—Si usted se refiere al concepto que se transmite en algunas películas o a la opinión generalizada que muchos han desarrollado, entonces yo no tengo nada que ver con ello. La ignorancia es muy osada en ese campo y se producen, por desgracia, muchas distorsiones. Lo que se describe en el cine no es exacto, ni siquiera aproximado. Se ve que el séptimo arte no está hecho solo como manifestación artística sino también para recaudar dinero, aunque sea a costa de faltar a la verdad. Pero claro, quizá no sea este el mejor momento para debatir esta cuestión.
—Ya, supongo. Pero no me ha contestado, Isabel. Insisto: ¿cuál es su método?
—No quiero soltarle ahora un largo discurso sobre lo que hago. Sergio conoce mi forma de trabajar y la aprueba por completo.
—¿Es cierto eso, amigo? —preguntó Ildefonso mientras que le clavaba la mirada al psicólogo.
—Yo también insisto en lo que afirmé antes, director. Su manera de desenvolverse resulta impecable. Dele solo una oportunidad de demostrárselo.
—Mire, doctor —intervino la mujer—. Entiendo su suspicacia. Lo veo normal porque usted no me conoce de nada. Se lo resumiré con otras palabras: puedo oír y ver cosas que otros no alcanzan. ¿Ve? Ya hemos resuelto el misterio. Esa capacidad me permitirá desentrañar la intriga que se mueve en torno a este chico y es posible que, entre todos, podamos hallar así una solución.
—Entonces, esa es la habilidad que usted posee como médium. ¿Se está refiriendo a hablar con los muertos?
—Señor, dicho así, suena fatal. Nadie puede hablar con un «muerto», entendiendo por muerto a alguien que no tiene vida. Yo me comunico con espíritus, que es lo que queda de la persona una vez que el cuerpo desaparece. Y le aseguro que experimentan emociones y son capaces de pensar. Creo que no debemos meternos ahora en discusiones filosóficas, porque yo he acudido aquí para una tarea muy concreta, si bien en el futuro y si le interesase podríamos pasar amplias horas debatiendo sobre esta cuestión. Quiero que lo sepa. No vengo a razonar sobre farmacología sino a enfocar el trastorno de este chaval de un modo distinto.
—Y, digo yo. ¿De dónde le surge el conocimiento? ¿Es algo que viene de la genética o una capacidad aprendida y consolidada a lo largo del tiempo?
—Veamos, don Ildefonso. Si yo le respondo y se queda más tranquilo, ¿me dejará ver a Martín?
—Claro, señora. Solo quiero asegurarme de su «seriedad» como profesional de la salud mental.
—Una cosa, doctor. Creo que no debería insistir en las discusiones con su mujer acerca de la situación de su hijo.
—¿Cómo dice?
—Ayer por la noche, en su casa, hubo una palabra más alta que otra. Existe un fuerte debate con su esposa sobre la condición de su hijo. El chico está cerca de cumplir los treinta y mientras que a su mujer no le importa que su «niño» continúe en el hogar materno, a usted esa coyuntura no le gusta, de modo que es más de la opinión de que su hijo se independice y se busque la vida.
—Un momento, ¿posee usted habilidades telepáticas? ¿Ha logrado penetrar en mi mente y localizar unos datos que pertenecen a mi esfera privada? —preguntó preocupado el psiquiatra.
—No, tranquilo. Sencillamente, un espíritu de mi confianza me lo está diciendo.
—Pero… ¿quién? No veo a nadie por aquí.
—Claro. Se lo repito. Se trata de un espíritu noble que trabaja conmigo para hacer el bien.
—Y ¿cómo se llama esa criatura?
—El nombre es lo de menos, pero como tiene curiosidad se lo diré: se llama Rafael. Él se encarga de darme información y revelarme datos de las personas con la única intención de ayudarles. ¿Ve? Soy una enfermera a los ojos del mundo, admito que algo especial, pero mi único interés es ayudar al prójimo.
—¡Increíble! —pronunció con los ojos bien abiertos el director—. Me ha dejado usted de piedra.
—Por cierto, doctor. No se apure en cuanto a su jubilación.
—Vaya, ¿otra noticia de parte de su «amigo invisible»?
—Si por usted fuera, el año que viene pasaría a dedicarse a sus aficiones. Sin embargo, como ocurre con el asunto de su hijo, su esposa tiene otro criterio. Ella preferiría que usted siguiese en activo para no reducir los ingresos familiares. ¿Comprende ahora por qué usted es partidario de que su hijo se emancipe? Parece que en su casa hay mucho debate últimamente.
—Bueno, está usted en todo y aunque me fastidie un poco, he de decirle que lleva usted razón. Todo eso está a debate en mi casa y supongo que tendremos que tomar una decisión.
—Muy bien, señor. ¿Entiende ahora cómo funciona el procedimiento? Es justo cómo yo obro para ayudar a los demás.
—Si me dejáis participar —añadió de repente Sergio—, creo que Ildefonso ya se ha convencido de cómo opera mi amiga Isabel con estos asuntos. Tengo la impresión de que ya no son necesarias más explicaciones. ¿O me equivoco?
—En lo que a mí respecta, admito mi sorpresa. Isabel es la primera médium que he conocido y en este caso, ignoraba esa forma tan peculiar de actuar.
—Pues me alegro mucho, don Ildefonso. En fin, ¿podría pasar ya a visitar a nuestro paciente?
…continuará…