ESQUIZOFRENIA (77) El rostro de Eva

—Has de saber que esa era una constante repetitiva en el proceso evolutivo de Eva: renunciar a superar los obstáculos en cuanto aparecían. Sin embargo y esto es importante, Dios es siempre misericordioso. Él lo valora todo y sabe de las debilidades y virtudes de sus hijos. Somos imperfectos, ya lo sabes. Cada conducta no se juzga de forma aislada. Se evalúan también las circunstancias en las que se producen esos hechos. Tu madre, aunque se suicidase y contraviniese con ello las leyes naturales, tendrá en su día la oportunidad de mirar hacia la luz, de recorrer un nuevo camino y de seguir avanzando a costa de nuevos desafíos. Ha sido siempre así y continuará siendo así. Son aspectos que no cambian, es decir, la necesidad de trabajar en la mejora de uno mismo para transformarse. El ciclo evolutivo que nos corresponde no se desarrolla permaneciendo tumbado en la cama. Sería ilógico ¿verdad? Debemos trabajar a través de la acción para demostrar que la voluntad de avanzar es firme y que no vamos a caer en el desfallecimiento pese a las dificultades.

—Sería entonces como dice ese antiguo refrán cuando afirma que…

—En efecto. Rafael me lo dice porque puede leer tu pensamiento: «Dios puede apretar, pero nunca te ahoga». ¿Por qué iba Dios a querer que cayeses? Una cosa son los retos a los que nos enfrentamos y otra bien distinta las decisiones que tomamos que solo dependen del uso de nuestro libre albedrío. En tu libertad también está dimitir o abdicar de tus pruebas, pero ahora, ya sabes de las consecuencias.

—Isabel, he entendido el mensaje, pero me pregunto por lo que yo puedo hacer por ella. Me siento tan pequeño para interceder ante su situación…

—Te aconsejo que dirijas tus oraciones por ella y por su pronto restablecimiento. El Creador jamás ignora ninguna de las peticiones de sus hijos, aquellas realizadas con sinceridad y desde el corazón. Y yo observo en ti esa sinceridad y esa lealtad al recuerdo de la figura de tu madre.

—Entonces, pediré por Eva el tiempo que haga falta, para liberarla de su carga y para que pronto aparezca esa luz que la guíe hacia su recuperación.

—Harás muy bien, Martín. Te lo aseguro. Hay espíritus expertos y avanzados en esa materia que ayudarán a tu madre en cuanto ella muestre un poco de receptividad a su benefactora influencia. Espero que estas explicaciones que nos ha ofrecido el bueno de Rafael te hayan servido para comprender cómo funciona el mundo espiritual y los efectos que siguen a un suicidio.

—Gracias, gracias señora —acertó a expresar un conmovido Martín ante lo que había escuchado de la boca de Isabel.

El joven se inclinó ante la mujer y se puso a besarle la mano repetidamente en un gesto natural de reconocimiento.

—Tranquilo, jovencito. Dirige todo ese sentimiento de gratitud al Padre. Él nos observa y sabe de nuestras necesidades. Nosotros solo somos mensajeros.

—Dios mío, cómo me hubiese gustado tener una imagen, conservar un recuerdo de mi madre en el alma. No puedo remediarlo, pero es tanta la ansiedad en la que he vivido, que un ser humano se refugia en sus recuerdos más íntimos, especialmente en la foto de quien te trajo al mundo. Y ni eso tengo. Me comprende, ¿verdad, señora?

—Por supuesto, amigo. La figura de una madre y todo lo que eso implica resulta esencial en la vida de un niño y alivia, a menudo, las dificultades por las que pasamos. Espera un momento, Martín, porque después de lo ocurrido, no nos vamos a marchar de aquí sin darte una alegría y, sobre todo, una esperanza. Relájate un momento, porque vas a vivir una experiencia extraordinaria. Rafael es capaz de hacer muchas cosas y ahora, posará sus manos sobre tu cabeza. En breve, quedará grabado en tu memoria un recuerdo exacto de cómo era Eva cuando tú naciste. Ese será tu mejor regalo a conservar en el futuro que has de vivir.

El joven cerró sus ojos con lentitud y trató de relajarse en la silla. Al poco, el espíritu de Rafael provocó que la imagen de su madre unos veinte años antes quedase grabada en la memoria de Martín. Cuando abrió sus ojos, no cabía en sí de felicidad, mezclando su inmensa alegría con las lágrimas de gozo por haber reconocido, al fin, el rostro de la que fue su progenitora. Sin duda, este había sido el día más crucial en los últimos años de su existencia, una jornada que jamás olvidaría y que aumentaría hasta el infinito su vínculo espiritual entre Eva y él. Era como si esos veinte años de ausencia se hubiesen compensado por aquella maravillosa visión.

—Cómo me alegro de verte tan feliz —dijo la enfermera—. Te merecías recibir una recompensa como esta después de tanto vacío e incomprensión. Quién sabe si en el futuro te puedas encontrar con ella. Esa posibilidad viajará siempre contigo y servirá para aposentar en ti la esperanza de un mañana mejor.

Tras la excitación inicial de Martín, el chico pareció relajarse mientras que su mirada perdida se hallaba concentrada probablemente en aquella reveladora visión. Isabel volvió a tomar la palabra:

—Bueno, don Ildefonso, Sergio… después de esta animada conversación, creo que ahora tenemos las cosas algo más claras. ¿Qué opináis?

—Por mi parte —intervino el psiquiatra—, reconozco la grata sorpresa que me ha causado todo lo que he presenciado. Ni en sueños podía imaginar que existiese una alternativa para entender lo que consideramos enfermedades mentales como la de este paciente. Todavía es pronto para asimilar todo lo que he visto hoy. ¿Qué quiere que le diga? Lo único que se me ocurre es mostrarle el mayor de mis respetos por su actuación. Debe ser que me he quedado un poco antiguo en mis planteamientos o que esto no me lo explicaron en la facultad de Medicina. Aun así, no se me van a caer los anillos por admitir que existía una alternativa al tratamiento de Martín que no fuera la tradicional. Quizá hayamos ignorado la presencia de otras circunstancias en el curso de la esquizofrenia que hasta ahora no habíamos tenido en cuenta. Supongo que habrá que seguir el curso de los acontecimientos para observar la mejoría de este joven y si consolida todos esos pasos que hoy se han dado.

…continuará…

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