SOMBRAS DE DIOS (7) Control o caos

—Decidme, padre, os escucho —comentó la joven mientras que se incorporaba del suelo y se acercaba a la figura de su progenitor.

—Lo siento, hija, pero no te queda más remedio: ingresarás de inmediato en el convento concepcionista que existe en la ciudad. Tranquila, conozco a la superiora y le explicaré los pormenores de tu caso. Te diré algo: tu madre, la condesa, fue una de las grandes benefactoras de esa orden y yo, por recuerdo y por respeto a ella, decidí mantener las donaciones regulares. Es de lógica que no nos van poner ningún impedimento para acogerte.

—¡Dios mío, deberé permanecer encerrada en un convento de clausura! —afirmó Verónica mientras que cruzaba sus manos a la altura del pecho.

—Eso es. Así nadie podrá tener la oportunidad de ver cómo crece esa barriga, salvo las hermanas que estén contigo y que han hecho del silencio su faro de vida. Cuando el niño nazca, yo me encargaré de entregarlo a una familia de confianza que conozco. La tengo en mente y es seguro que le brindarán al crío el mejor trato. De este modo, el bebé surgido de tus entrañas sobrevivirá y respetaremos el mandamiento de no matar a una criatura inocente.

—No sabéis cuánto os agradezco ese detalle, mi señor.

—Por último, cuando te recuperes del parto, te dejaré elegir y créeme, respetaré la decisión que tú adoptes. De veras, hija, estoy muy enfadado contigo, pero, a pesar de tu comportamiento, no puedo olvidar que compartes mi sangre. Tal vez quieras estar allí más tiempo o simplemente, pretendas volver a tu hogar cuanto antes. Así podrás organizar tu vida, pero sin la sombra del pecado revoloteando sobre tu cabeza. Cuanta menos gente sepa de este turbio asunto, mejor que mejor. A los míos, les expondré que, tras larga meditación, te has inclinado por poner a prueba tu vocación religiosa. En fin, esa es mi conclusión y castígueme Dios si no he tratado de ser justo contigo. Te aislarás de la vida, será duro, pero solo por los meses que dure tu embarazo. Luego, a ti te corresponderá resolver lo que harás. Si has sido tan «adelantada» para perder tu virginidad, también lo serás para escoger qué existencia llevar.

—Mi señor, acataré vuestra voluntad, mas tengo una grave duda: no sé si seré capaz de resistir tanto tiempo rodeada de mujeres y muros, con esa soledad que envolverá mi alma.

—Ah, no me vengas con quejas. Demasiado tarde, hija mía. Ahora mismo solo te cabe apechugar con este futuro inmediato que tú has construido con tu irresponsabilidad. Venga, no tengo más ganas de discutir: retírate a tu estancia y medita sobre todo lo ocurrido. Espero que esta experiencia te sirva de lección y, sobre todo, para aprender que antes de actuar, hay que reflexionar sobre las consecuencias de lo que hacemos.

—Entiendo que no hay marcha atrás por vuestra parte.

—Tú misma lo has dicho, Verónica.

—Padre… ¿puedo haceros una última pregunta?

—Adelante y sé breve. Aún he de reponerme del disgusto que me has dado.

—Perdonad por mi curiosidad, pero… cuando abandone el monasterio de las concepcionistas… ¿podré recuperar a ese ser salido de mis entrañas?

—En absoluto, hija. ¿Es que no me has escuchado hace un momento? Quiero que desaparezca por completo la prueba de tu flaqueza. ¿De qué serviría aislarte entre monjas para que al poco regresases aquí con un crío entre tus brazos? La decisión es irrevocable. Es mejor retirarte al niño al momento que posteriormente; supondría para ti un dolor insoportable. Piénsalo bien: ya le habrías cogido cariño. Además, cuando le entregue el crío a esa familia, recibirán la notica más increíble y feliz de su existencia. Creo que será un acto de justicia.

—¿Tan convencido estáis de que le educarán bien?

—Por supuesto. ¿Acaso dudas de los planes de tu padre? ¿Qué broma es esta? Yo no podría darle a mi nieto a cualquiera. Puedo ser cruel en el uso de la espada, pero recto en mi toma de decisiones. Con esas personas me ata una gran amistad y ese lazo aún se reforzará más.

—Padre, por favor —expresó entre sollozos la joven—. Este crío va a crecer en mi vientre durante más de siete meses. Son las leyes de la naturaleza las que determinan que el vínculo sagrado entre madre e hijo habrá de aumentar a cada hora que pase, son los propósitos del Todopoderoso.

—Ah, claro, qué fácil resulta interpretar los hechos a conveniencia, sobre todo para tu comodidad. ¿Cómo se te ocurre atribuir a la voluntad divina un acto surgido de la concupiscencia, del más osado impulso carnal? No, hija, no. No te confundas más, que aún eres una adolescente que ignoras muchas cosas.

—Puede que sea algo rebelde o incluso transgresora, lo admito,  pero… ¿habéis pensado en las consecuencias que supone para un bebé separarlo de su madre?

—¡Deberías ser tú la que hubieses pensado en ello antes de abandonarte a tus instintos! —exclamó el conde de Valcárcel enfurecido—. Y, ¿qué hacemos con el niño? ¿Lo mantenemos aislado, escondido durante años para que nadie sospeche de tu desliz? Digo yo que algún día tendrá que darle la luz y salir de este palacio. Esta casa se convertiría para él en una trampa. ¿Y si tú no aguantas más y un día que yo no esté aquí, agobiada por su palidez, tienes la «feliz ocurrencia» de pasear con tu hijo? Y además, ¿qué hombre querría comprometerse contigo en el futuro sabiendo que ya eres madre? ¿Ves? No es tan fácil. No me quiero imaginar a mis amistades o a mis conocidos preguntándose de quién es esa criatura y qué nombre lleva, que dónde está su progenitor o si ha sido bautizado en la fe cristiana. Mira, déjate guiar por los consejos de tu padre que bien sabe de la época en que vivimos y de la sociedad a la que pertenecemos. Estoy cansado, no deseo entrar en debates estériles con una chica que, aunque sea mi hija, solo tiene dieciséis primaveras. Bien sabe Dios de la facilidad de palabra que Él te concedió y yo también, que compartí con tu madre tantos años. Y tú eres su viva imagen, no lo olvides.

—Mi señor, tened compasión de vuestra única hija —comentó chillando la muchacha mientras que se arrodillaba a la espalda de su padre—. ¿Sabéis lo que es estar presa entre muros de silencio? ¿Sabéis lo que es privar a una mujer de su vínculo más sagrado?

—Verónica, desaparece de mi vista inmediatamente. No me obligues a encerrarte antes de tiempo. No me gusta que me contradigan y menos en mi propia casa. Está todo dicho. Solo serán unos meses. Que Dios se apiade de ti y de esa criatura.

…continuará…

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Sáb Mar 1 , 2025
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