamento, pero es tu triste realidad.

—¿A quién pretendes engañar con tu burda palabrería, Alicia? A mí no, desde luego. ¿No fue padre quien se alejó de mí? Y, ¿encima se va a quejar? ¿Quién me vetó la entrada en «Los olivares»? ¿Acaso lo has olvidado?

—Eso se debió a tu estúpida conducta, por tus constantes berrinches y demostraciones de orgullo. Y ya no quiero ni mencionar tus borracheras y tus pérdidas de papeles. Todo eso ante un hombre que es un ejemplo de dignidad y honestidad, como es tu padre. Ah y que no se me olvide, por tu violencia psicológica, por tu maltrato evidente hacia una chiquilla inocente cuya presencia te molestaba desde que nació.

—Ah, tu querida Rosarito. Ahora te refieres a ella. Espero que no la hayas corrompido con tus estúpidos juegos de seducción. Eso sería una pena para sus familiares, una auténtica desgracia, pues la hija del señor marqués se habría aprovechado de su posición para pervertir a la pobre cría. Oh, qué lástima, otra mujercita envilecida por tus «tendencias antinaturales». Es horrible; no puedo ni imaginar el castigo que te tiene preparado Dios en el más allá para cuando te mueras.

—¡Basta ya! —gritó Alicia tras dar un puñetazo en la mesa que asustó a su mismísimo hermano—. ¡Desgraciado! Contigo es imposible terminar por decepcionarse. No tienes límites. Siempre existe la posibilidad de que te rebajes aún más y más. Me das asco con tus insinuaciones.

…continuará…

3 comentarios en «LOS OLIVARES (80) Cruce de acusaciones»

  1. Carlos só pensa nele, não demonstra emoções, tem ausência de empatia, de arrependimento. Situação difícil para o Marquês e para e Alícia. Tem comportamento psicopata.

  2. Carlos só pensa nele, não demonstra emoções, tem ausência de empatia, de arrependimento. É ciumento e invejoso. Situação difícil para a família. Tem comportamento narcisista.

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