—Claro, ahora yo tengo que tragarme tu discurso porque tu moral está por encima de la mía —añadió Carlos entre aspavientos—. ¿Por qué será que estoy tan cansado de que me den lecciones? ¿Mira que si esas personas que tratan de aconsejarme están equivocadas y por eso yo me vuelvo más y más rebelde? Venga, dime a continuación que hay que admirar a una niña nacida en un establo, criada entre caballos y olor a estiércol y que luego, al crecer, nos salió bruja. ¿Por qué se suprimiría la Inquisición, Dios mío? Nos hubiésemos librado de alguien que se gana el afecto a través de las malas artes, del engaño y la manipulación.
—¡Tú sí que vives engañado! Además de un ignorante, cometes el peor de los pecados: el de no querer contemplar la verdad. Esa es tu existencia: pudiendo hacerlo, no deseas quitarte la venda que cubren tus ojos.
—Continúas defendiéndola, vistiéndola de blanco como si fuera una criatura inocente que acaba de descubrir el mundo. ¿Qué puedo decir? Da igual, no me vas a hacer ningún caso. Para ti es una pésima influencia, pero allá tú. Es una vulgar aprovechada que procede de un círculo deprimente; eso sí, hay que reconocerle a la jovencita que resulta lo suficientemente lista como para manejar a un pobre viejo que se cree que es su segunda hija. Quizá tuvo un sentimiento muy masón, el de adoptar a una niña como forma de tener la conciencia tranquila y realizar una buena obra. Así le daría un sentido ético a su vida como pobre viudo.
Mientras que Alicia no podía esconder su desprecio más absoluto hacia las palabras que estaba dirigiendo su hermano hacia su progenitor… este seguía con su exposición…
—Estoy cansado de ese angelito negro, de su supuesta, aunque falsa sabiduría y de la estúpida compañía que dicen le hace a mi padre. Te diré algo muy claro para el futuro, porque tú serás testigo de lo que te voy a comentar: cuando el viejo ya no esté en este mundo, ten por seguro que esa niñata reclamará con rapidez su «parte». Pensándolo mejor, ni siquiera hará falta. Es más que seguro que el marqués habrá introducido en su testamento una sustanciosa cantidad en herencia para su admirada «hija». ¿Crees que la tal Rosarito es imbécil? No, es taimada, lo que ocurre es que va a evitar cualquier conducta que le lleve a mi padre a sospechar de sus intenciones. Por lo que se ve, ella se siente muy «aristócrata», aunque no lleve ni una gota de sangre de la clase a la que nosotros pertenecemos por pleno derecho. ¿Y cuáles son sus méritos? Yo te los diré: haber nacido de nalgas delante de un viejo compasivo y sentimental y haberse ganado la confianza de un hombre mayor que solo desea ser escuchado.
—Estés o no conforme, padre dejará por escrito lo que él considere conveniente para ella.
—Por mí, que deje escrito lo que le dé la gana. Conozco mis derechos, que para eso soy abogado y hay cosas que no se pueden quitar. Que tenga cuidado esa loba con piel de cordero. Verás, es que le he cogido grima incluso a su nombre. Cada vez que lo oigo, me produce náuseas. Yo no descartaría que intentase envenenar a mi padre, con tal de adelantar el plazo para cobrar su «parte». Estate atenta a los movimientos de esa zorra conspiradora. Sí, sí, por tu mirada pensarás que estoy chiflado, pero, por si acaso, extrema tus precauciones, que a ti te gusta tenerlo todo controlado. Ya sabes, la desconfianza es una buena herramienta. Lo que le faltaba al pobre Alfonso, que encima de ser perseguido por el gobierno, fuese emponzoñado por su «hija» más pequeña. ¡Qué triste final! Se haría un poco de justicia poética, pero al revés: desaparecer del mapa después de haberse desvivido por esa desgraciada.
