ESQUIZOFRENIA (82) Visita a la ciudad

—Sí que lo fue, por más que te resulte increíble —añadió Nicasio elevando su tono de voz—. Gracias a ti y a las ganas por resolver nuestro caso, esa tal señora Isabel llegó hasta Los Girasoles y vino acompañada de su mentor, ese señor tan sabio llamado Rafael. Ese espíritu, con sus manos, me dejó medio dormido. Por eso me calmé, para no interrumpir todo el proceso de explicaciones que esa enfermera comentó de nuestro pasado. A pesar de mi relajación yo fui consciente de todo lo que se expuso. ¿Comprendes ahora el motivo por el que te estoy tan agradecido?

—Lo siento, pero aún no.

—Mira, Martín, cuando toda esa reunión acabó, ese espíritu se quedó conmigo. Yo estaba tranquilísimo en su presencia y nunca antes me había notado tan bien, como si todo ese deseo de venganza y rencor se hubiese diluido de mi interior. Lo curioso es que, en ese ambiente de distensión, Rafael me hizo una propuesta de lo más atractiva. En concreto, me pidió que viajase con él a no sé dónde. Desconocía el lugar, pero en esa coyuntura de paz y serenidad, yo habría ido con él a cualquier parte.

—¿Un viaje? Pero… ¿no era para ti lo más importante el permanecer conmigo desquitándote de tus ansias de venganza a través del dolor que me causabas?

—Es que era otra situación, otro contexto. No sabría decirte el porqué, pero percibí en mi interior una voluntad muy clara de aceptar su invitación.

—Pues menudo cambio. Ese señor debe poseer una capacidad muy importante de convicción. ¡Qué extraño que te dejases embaucar por su ofrecimiento cuando tu única obsesión era torturarme! Era justamente lo que llevabas haciendo durante los últimos años…

—Da igual. En ese momento me dejé guiar por el impulso y decidí aceptar su consejo.

—Vale. ¿Y se puede saber exactamente hasta dónde te desplazaste con él?

Ya sé que te resultará difícil aceptarlo, pero nos dirigimos a una ciudad. Primero, me cerró los ojos con sus manos y me advirtió que, al poco, cuando me despertase, estaría en otro lugar diferente. Fue así como, tras un rato imposible de calcular, al abrir mis ojos no podía creer lo que estaba contemplando.

—¿De veras? Y ¿cómo era ese supuesto lugar al que viajaste?

Te lo dije antes. Aparentemente, se trataba de una ciudad como las que vemos por aquí. Sin embargo, fijándome bien, empecé a notar algunas diferencias. Por ejemplo, no había coches ni ese infernal ruido que podemos encontrar en sitios como Madrid. Y prestando atención, caí en la cuenta que de fondo se escuchaba una extraña música que acompañaba aquel ambiente. Era una melodía tranquila, sosegada, que contribuía a mantener un escenario apacible y de paz mental. Había gente paseando y es curioso, pero no me resultaban extraños. Caminaban sin prisas, algunos a solas y otros, juntos, por extensas y amplias avenidas vestidas de un blanco mármol como la nieve. Me contagió su increíble luminosidad, sin polvo, sin niebla, sin humos. Era mi primera vez en ese sitio, pero esa serenidad me produjo que me entregase a aquella experiencia a la que me había invitado el bueno de Rafael. No tenía miedo a lo desconocido, me notaba cómodo por dentro, como si estuviese en un espacio acogedor donde se me brinda la bienvenida.

Vaya, Nicasio. Me alegro por tu saludable experiencia. Ahora entiendo por qué no te has presentado por aquí en este último período. Se ve que estabas demasiado ocupado en «actividades turísticas». Imagino que al ser un sitio de acogida pasarías allí unas jornadas tranquilas y puede que de reflexión. Es como aquí cuando te sacan al campo para desconectar y poder contactar con la naturaleza. Así se queda uno más a gusto.

—Desde luego. Sin embargo y esto hay que aclararlo, no se trató solo de una simple excursión para alejarte del mundanal ruido. ¿Acaso no percibes dentro de mí una extraña tranquilidad? ¿No te sorprende, tal y como me conoces, que aún no te haya insultado o provocado en esta visita que te he hecho?

—Pensándolo bien, sí que es raro. Lo lógico habría sido que ya me hubieses humillado o golpeado con tus manos o que me hubieses recordado la brutalidad y lo injusto de mis actos sobre ti. ¿Ha llegado ya la hora de volver a las andadas? ¿Se acabaron las bellas palabras y el relax? Ay, Dios mío…—exclamó Martín mientras que adoptaba en la cama una postura corporal de lo más defensiva.

—Sí, te entiendo, pero por favor, cálmate y no vuelvas a los esquemas del pasado. Verás, todo se debe a que no dispones de la información de la que yo dispongo. ¡Qué mala es la ignorancia! ¿Verdad?

—Si tú lo dices, tú sabrás, Nicasio. Estás alimentando unas expectativas en mí que… no sé… no me gustaría que esto fuese una broma cruel, un maldito juego mental para luego mistificarme con una de tus desagradables sorpresas. Bueno, me la jugaré; continúa con tu historia.

—Al final, todo gira en torno a un misterio. ¿Sabes con quién me encontré en aquella misteriosa ciudad?

—Lo siento, pero no tengo ni la más remota idea.

Para tu asombro, te lo diré luego. Quiero ir por orden para no olvidar ningún aspecto. Se produjo una larga conversación con ese tal Rafael. Él, de buenas maneras, me indujo a dejar atrás mis odios y mi obsesión contigo, me convenció para que superase el pasado y me centrara en mi evolución futura y no en los rencores del ayer. Aunque no lo creas, ese espíritu tenía tal autoridad moral en sus palabras y en sus gestos que me contagió de su serenidad. Por una vez desde hacía mucho tiempo, empecé a sentirme «diferente», digamos que alejado de todos esos sentimientos de odio que se habían apoderado de mi pensamiento. Experimenté una placidez y un sosiego como nunca. Por fin me estaba dando cuenta de que, aparte del estado mental al que estaba habituado, existían otras formas de pensamiento distintas que me hacían sentirme bien. De pronto, ya no experimentaba esa rabia salvaje que dominaba mis emociones tras enterarme de que fuiste tú quien ordenó que me liquidasen. Rafael esquivaba los turbios asuntos del pasado y se centraba sobre todo en la esperanza, no en lo que había sucedido sino en lo que estaba por llegar. Ya no sentía el dolor propiciado por las ansias de venganza, sino una extraña y poderosa paz que se aposentaba en mi alma. Ya no quería quejarme ni maldecir, solo saber lo que sería de mí el día de mañana. En otras palabras, me hice consciente de que no podía continuar pensando en el ayer desperdiciando mi valioso tiempo con ideas de rencor; ahora debía centrarme en una nueva alternativa para el futuro y en un nuevo camino de actuación.

…continuará…

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Mié Nov 13 , 2024
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