ESQUIZOFRENIA (72) Falso diagnóstico

—Claro que sí, director. Yo también he sido testigo de esta brutal agresión, aunque nada sorprendente. Ya le adelanto que no es la primera vez que este chico sufre ese tipo de violencia.

—Es que verá —interrumpió Ildefonso—; en su historial constan frecuentes episodios similares al de hoy atribuibles desde la psiquiatría al trastorno esquizofrénico que padece Martín. En los informes se reflejan las dudas que existen acerca de si esos golpes se los propina el propio afectado y luego se los achaca a ese tal Nicasio. Se ve que nadie tuvo en cuenta otra hipótesis explicativa para justificar esa agresividad. Estoy empezando a entender mejor ciertas cosas.

—Como le decía, ha sucedido tal y como el chico ha relatado antes. Sospechaba que Nicasio podía tener ese tipo de reacción. Según me ha aclarado Rafael, la brutalidad de Nicasio se debe a las fuertes emociones que experimenta. El dolor que le infligió Martín en el pasado fue terrible y aquí están las consecuencias. Fíjese que esa rabia, a pesar de los años transcurridos, sigue muy viva en el alma de la víctima, aunque lleve muchos años «muerta».

—Isabel, tú que te sitúas tan cercana a este tipo de fenómenos —expuso Sergio—. ¿Puedes explicar cómo se pueden producir efectos físicos como los que hemos contemplado? Ahí están esas heridas de Martín en su rostro…

—Desde luego, amigo. Quiero aclarar que mi conclusión es que Martín no sufre ninguna esquizofrenia. Él solo quiere demostrar que lo que le ocurre no es el efecto de una enfermedad ni una alucinación inventada que le surge, sino la consecuencia del acoso que Nicasio ejerce sobre él. ¿Qué sucede? Que solo él puede verlo y sentirlo. Nuestro querido paciente es médium, ve y oye aspectos que la mayoría de nosotros no podemos captar, pero eso no significa que él esté loco. La mayoría de los síntomas que padece son el producto del agobio que ese espíritu ejerce sobre él. No hablo solo de los efectos físicos; ¿y qué decir de las consecuencias psicológicas? Porque la presión y el acoso producen estrés, con toda la ansiedad y el nerviosismo que suponen y eso no podemos ignorarlo. El sentimiento de venganza de Nicasio es tan poderoso que somete a tortura, nunca mejor dicho, a su víctima. Sabemos que esa tensión se puede traspasar sobre el organismo en forma de lesiones o heridas, como ha sido el caso.

—¿Y dónde está ahora el agresor? ¿Continúa aquí, entre nosotros? —preguntó el psicólogo.

—Efectivamente. Por eso le he perdido a Rafael que interviniese, para que todos pudiésemos calmarnos. Mi espíritu guía y colaborador ha cogido a Nicasio y le ha adormecido. Él es experto en determinadas técnicas que se utilizan en el plano espiritual. Está donde antes, pero mucho más tranquilo. En el plano material nos valemos de medicamentos, en el otro lado, existen otras «técnicas» igual de efectivas. Todo se genera a través del intercambio de fluidos, pero esto sería un tema muy largo de comentar en una situación como esta. Lo cierto es que mi mentor se maneja muy bien en ese campo.

—Ahora soy yo el que está perdiendo el norte en todo esto, Isabel.

—Tranquilícese, don Ildefonso. Yo me hallo familiarizada con esos asuntos desde hace años. Es lógico que usted reaccione de ese modo, pero es solo por su desconocimiento. Por fortuna, este escenario le puede venir muy bien para que su cabeza se vaya abriendo a otros enfoques. Tal vez solo sea el principio. Hay aspectos que, a día de hoy, ni la psicología ni la psiquiatría han logrado explicar al cien por cien y me estoy refiriendo a las enfermedades mentales. Todo tiene su tiempo y en años, veremos avances significativos al respecto.

De repente, Martín interrumpió la charla que se estaba produciendo entre los tres profesionales de la salud mental.

—Isabel, se lo suplico —dijo Martín mientras que se postraba de nuevo delante de la mujer.

—Vaya, te ha dado por arrodillarte otra vez. Venga, hombre, siéntate en tu silla.

—Vale, pero una cosa: ese señor que ha relajado a Nicasio y que ha venido con usted hasta aquí… ¿sería posible que yo hablase con él?

—Faltaría más, chico. Él te está escuchando y aceptará cualquier encargo que tú le quieras dar.

—Señor… Rafael… estoy asombrado por cómo usted ha actuado con mi enemigo. Si yo tuviese su poder, no le miento, habría usado esa técnica desde hace años para alejar a esa presencia de mí. Fíjese cómo habría cambiado mi vida desde mi adolescencia.

—No es tan sencillo como crees, amigo —respondió el espíritu de Rafael—. Como tú bien has expresado, nada de todo este acoso habría sucedido. Es evidente que toda esta problemática se habría resuelto desde el primer instante. Sin embargo, el agobio que has sentido se ha producido porque tú, precisamente, tenías que pasar por esa gran prueba y formaba parte de tu programación para esta existencia, como luego te aclarará Isabel. Para que lo entiendas mejor, digamos que la presión de Nicasio sobre ti a lo largo del tiempo es una consecuencia de tu pésimo comportamiento hace ahora más de cincuenta años.

La médium interrumpió aquella interesante conversación para comunicarles a Ildefonso y a Sergio que ella, cada cierto tiempo, iría traduciendo lo que sucedía en la charla entre Rafael y el propio Martín, de modo que no perdieran el hilo fundamental de la situación, ya que ellos no tenían la capacidad de escuchar al espíritu guía de la mujer.

Mientras tanto…

—Entonces, Rafael, ¿eso significa que esta tortura se va a mantener sobre mí a lo largo de lo que me resta de vida?

—No. Sin embargo, para que esa presión cese, deberás hacer una cosa que tu intuición ya te está revelando. Mira, no hay sufrimiento que se prolongue indefinidamente. Es imposible. Todo tiene unos límites, acordes a su naturaleza y a unos intervalos. Llevas más de siete años sufriendo por la presencia continua y enloquecedora de Nicasio en tus pensamientos, en tus sueños, en la realidad. Si pretendes que eso acabe cuanto antes, que cese esa sed de venganza que le consume, tendrás que hacer algo al respecto.

…continuará…

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