—Entonces, Romano, ¿nos permitirás hablar para que ella me dé todos los detalles de su historia? Y yo a ella, claro… —manifestó ilusionado un deslumbrante Martín.
—Faltaría más, amigos. Vuestras conversaciones serán el perfecto colofón a vuestra aventura compartida. En cualquier caso y dadas las circunstancias, con independencia de que os comuniquéis, lo más adecuado será venir conmigo.
—Debo entender que nuestro maravilloso viaje continúa. Y ¿se puede saber a dónde nos dirigimos? —preguntó el joven con curiosidad.
—Desde luego. Todo está ya organizado. Vamos a ir a una ciudad espiritual, en concreto nos moveremos hasta Nueva Europa que es el lugar que os corresponde. Ya veis que nosotros, como habitantes de esta dimensión, no dejamos nada al azar. Sería inconcebible.
—¿Nueva Europa? —expresó asombrada Eva—. Dios mío, espero que no se parezca en nada al sitio en el que he estado atrapada por tanto tiempo. Para mí, ha resultado una auténtica pesadilla.
—Querida amiga, me gustaría aclararte algo. Esa siniestra estación no existía en realidad, salvo en tu mente. Tu última actuación en el metro de Madrid, con el resultado conocido por todos, originó en tu mente un proceso obsesivo y «creó» para ti ese oscuro escenario que parecía un mal sueño repetido una y mil veces. Eva, el pensamiento todo lo puede, todo lo produce y puede provocarnos la impresión de vivir en una atmósfera insoportable.
—¿De veras, señor Romano?
—Ni te lo imaginas. Al tirarte al tren en aquella fecha, el impacto causado en tu espíritu fue de tal magnitud que simplemente reproducías de modo enfermizo el ritual suicida en formato de bucle. Todo se debía a la concepción errónea de que, matándote, todo el sufrimiento se acabaría para ti. Ahora, ya te habrás dado cuenta de que la muerte es imposible. El cuerpo, como materia orgánica se disgrega, el alma, como ente pensante y que siente, jamás. Nuestra esencia es el espíritu y este es inmortal, nunca desaparece.
—Sí, lo he comprobado por mí misma.
—Y ¿cómo fue posible que yo reconociera ese escenario tan siniestro? —preguntó el chico extrañado.
—Porque penetraste en la ilusión creada por el pensamiento de tu madre. Tu empatía para con ella era tan elevada que llegaste a compartir su «particular» mundo mental. Sin embargo, mira qué espabilado anduviste. Al final, conseguiste atravesar su coraza. Era difícil que ella pudiese mantener su fantasía frente al arrollador empuje de una férrea voluntad como la tuya, alimentada por la increíble fuerza del amor. Por eso, la estación ya ha dejado de existir. Martín, tú le contagiaste tus ganas de vivir y tu deseo por cambiar esa realidad desoladora. Una vez que Eva compartió las ondas de tu fortaleza renovadora, ella misma fue mudando sus pensamientos y se abrió a la esperanza. Las consecuencias ya las estáis experimentando.
—¿Y qué se supone que haremos en esa ciudad? —preguntó la mujer.
—Te lo resumiré en dos argumentos. En primer lugar, tenéis que recuperaros. El desgaste energético ha sido considerable. Después de todo lo que ha ocurrido, una buena convalecencia en manos de expertos resulta indispensable. Es lo mismo que sucede en la existencia tras una larga enfermedad. Contamos con las mejores instalaciones y especialistas para lograr ese fin, os lo aseguro. Por eso vienen a nosotros muchos espíritus de vuestro planeta que, tras una vida de penalidades o abusos, quedan exhaustos.
—Cualquiera pensaría en una especie de hospital para «muertos», Romano.
—Lo has expresado bien con palabras comprensibles, querido amigo. Sin embargo, no se trata solo de regenerarse. Contamos asimismo y este es el segundo propósito, con unos excelentes profesores que os impartirán nuevas enseñanzas adaptadas al nivel de cada alumno. Es posible que no asistáis a las mismas clases, pero tranquilos: podréis veros y charlar.
—Romano, por Dios, no me digas que a mi edad tendré que ponerme a estudiar letras y ciencias —comentó con gracia el muchacho.
—Pues claro que no, Martín. Tú solo recuerdas esas materias tal y como se conciben en el mundo de la carne. No es así. Me refería a otro tipo de conocimientos que se imparten en otro nivel. Aprenderéis conceptos sobre el sentido de la vida, sobre lo que hicisteis y dejasteis de hacer en la última existencia y en qué nivel evolutivo os halláis en la actualidad.
—Qué interesante, señor —afirmó Eva—. Creo que a mí me sentará especialmente bien.
—A ambos, sin duda. Todo lo que aprendáis os será de provecho para preparar el objeto último: vuestra vuelta al plano físico. Es mejor que lo sepáis desde el principio para que no alberguéis dudas. La estancia en la ciudad podrá ser más o menos larga, pero el motivo definitivo es prepararos para regresar a la vida, en otras condiciones y en otro escenario, pero, en definitiva, un retorno. La misma alma, con más experiencia, con más aprendizaje, pero siempre con el mismo fin de evolucionar, de crecer como seres inteligentes dotados de libre albedrío. Tranquilos, nada queda al azar: seréis de nuevo invitados a asumir otros desafíos.
—Evolucionar participando en nuevos retos, en pruebas que nos permitan llegar a ser mejores personas.
—Así se habla, joven. Creo que entiendes muy bien la funcionalidad de todo el proceso. Me alegro de ello. Tener las ideas claras desde el comienzo siempre ayuda, te ahorra esfuerzos y te concentra en lo verdaderamente importante. Pero de todo esto, hablaremos en las próximas fechas. Nueva Europa aún queda lejos, mas no tardaremos mucho.
—Y, ¿cómo será eso posible, señor? —dijo Eva un tanto incrédula.
…continuará…