ESQUIZOFRENIA (76) Prueba no superada

—Mi existencia ha sido una incertidumbre total. Llevo más de veinte años queriendo conocer mis orígenes. ¿Usted me podría informar, por favor?

—Claro que sí. Te voy a transmitir todo lo que Rafael me vaya contando sobre ti y tu biografía —afirmó Isabel mientras que iba cerrando sus ojos—. ¿Estás preparado, Martín? Pues concéntrate.

—Ardo en deseos, señora. Le estaré agradecidísimo. Usted es una bendición para mí, al igual que ese señor que la acompaña.

—Querido hermano: has de saber que viniste a este mundo en un día muy frío, allá por el invierno de 1971. Tu madre se llamaba Eva y era una prostituta. Tu abuela materna se había venido a España desde Francia en compañía de su amiga, la que habría de ser la futura «Madame» del local donde ambas trabajarían. Tu madre, «heredando» la tradición de tu abuela, convivió con esa profesión en Madrid y digamos que no contempló otra oportunidad laboral en su vida, pues era lo que había observado desde que era niña. Sin embargo, su propia actitud, al no poder escapar de aquel ambiente, la desesperaba profundamente. Ella tenía otras perspectivas, otros sueños por realizar. Un día, vio en un cliente algo que le llamó la atención y aunque en ese trabajo no convenía despertar las ilusiones, se enamoró perdidamente de aquel caballero que, a su vez, quiso sacarla de allí porque también había experimentado un flechazo. Pese a las advertencias de su jefa, al final, consiguió marcharse del local cuando aquel respetable señor al que no le faltaba el dinero le pagó a la «Madame» una alta compensación económica por la joven, que era tu madre. Cuando una noche, de forma inesperada, Eva se quedó embarazada de ti, se iniciaron los problemas. El hombre, ante la confirmación de la noticia, empezó a mudar su disposición. La responsabilidad de ser padre le asustaba y lo que antes eran mimos y atenciones, se transformó en un empeoramiento de su relación. Con el paso de las semanas y conforme iba aumentando de tamaño la barriga de Eva, su vínculo se enfrió. No obstante, tu padre no quiso dejarla abandonada y le dio una cantidad de dinero suficiente y le alquiló un piso para que aguantara hasta el nacimiento del crío, que eras tú. Al poco de nacer y durante unos días, tu madre te cuidó, pero pronto su ánimo se vino abajo. Desesperada, sola, sin más ingresos y hundida en su corazón triste e impotente, pensó y tomó una decisión definitiva. No quiso arriesgarse contigo a que pasases hambre o necesidad. Y tampoco se ilusionó con la idea de criarte en un prostíbulo que era su antiguo lugar de trabajo y adonde pensaba volver para comer todos los días. Aquella mañana fría de febrero, te colocó en un carrito, te abrigó bien y al alba, te dejó a las puertas de un antiguo convento de monjas de modo que ellas se hiciesen cargo de ti y al menos, te alimentaran. Tras asegurarse de que te habían recogido, se quedó muy afectada por su terrible elección y a efectos de sobrevivir retornó a su antigua ocupación como prostituta. Fue allí a suplicarle a su antigua «Madame» para ser readmitida y tras la discusión con su antigua jefa, que le reprochaba su marcha un año antes, volvió a lo suyo. Las cosas en el burdel fueron empeorando, sobre todo dentro de la cabeza de Eva, porque con el paso del tiempo, ella fue deprimiéndose pues cuando se había ido con aquel señor a convivir se prometió a sí misma no retornar a vender su cuerpo. Nunca se recuperó por tu abandono, como si fuese una deuda eterna que algún día tendría que pagar. Creía haber fracasado como madre, como mujer, como ser humano. Si ni siquiera había sido capaz de cuidar de su propia criatura ¿cómo iba a cuidar de sí misma? Y pasaron los días y las señales negativas en el ánimo de tu madre fueron creciendo e intensificándose. Una tremenda bronca con la «Madame» por el mal desempeño de su trabajo con un cliente exigente inició todo el proceso final. Una mañana, después de una terrible noche de insomnio, su angustia alcanzó el máximo nivel. Para aliviar su ansiedad, se emborrachó y con las facultades trastornadas por el alcohol, salió del lugar y se dedicó a pasear por el centro de Madrid. Lo que durante fechas anteriores había sido potencia se convirtió en acto. De este modo, ese día entró en la estación de metro de la Puerta del Sol y cuando el convoy se acercaba al andén se tiró al tren y falleció de inmediato por el impacto. Esa fue muy resumida la vida de tu madre, así como su trágico final.

Numerosas lágrimas fueron inundando el rostro de Martín mientras que escuchaba el relato de la enfermera acerca de cómo él había nacido en aquellas horribles circunstancias y de cómo Eva se había suicidado envuelta en la desesperación por su fracaso existencial. Todos los presentes quedaron fuertemente impresionados. El joven, entre sollozos, le preguntó a la mujer…

—Señora, ¿usted podría indicarme cómo encontrar a mi madre? La compadezco tanto, no solo por haberme traído al mundo en una existencia perra sino porque, como hijo suyo, no puedo aguantar su terrible sufrimiento. Pensar que ella me entregó a unas monjas porque se veía impotente para cuidarme es como sentir la afilada hoja de una espada rasgándome el alma.

—Querido Martín, me dice Rafael que es mejor que no sepas dónde se encuentra. Se trata de una zona del mundo espiritual poco recomendable de visitar. Y por supuesto que sigue viva, porque todos somos inmortales. Eva necesita en estos momentos seguir profundizando en su interior y enfrentarse a la dura realidad que supone tomar conciencia de lo que hizo. Ella, aunque motivada por una penosa realidad, desertó de lo más sagrado que Dios le dio: la custodia de su propia vida. El destino la puso a prueba en la experiencia de la vida física y renunció a enfrentar ese duro reto. Las pruebas, por muy duras que resulten, se programan para ser superadas, aprender la lección y luego, seguir avanzando en nuestro proceso de transformación.

—Sí, eso lo comprendo, doña Isabel, igual que es un alivio saber que jamás morimos y que la existencia sigue a pesar de no superar los más complicados desafíos. Sin embargo, ¿no tendrá mi madre un perdón por su espantosa decisión? Si su trayectoria suponía algo parecido a vivir en un infierno, ¿no tendrá Dios en consideración esa tragedia vital por la que ella debió pasar? Creo que no todos los habitantes de este planeta pueden superar la exposición a determinadas escenas tan llenas de amenazas y riesgos.

—Lo sé, Martín. Eva arrastraba de antes una serie de compromisos muy fuertes y por eso vio la luz en un entorno de altas exigencias. Por desgracia, tu madre perdió la esperanza y ante la magnitud de sus problemas se dio por vencida y arrojó su toalla. Sencillamente, dejó de luchar. Eso resume su coyuntura.

—Le pido a Dios toda su clemencia para con ella —afirmó el joven dirigiendo su mirada hacia arriba.

…continuará…

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