—Sin la creencia en esa hipótesis, tal y como usted afirma, nada de esto hallaría una explicación racional, Ildefonso. La evolución de los seres no puede depender de una sola existencia; sería tan breve el espacio de tiempo para entender nuestra complejidad… Este país tuvo que soportar un conflicto armado de casi tres años de duración. ¿Os hacéis cargo de la sangre y de las lágrimas vertidas entre hermanos, entre los habitantes de una única nación? Si contemplaseis España desde el cielo sabríais que existe una cantidad innumerable de almas encadenadas a los recuerdos de esos sucesos tan trágicos producidos antes, durante y después de la guerra. ¿Qué esperabais de una situación como la de Martín? Su actuación solo representa una ínfima parte de la violencia que se produjo. Pensad bien: alguien ordena asesinar a un conocido para arrebatarle a su novia y borrar su recuerdo, literalmente hacíéndolo desaparecer del mapa. ¿Sabéis la de espíritus implicados solo en esta brutal trama? Carmen Arias, los miembros de su familia de origen, los matones que ejecutaron a la víctima, los gobernantes que bañados en la euforia de su «victoria» permitieron indiferentes ese horrible escenario de hechos y eso es solo la parte más notoria de lo conocido. Sin embargo, aunque nos perdamos en los pormenores del relato, Dios no olvida ningún detalle de la cronología de sus hijos. Él lo observa todo y aplica sus leyes eternas sobre la conducta de los hombres. Esa es la verdadera justicia que nos alcanza a todos por igual y que solo se somete a la ley de hechos y consecuencias. Y esto no puede atenerse a breves períodos de la existencia, precisa de siglos o más para desatar nudos complicados de relaciones entre hermanos y para unir los de la hermandad sustentados en el afecto. Amigos, sin duda, se trata de un fenómeno complejísimo, pero que da un verdadero sentido a nuestras vidas, a veces incompleto porque solo nos limitamos a observar una parte del relato. Y os a seguro que el Creador no deja ningún cabo sin atar ni ninguna cuerda suelta. Todo encaja a la perfección en su sistema eterno y universal. Y lo descrito, lo rechacemos o no, necesita de la reencarnación. Disponemos de libre albedrío, desde luego, pero todos, sin excepción, somos receptores de los efectos causados por nuestras acciones. En aquella época, Martín fue labrando un futuro doloroso, una incalificable fase en la que reinaron el odio, la envidia y un feroz egoísmo impuesto sin complicaciones. ¿Qué acontecimientos podíamos esperar de su presente a la vista de sus antecedentes? Ahora, ya conocemos como él vino al mundo y en qué circunstancias, en un entorno de máximas dificultades, con una madre inmersa en la atmósfera de la prostitución, que abusaba del alcohol y que incluso odiaba su propia forma de existir. Tan mal se hallaba consigo misma, que, en medio de la desesperación, tomó la peor decisión: acabar con el don más valioso que Dios nos regala y que es la vida física, la oportunidad de seguir creciendo y avanzando entre las dificultades de una ruta que solo responde a cómo ejercitamos nuestra libertad en el pasado. Y este es el camino de redención planificado para Martín, un itinerario apropiado y nada fácil, para que él fuese tomando, poco a poco, obstáculo tras obstáculo, conciencia de su pasado y de los terribles efectos de sus acciones, para que en medio de todo ese temporal condujese su nave hacia buen puerto, no a través de la venganza y el orgullo, sino de la caridad y la resignación, es decir, la aceptación por su parte de las adversidades de su pasaje de rescate. Tras un tiempo de no comprender y de desarrollo de su cuerpo, él empieza a verse atormentado. Tras una durísima infancia llena de desapegos y de falta de cariño, desenvuelta entre los muros de frialdad de las instituciones, su andadura se convierte en una cuesta empinada tras la irrupción de un personaje como Nicasio. Y la tormenta en su océano de navegación se prolonga hasta la fecha actual, cuando la justicia y la misericordia divina entran en acción. ¿Existen serios problemas en la vida? Claro que sí, pero no resultan irresolubles. Hasta los años de orfanatos y psiquiátricos terminan. No hay males que se prolonguen indefinidamente. La bondad del Creador no lo permitiría, lo que ocurre es que su duración se prolonga conforme a la naturaleza de nuestros actos. Y por fin, cuando nuestro joven alcanza los veinte años de edad, algo se mueve. Soplan vientos de ayuda. Nosotros somos sus peones y con nuestra voluntad adquirimos un grave compromiso: socorrerle, cooperar con él para que se desprenda del lodazal de sus antiguas miserias y mostrarle que existe una puerta abierta que puede cruzar hacia la evolución. Nadie niega el gran daño que causó entre sus semejantes, pero la luz del progreso no se oculta eternamente. Incluso el más malvado puede gozar de la oportunidad de redimirse, primero, asimilando su mal proceder y luego, tomando la determinación de actuar de otro modo, ahora con el amor, que es la antítesis del mal, reparando el daño causado. Creedme, hermanos: Dios no se equivoca y es justo que así suceda, incluso en el caso que hemos analizado. Hay heridas pequeñas y otras más grandes; pero somos inmortales y el objetivo final de la felicidad a la que aspiramos está ligado al afecto y las buenas obras. No existe alternativa, a Dios gracias. Nunca morimos; o avanzamos o nos estancamos. Y el estancamiento es tan solo la prolongación del sufrimiento hasta que decidimos cambiar, mudar de actitud. ¿Quién querría sufrir durante varias existencias? Solo los obcecados en su cerrazón por la frialdad que habita entre las paredes de su alma. Mas incluso en las peores circunstancias, ese escenario de dolor no se alarga ilimitadamente. Nada es para siempre, salvo la Verdad. Y la Verdad divina está impregnada de amor. El sueño de un mañana mejor sobrevive en nuestros corazones y respetando unos plazos, es justo lo que sucedió con nuestro Martín. Es seguro que su coyuntura va a cambiar. Tened paciencia, pero sus ojos se han abierto a la esperanza. Ya se vislumbra un nuevo amanecer donde él pueda dejar atrás la pesadilla vivida. Ha sufrido, claro, era su sino, no disponía de otra opción tras las sombras creadas por su comportamiento, pero ahí está su futuro, inmenso como el tamaño de las puertas del amor.
Se hizo un breve silencio, tras el que la enfermera bajó su cabeza con lentitud, como tratando de acoplarse a su cuerpo.
—Dios mío, Isabel —añadió un emocionado Sergio—. Me has hecho verter lágrimas con tu abrumadora comunicación.
—No es mía, cariño, han sido las voces de los emisarios celestiales que, a veces, se me ponen a hablar de cómo funciona la vida. Yo solo soy una transmisora de sus ondas de pensamiento, de un mensaje que previamente han dejado en mí.
—Impresionante, señora. No hallo palabras, solo un revoltijo de emociones en mi interior que me animan a mejorar —admitió Ildefonso con gestos de gratitud en su rostro—. Y digo yo, ¿qué pasará con Nicasio?
…continuará…