—Carlos, tu mensaje ya no me produce ni asombro. Como hemos pasado una buena temporada sin comunicarnos, tenía la vana esperanza de recibir buenas noticias de ti, de un posible cambio en tus formas y en tu fondo. Ahora compruebo que eso es imposible. Sigues siendo el mismo. ¡Qué pena, hermano! Un ser que desprecia a su familia de origen, a su familia adquirida y que se gasta su dinero en fulanas y en alcohol. Ah, se me olvidaban los puros, de esos caros que antes le robabas a padre. Te corroen los celos y la envidia a partes iguales. De veras, por más que lo intentes, no creo que puedas tener la conciencia tranquila a lo largo de tu existencia.
—¡Qué graciosa eres, hermana! Tú no tienes saliva, sino hiel. ¿Sabes? Creo que ya va siendo hora de que te marches. Yo también albergaba alguna esperanza de que cambiases tu actitud cuando te sentaste en esa silla. Lo tuyo es el insulto y la descalificación permanente, salvo que se haga lo que tú quieras. Mi decepción es mayúscula. Es una lástima haber tenido solo una hermana, pero lo único que consigues cada vez que hablas conmigo, es que yo me avergüence de ti y sienta mucha pena. Pero, en fin, lo que no puede ser no puede ser. Y lo que menos entiendo es la defensa a ultranza que mantienes de esa entrometida de Rosarito. Es todo tan irracional que… salvo que suceda lo que no quiero ni imaginar.
—¿Otra vez con tus pensamientos mezquinos? Tus ideas y tu sonrisa de hielo me ponen los pelos de punta. Di lo que tengas que decir y acabemos ya.
—Sí, Alicia. Perdona mi crueldad, pero se me acaba de ocurrir que esa simpatía enfermiza que desde hace años has demostrado por esa chica solo puede tener un motivo: ella te gusta, te atrae, excita tu lascivia. Nada es descartable, ¿verdad, hermanita? ¡Dios mío, qué terrible degeneración de dos seres! Y encima, entre las paredes de la que fue mi casa, donde pasé mi infancia y aún conservo los más bellos recuerdos.
—Retorcido es quedarme corta para adjetivar tus palabras. No sé ni de qué me extraño, paranoico de mierda. Hablas por hablar, escupiendo porquería por esa boca. Jamás le he puesto encima la mano a esa chiquilla, pero qué más da lo que yo te diga si tú ya posees tu propia opinión al respecto. El mal te domina, Carlos y tu alma está tan sucia como el carbón. Me voy, pero te diré una cosa —afirmó Alicia mientras que se levantaba con violencia de la silla hasta tirarla al suelo.
—Anda, la señora se ha enfadado porque la sociedad en la que vive no comparte sus vicios depravados. Pues ¡menuda novedad! ¡Cuánto lo siento!
—Cállate y escucha, desdichado. Cada día que pasa veo a mi pobre padre más y más avejentado. Tengo mis razones y mis sospechas, pero si me entero de que tú tienes algo que ver con la denuncia efectuada hacia él y que le está costando la salud, te juro que seré yo misma la que acuda a este despacho y entonces, será la policía la que te ponga las esposas y te arroje a la cárcel. Te aseguro que pondré todo mi empeño en acabar contigo, miserable. Ya bastante daño has hecho a la familia.
…continuará…
Carlos é dominado pelo mal, é de difícil convivência. Causa sofrimento para quem convive com ele, pois se acha superior ao Marquês, a Alice e a Rosário, bem como a sua mulher e filhos.
Estranho o ódio que tem de Rosário, será que há algum fator desconhecido para tanto ódio? Por que não ouve Rosário para entender o que ela tem a dizer? Ele sabe que é preciso analisar e comprovar suas suspeitas.
As acusações que faz contra a irmã são graves em relação à Rosário. Alícia precisa se defender.
Alícia defende o pai e prometa ao irmão cadeia se for comprovado que ele denunciou o pai. Que triste!
Carlos está ligado, apegado ao transitório, sendo a matéria, ou seja, aquilo que morrerá. Paulo de Tarso dizia morro todos os dias para renascer no Senhor.
Você tem muita razão, Cidinha. Esse tipo de seres, cedo o tarde, paga as consequências do seu comportamento. Causar tanta dor não pode ficar sem efeitos. Ele odeia Rosarito desde seu nascimento. Abraços, amiga.