ESQUIZOFRENIA (93) El analista de conducta

—¿Seguir? ¿Mi evolución? —preguntó muy curioso Martín—. ¿Tanto tiempo merezco por parte de no sé quién?

—En efecto. Tú, al igual que tantos otros, lo mereces. Todos tenemos la misma naturaleza y nos regimos por las mismas leyes. Lo único que cambia es la manera en que cada cual utiliza su libre albedrío. Eso implica tomar partido y ya se sabe que las decisiones provocan consecuencias. Puede que hoy estés aquí o que mañana te encuentres allí; eso sí, siempre con la misma finalidad que es la del progreso. Para eso fuimos creados como seres dotados de inteligencia.

—Uf, cuántas cosas y cuántos conceptos. No quiero perderme. A todo esto y sin pretender importunar, pero… ¿podría saber con quién estoy hablando?

—Pues tienes toda la razón y deberás perdonarme. Me ha emocionado tanto recibirte después de tu heroico acto que se me ha olvidado presentarme. He tenido varios nombres, pero me conocen como Romano.

—¿Romano? Qué nombre más raro, en fin, pero entonces… ¿fuiste testigo de mi muerte en aquel horrible incendio?

—Por supuesto que sí. Es mi trabajo, Martín. Soy analista de conducta. Por cierto, me llaman así porque durante siglos estuve muy vinculado con esa civilización que a lo largo de siglos dominó todo lo que es el Mediterráneo.

—Ah, empiezo a entender mejor. Y eso de analista… ¿a qué te refieres exactamente?

—Se trata de una tarea en la que, si uno muestra interés y aptitudes, puede especializarse. En concreto, yo me dedico a estudiar y a seguir lo que una persona hace, es decir, su comportamiento cuando se halla encarnada en el planeta Tierra, como ha sido tu caso, y luego, si procede, la recibo tras su «cambio» de residencia. ¿Lo entiendes?

—Creo que sí, Romano. Aún es pronto para que mi cerebro vuelva a funcionar al cien por cien. Por eso prefiero ir poco a poco hasta que se me vayan aclarando las ideas.

—¿«Cerebro»? Ya no posees ningún «cerebro», amigo. Tus antiguos órganos permanecen en la tumba. Ahora, ya no te sirven para nada.

—Pues yo siempre oí que la cabeza funcionaba porque teníamos un cerebro para pensar.

—No lo dudo, pero eso sería a lo largo de tu estancia en la etapa física. ¿No te parece?

—Entonces, amigo, todo esto que me está sucediendo no es un sueño ni tampoco una pesadilla de la que luego voy a despertar. ¿Verdad?

—He de corregirte, Martín. No se trata de ningún sueño o ilusión. Esto no es un producto de tu imaginación. Te hallas plenamente despierto y consciente. Lo único que ocurre es que aún te hallas balo los efectos del cambio de fase, nada por lo que debas preocuparte. Se trata de un fenómeno extensible a cualquier criatura que pasa de su antigua existencia en la materia a la vida en el plano espiritual.

—Vale, de acuerdo. Me he «muerto»; esa es la verdadera causa de la confusión.

—Sí, pero tranquilo —aseguró Romano con un tono de certeza en sus palabras—. No vas a tardar mucho en recobrar por completo la normalidad. En poco, ya verás, esta es la buena noticia: podrás discurrir en perfectas condiciones, aunque carezcas de tu viejo cerebro.

—Sí, trataré de ser consciente de ello. Si habito en este nuevo lugar es porque soy un auténtico espíritu y ya no preciso de mi antigua estructura de carne y huesos.

—Bien definido. Todos los espíritus poseen la capacidad para pensar y para sentir y tú no ibas a constituir una excepción. Recuerda: has sido enterrado, te has despedido de tus antiguos amigos y ya ves, continúas charlando conmigo. ¿No te parece magnífico?

—Pues sí. Todo eso que había leído durante años cobra ahora su verdadera importancia. Muero en un incendio, pero la vida sigue.

—¡Cómo no, Martín! No lo olvides porque tú lo estás constatando: somos inmortales. No te asombres de nada; además, irán surgiendo más dudas y preguntas. Aquí estaré yo para despejar tus incertidumbres. Como analista, estoy preparado para ayudarte con todo aquello que ignores.

—Perdona, Romano: ¿cómo fue que te fijaste en mí? Recuerda que montones de personas mueren a diario y más en una ciudad como Madrid, con tantos habitantes y gente con problemas de salud, accidentes o ya ancianos. Pensándolo bien, ¿es posible que tengas conmigo un vínculo del pasado?

—No necesariamente. En el mundo espiritual existe una jerarquía, pero no como sucede en la Tierra, sino que se ciñe a un proceso mucho más refinado.

—¿Más refinado? ¿Qué quieres decir concretamente?

—Solo te diré que tu posición aquí se basa en tu grado de inteligencia y, sobre todo, en el desarrollo moral que has completado. En otras palabras, a más conocimiento y más nivel moral, más responsabilidades alcanzas.

—Claro, ese razonamiento se explica por su propia lógica. Pero, por favor, contéstame: ¿por qué te convertiste en mi «analista»?

—Me lo propusieron. Alguien más responsable que yo en esa jerarquía de la que te hablaba me sugirió que te estudiase, que, dada mi cualificación, tú podrías ser un buen caso para mí. Serías una herramienta eficaz para mi trabajo y consecuentemente, válida para mi progreso.

—O sea, que, tras observarme, me consideraste como una criatura interesante. Qué quieres que te diga. Yo, que a lo largo de veinte años he pasado desapercibido para todos y que nadie se ha fijado en mí… pues es un honor que le haya importado a alguien como tú.

…continuará…

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

FELIZ NATAL - FELIZ NAVIDAD 2024

Sáb Dic 21 , 2024
Não se preocupem: estamos protegidos, envolvidos pelo seu amor. Nesta data simbólica do ano e diante de tanta profecia apocalíptica, lembremo-nos do essencial: Jesus e Maria nos amam e observam a nossa evolução. Nada lhes agrada mais do que os esforços que fazemos para a nossa própria transformação. Minha mais […]

Puede que te guste