—Con todas mis reservas como profesional de la salud mental, no me perdería lo de mañana ni por todo el oro del mundo. Quién sabe; a lo mejor y pese a mi dilatada experiencia no he visto aún ciertas cosas que me pueden cambiar mis esquemas de tratamiento.
—Pues es cierto. La vida está llena de sorpresas. Quiero que sepas que, si he recurrido a ella, no ha sido solo por aliviar nuestra tesitura o por mera comodidad. Si tú conocieras a alguien que pudiese encarar esta situación desde una nueva perspectiva, tal vez recurrirías a sus conocimientos para resolver el problema.
—Claro. No me considero tan idiota.
—Esperemos que funcione. Mientras tanto, seamos prudentes.
—Pues mañana, en cuanto llegue «tu» enfermera me avisas. Quiero ser testigo de sus habilidades.
—Por supuesto. Hay que confiar.
A la jornada siguiente y a la hora acordada…
—¡Eh, buenos días, Isabel! Tan puntual como siempre. ¡Cómo me alegro de verte!
—¡Yo también a ti, Sergio! En serio, me puse muy contenta ayer con el encargo que me hiciste. Resultó un grato incentivo para animarme y recuperar sensaciones. Echaba de menos estos casos «dificultosos». Creo que el proceso de Martín me hará volver a unos tiempos de rejuvenecimiento.
—Mira, ayer no quise darte dolor de cabeza con los pormenores sobre este joven. Dada tu dilatada carrera, es casi mejor que lo compruebes por tu propia mano. ¿No te parece?
—Por mí, perfecto —dijo la antigua enfermera muy convencida—. Si me surgiese alguna duda ya te consultaría.
—Bueno, estaré a tu disposición todo el tiempo. Si te parece, antes de comenzar, te voy a presentar al director-psiquiatra de «Los girasoles». Aunque resulte una formalidad, querrá conocerte y te hará algunas preguntas.
Al poco…
—¿Ildefonso? ¿Podemos pasar? —preguntó el psicólogo llamando a la puerta del despacho.
—Sí, adelante —confirmó el doctor mientras que se levantaba y se disponía a saludar a la mujer.
—Buenos días.
—Buenos días. Entonces, usted es Isabel, la enfermera de la que tan bien me ha hablado su amigo Sergio. Según me ha comentado, está especializada en «asuntos» delicados como este. Pues es un placer.
—El placer es mío, doctor. Digamos que logré acumular bastante experiencia en el campo que estamos tratando. Fueron muchos años trabajando en unidades psiquiátricas, por lo que me hallo acostumbrada a este tipo de pacientes. Y, por cierto, lo confirmo: hay algunos casos que no podemos abordar desde una perspectiva clásica. No hay que perder la esperanza. Por eso creo que podremos arreglarlo.
—Qué bien oír eso, Isabel. Pero… ¿y si no lograse usted reconducir la situación? ¿Cómo se las apañaría?
—Claro, existe esa posibilidad. No hay certezas absolutas al respecto. Si al final este chico no respondiese a la terapia… pues al menos, yo me quedaría tranquila por haberlo intentado. No se me ocurre ahora mismo otra alternativa.
—De acuerdo. Perdóneme, Isabel… pero ¿podría explicarme cuál es su método? Le ruego que no me malinterprete, pero como responsable de este centro me gustaría conocer el nombre de esa técnica que usted va a utilizar con Martín.
—Digamos sencillamente que a través de los años he conseguido valerme de mis capacidades para reconducir situaciones difíciles como esta que se nos presenta. No lo sabré con exactitud hasta que vea a ese joven.
—Me temo que no la entiendo —comentó el director mientras que miraba insistentemente a los ojos de Isabel.
—Me hago cargo. Eso sucede porque está habituado a los métodos tradicionales que usa la psiquiatría. Mire: le seré franca para que me entienda bien y no perdamos nuestro precioso tiempo.
—Pues me noto ansioso por saber de su metodología.
—Está bien. Se lo diré sin más preámbulos: soy médium.
—¿Cómo dice, señora? ¿Médium? Pero, ¿qué historia es esta? Sergio no me ha mencionado nada al respecto.
—Doctor, no quise predisponerte ni a favor ni en contra de mi amiga. Por eso no te dije nada ayer. Era mejor que te lo dijese ella. Yo la he observado trabajando en muchas ocasiones y aunque te suene raro, te aseguro que podemos depositar en ella toda nuestra confianza. En caso contrario, no se me habría ocurrido traerla hasta aquí. Lo siento, pero el caso de Martín es extremo y una vez estudiado, he desarrollado muchas dudas acerca de que su diagnóstico como esquizofrénico sea el correcto. En mi opinión, resulta fundamental que Isabel lo evalúe para despejar las dudas que han aparecido.
—Vamos a ver, Isabel —expuso el doctor con gesto de preocupación—. Cuando usted se define como médium, ¿a qué se refiere exactamente? ¿Tiene eso relación con lo descrito en algunos libros o con lo que se ve en algunos medios como el cine? La verdad es que no me gusta el cariz que está tomando este asunto. Espero que me comprenda.
…continuará…