—Yo solo puedo decir, Martín —intervino el psicólogo con tono nervioso—, que me siento muy alegre por escuchar tu voz que no es sino el testimonio del más allá, de esa realidad que a tantos escapa o de la que muchos huyen, pero que está ahí, a nuestro lado, como tu presencia hoy nos demuestra. Te doy por anticipado las gracias porque seguro que lo que nos vas a revelar nos permitirá aprender de tu camino vital por mejorarte. Con tu información, nos ayudarás a continuar con nuestro proyecto de transformación.
—De eso se trata, mi buen amigo —respondió con acento calmado el espíritu de Martín—. Estamos vivos y la vida, en suma, estemos donde tú estás o donde yo ahora me encuentro, no deja de ser lo que has expuesto: una exposición infinita a una multitud de pruebas donde vamos limando nuestras aristas hasta alcanzar la perfección del más puro diamante. Aún nos queda mucho, Sergio, pero con cada arista que desaparece la alegría es grande en el cielo y la felicidad se convierte en el eco de nuestra alma por cada paso superado.
—Nunca dejas de sorprenderme, Martín. Por un lado, creo que no has cambiado mucho. Percibo ese tono tan original con el que te desenvolvías cuando estabas en «Los Girasoles» y solíamos hablar y, por otra parte, te noto un fondo de seriedad, como si hubieses madurado en este último período desde que nos dejaste solos. ¿Qué hay de cierto en todo ello?
—Es cierto. Todo lo que observes o escuches de mí no será más que la consecuencia natural por el paso del tiempo y especialmente, por el trabajo personal realizado. He cambiado conforme he ido entendiendo y aprendiendo cosas y en ello sigo: mucho trabajo en mi interior para acelerar mi avance.
—No lo niego, querido amigo. Aquí, en este plano —dijo Sergio mientras que apuntaba con su dedo índice al suelo—, ha transcurrido un año desde que te fuiste. Me encantaría saber de tu trayectoria en esa nueva fase que llevas viviendo. Considera que Isabel y yo nos hemos acordado de ti con mucha frecuencia, señal de que nos dejaste profundamente marcados. La reflexión entre nosotros era muy clara: nos preguntábamos por cómo te habría ido en el plano espiritual.
—Tengo tantas cosas que contaros, poseo tantos recuerdos, que no sé ni por dónde empezar. En todo caso, procuraré ir en orden para atender a la verdad de lo sucedido, desde mi salida de aquel piso donde se produjo el incendio hasta el momento presente, una vez que, gracias a Rafael, me permitieron ponerme en contacto con vosotros. Creo que te parecerá bien ¿no es así?
—Me parece una idea de lo más razonable. ¡Qué ganas de oír tu aventura!
—¿Te acuerdas de nuestra despedida, al poco de asfixiarme en aquella casa y una vez que enterrasteis los restos de mi antiguo cuerpo en el cementerio?
—Por supuesto, Martín, cómo olvidarlo. Parece como si hubiese sucedido ayer. Recuerdo esa conmovedora escena a la perfección.
—Bien. Movido por la curiosidad y una vez que me di cuenta de que podía seguir pensando y sintiendo, me dispuse a seguir a aquel sujeto que había surgido detrás de unas columnas que existían entre las tumbas.
—Sí, es verdad. Recuerdo que Isabel te aconsejó en aquel momento que siguieras a aquella presencia. Estoy seguro de que ella captó que ese ser solo pretendía ayudarte tras el gran desconcierto que supone dejar aquí tu envoltorio físico.
—Cierto. Las expectativas de Isabel se cumplieron por completo. Te diría que sin la ayuda de aquel misterioso ser, todo lo que ocurrió luego no se habría producido. Es más, gracias a su apoyo, lo que pasó después alcanzó para mí un verdadero sentido.
—Uf, no creo que exista algún fenómeno sin sentido en ese lugar en el que ahora habitas, Martín —expresó muy convencido el psicólogo.
—Así es, sin duda. Tu buena intuición te ha guiado, amigo. Nada resulta azaroso y todo obedece a un propósito. Pasaré ahora a relatarte con detalle todo lo sucedido tras encontrarme con aquel señor y hablar con él cara a cara…
*******
—Encantado de recibirte, Martín —afirmó el extraño con una amplia sonrisa de bienvenida—. Verás, he sido enviado hasta aquí para facilitar tu adaptación, mi buen amigo. No creas que todos los que acaban de salir del plano de la materia cuentan con ese privilegio.
—Bueno, todo esto es nuevo para mí y la verdad es que me siento perplejo, señor. Esto va tan aprisa y ha ocurrido de una forma tan reciente que no sé ni lo que va a ser de mí.
—En primer lugar y en nombre de todos aquellos a los que represento, quiero darte las gracias.
—¿«Gracias»? ¿Por qué? Yo sí que me siento agradecido por nuestro encuentro. Por unos segundos, pensé que iba a estar solo y que no iba a hablar con nadie durante mucho tiempo. Ahora me siento menos tenso y ansioso que hace un rato, cuando me estaba despidiendo de mis amigos a los cuales ya había dejado atrás. No es lo mismo abandonar un sitio y aparecer en otro nuevo, donde no tienes ni idea de lo que va a pasar, que hallar a alguien que te recoge y te saluda como amigo y que puede hacerte compañía en esos momentos incómodos de desbarajuste.
—Sí, sé a lo que te refieres y te comprendo. Dije antes «gracias» porque no existe acción más meritoria en la existencia que dar tu vida por el prójimo. Tal y como tú has hecho. Hay un antiguo dicho que reza así: «el que salva a alguien salva al mundo entero». En tu caso, la demostración de ese amor que llevabas dentro ha sido tan palpable, tan potente, que constituye todo un ejemplo para los que hemos seguido tu proceso de evolución.
…continuará…