ESQUIZOFRENIA (3) Fuego en el alma

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—Martín, vamos a tratar de recordar una cosa —expuso Isabel con calma—. Hace un rato me dijiste que te habías despertado en un edificio del que saliste para perseguir una luz que atravesaba una ventana. Trata de ir hacia atrás en el tiempo. ¿Qué hacías allí? ¿Por qué estabas en ese lugar y no en otro? ¿Cómo apareciste en aquel escenario?

—Uf, me cuesta horrores; ahora mismo no me viene ninguna imagen a la cabeza. Esto es como querer y no poder…

—Entonces, tratemos de concentrarnos —insistió la médium—. Te daré una pista. Trata de emocionarte, no te fijes solo en el elemento descriptivo de la situación sino en la reacción emocional que aquel evento te produjo. Veamos, ¿te dice algo la palabra «fuego»?

—¡Fuego! ¡Fuego!… Un momento, tengo una vaga sensación, como la impresión de sentir muchas llamas a mi alrededor.

—Atención, concéntrate en la sensación de calor que provoca el fuego a tu alrededor.

—Sí, es cierto. Ahora estoy viendo un montón de llamas como acercándose a mi figura. La temperatura está subiendo con rapidez. Llega un momento en que resulta insoportable… pero, pero… me caigo… creo que he perdido el conocimiento, me quedo tirado en el suelo y pierdo cualquier memoria. Es un alivio, aunque ahora que mencionas ese fuego, noto ese calor como dentro de mí, pero eso no es posible.

—Claro que sí. Se trata de un recuerdo de cómo falleciste. Es cierto que los bomberos te salvaron en última instancia de morir quemado; sin embargo, aunque te sacaron del edificio, tú ya habías muerto al ingerir cantidades tóxicas procedentes de la combustión de todos los objetos que habían ardido. Era simplemente lo que tenía que ocurrir, de acuerdo al gran sacrificio que hiciste.

—¿Sacrificio?

—En efecto —aseguró Isabel—. ¿Acaso no conoces esa frase tan famosa de los evangelios?

—¿Cuál exactamente?

—«No hay amor más grande que el que da la vida por los amigos».

—Me suena bastante.

—Pues es justamente lo que realizaste. Por favor, introdúcete en la situación con tus sentimientos. Mira hacia tus adentros.

—Me viene una imagen a la mente: yo no conocía a esa niña que solo pedía ayuda para que alguien la sacase de allí dentro para no abrasarse.

—Querido amigo: lo importante no es si conocías o no a esa niña ni quién era. Lo esencial se resume en el acto en sí, en la gran generosidad que mostraste al exponer tu vida para salvar a la chiquilla. Eso fue lo que al final ocurrió. Diste tu vida por un semejante y eso te honrará durante siglos. Piensa que esas palabras tan hermosas de antes las dijo el mismo Jesús.

—Y ¿cómo me repercutirá ese sacrificio cometido?

—Es sencillo. Para ti, ahora que has cambiado de estado, se va a tener muy en cuenta tu heroica actuación. Te ayudarán, te lo aseguro Martín, y tu existencia a partir de este mismo instante va a ser mucho mejor.

El espíritu del joven se quedó como mudo, sin poder reaccionar. Mientras tanto, algunas lágrimas aparecieron en su rostro. Ante la situación surgida, Isabel estuvo atenta…

—Anda, ven a mí. Déjame que te abrace.

—Sí, me vendrá bien. En estas horas de confusión, tus explicaciones me han servido de mucho.

Sergio permanecía anonadado ante la escena que estaba presenciando. Solo podía ver a Isabel, pero poco le importaba eso. Sabía que el joven de tan solo veintiún años se encontraba allí, manteniendo la conversación más importante de su vida en compañía de su gran amiga Isabel. Aunque no podía ver la escena completa, sí que podía «sentir» todo aquello que acontecía a tan solo unos metros de distancia.

—Oye, tu abrazo me ha sentado de maravilla. Te lo agradezco de corazón.

—Claro que sí, Martín. Tú estás sin tu antigua envoltura física y yo aún la conservo, pero hay gestos que nos unen y que nos indican que pertenecemos a una gran familia, da igual que estemos vivos o «muertos». Esta es una diferenciación muy típica de la mente humana dualista. En verdad, todos nos relacionamos con todos. Por eso, en su día, te comenté que la muerte era tan solo un cambio de vestido, nada más. Mi buen amigo, si puedes seguir pensando y emocionándote, estás igual de vivo que yo, así como yo me emociono pensando en tu actuación.

—Oh, Isabel, la mujer de los abrazos mágicos —respondió el espíritu con una amplia sonrisa—. Poco a poco y gracias a tus consejos, estoy recobrando la memoria y la confusión que antes me dominaba se está desvaneciendo.

—Por supuesto. ¿Te acuerdas cuando me hablabas del suicidio como una opción para ti frente a una existencia sin sentido?

—Sí. Para mí era una alternativa que no podía descartar. Había perdido la ilusión por vivir y ante eso, la mente empieza a buscar una salida a ese laberinto que implica estar vivo sin motivación, sin ganas.

…continuará…

4 comentarios en «ESQUIZOFRENIA (3) Fuego en el alma»

  1. Buen tema.
    Espero poder leer el libro.
    Necesito saber más
    Tengo un familiar que padece de esta enfermedad mental.

    1. Por supuesto, Mara. Ya lo sacaré completo cuando se publique por capítulos en la página web. Sin desmerecer a la psquiatría, pero en este relato veremos otro modo de afrontar o contemplar a esta enfermedad mental. Gracias por tu atención.

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