ESQUIZOFRENIA (47) «Los girasoles»

—Por supuesto. El hecho de que haya mejorado algo últimamente no implica que se le pueda dar de alta ni que vaya a dejar su tratamiento. Ildefonso tendrá que ajustar la dosis según cómo evolucione, pero, no sé por qué, me da la impresión de que este chico estará mejor con vosotros. Creo que le ha llegado la hora de cambiar de aires. Además, en «Los girasoles» no existe tanta disciplina o vigilancia como aquí. Salir de este psiquiátrico y compartir vida con personas no tan conflictivas le puede interesar. Se trataría de que fuese normalizando sus usos y costumbres para lograr así una mejor adaptación. Por ejemplo, imagina que, dentro de un año, por establecer un plazo aproximado, este joven es capaz de moverse con normalidad por Madrid. Como especialista y conociendo su historial, para mí supondría un triunfo.

—Ya me hablas de la reforma del 86.

—En efecto, Sergio. Todos sabemos lo que significó aquella ley. Seis años después, aún no se ha implantado en todo nuestro ámbito tal y como debería ser. El traslado de este paciente a «Los girasoles» significará un impulso para esa reforma. Ya está bien de tanto «loco» encerrado. La psiquiatría y su práctica deben abrirse a la sociedad y a toda esta gente hay que ofrecerle una salida viable. ¿No lo crees así?

—Sí, estoy de acuerdo. Trabajemos con ese tal…

—Ah, perdona, apunta su nombre. Se llama Martín San Blas García. En fin, cómo me alegraría recibir buenas noticias de vuestra parte. Seguro que alguien de la Consejería de Salud estaría interesado en estudiar el expediente de Martín, para luego, como resulta habitual, colgarse una medalla a costa de nuestra labor.

—Sí, no me extrañaría. Ya sabemos cómo son los políticos. Yo prefiero mantenerme al margen; nunca me ha interesado ese mundillo y creo que, en el futuro, tampoco.

—Desde luego. Bien, pues no te molesto más —concluyó el psiquiatra—. ¿Vas a estar ahí un poco más de tiempo?

—Sí, al menos una hora más.

—Entonces y como adelanto, te envío por fax toda la historia clínica de este chico al que pretendemos aliviarle la vida.

—Muy bien, doctor. Estaré atento y para avanzar con el trabajo, me pondré a estudiar su expediente. Mañana le doy todas las novedades al director. Adiós y gracias.

—Buenas tardes.

Al día siguiente, en el interior de «Los girasoles» …

—Buenos días, doctor —saludó Sergio.

—Ah, hola. Ya he visto que nos van a mandar a un paciente nuevo. Un caso curioso, cuando menos… —contestó el psiquiatra—. Un chico de veinte años, sin familia, diagnosticado como esquizofrénico desde su adolescencia. Parece que, en la actualidad, han remitido sus reacciones agresivas. Con los neurolépticos se halla bastante controlado. Otro paciente que nos quieren «colocar» desde el psiquiátrico. A ver cómo acaba el experimento. Yo, por si acaso, no me fiaría mucho y si el chaval no responde, pues sintiéndolo mucho habrá que devolverlo.

—Sí. Deberemos estar alerta. Aplicando la reforma psiquiátrica y el espíritu de la ley, esta tendencia es imparable. Menos pacientes retenidos en los centros de origen y más de ellos yendo a parar a un entorno más cercano al normalizado. Con Martín, el problema añadido con el que contamos es que ni siquiera posee una familia que se pueda encargar de él. Ni la original ni la adquirida.

—Sí. Es una pena; no parece que nadie haya puesto mucho interés en él. Imagina, toda su vida ingresado en diversas instituciones. Qué dato más desolador. Bueno, lo importante será comprobar su reacción a su nuevo entorno y a ver si logramos entendernos con él.

—Seguiremos el protocolo, doctor y ya veremos si poco a poco y con paciencia, alcanzamos algo positivo que le permita progresar. Ya sabemos que, con estos pacientes tan institucionalizados, los resultados son más complicados. Con que respete unos mínimos niveles de convivencia, yo ya me daría por contento.

—Pues nada, habrá que trabajar duro. Nada que nos asuste, ¿verdad, Sergio? —añadió el director del centro a modo de conclusión.

Veinticuatro horas después de aquella conversación…

—Bueno, yo ya le he visto —afirmó Ildefonso—. Por ahora, no le voy a cambiar la medicación con la que viene. Conforme vayan transcurriendo los días y lo vaya observando, veremos si procede alguna alteración en las dosis. Te advierto, Sergio, que es un chico que va a despertar tu curiosidad.

—Interesante —comentó el psicólogo—. Pues manos a la obra. Le haré la primera entrevista.

El joven se encontraba sentado en un banco que había junto a la puerta a la entrada del despacho de Sergio.

—Buenos días, hombre. ¿Qué, cómo estás? Me alegro mucho de saludarte. Ya sabes que es tu primera vez aquí.

Como el chico permanecía indiferente y no movía ni un músculo de su cara…

—Mira, mi nombre es Sergio Alegre y soy el psicólogo del centro —expresó el profesional mientras que le extendía su mano a Martín en señal de amistad.

El chico continuaba con su actitud pasiva, con una expresión de desgana preocupante.

—Bueno, si no sueltas ese cojín tan mullido va a ser difícil que me des la mano. ¡Eh, que no te lo pienso quitar, tranquilo! Aquí la gente suele respetar las posesiones ajenas.

…continuará…

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ESQUIZOFRENIA (48) Primera entrevista

Sáb Jul 6 , 2024
A continuación, Martín miró hacia su derecha y su izquierda para comprobar que no había nadie más por allí cerca. Una vez que se aseguró de que ninguna persona le quitaría su cojín, se levantó de un impulso y le ofreció la mano al psicólogo. —Me llamo Martín San Blas, […]

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