—Bien, entonces y si le parece, le dejo con sus cavilaciones. Voy a dar un paseo por la sala y a abrir las ventanas. Necesito aire fresco. Esta película no ha hecho más que empezar. Ya veremos cómo evalúa el guion cuando lleguemos al minuto quince del metraje. Adiós.
Cuando el joven iba a abandonar el despacho del psicólogo, Martín de quedó quieto, se giró de repente y dijo:
—Oye, doctor, tengo una última cuestión.
—Pues tú dirás…
—¿Puedo darte un abrazo? Siento mucho que tengas que aguantarme, pero te anticipo algo: si resistes, tu carrera tomará otro rumbo. Te lo prometo.
Sergio se emocionó ante las palabras del chico; desconcertado, se levantó de la silla y tras aproximarse a su paciente, consintió en darle un intenso abrazo.
Minutos después, se dirigió al despacho del director de «Los girasoles» y llamó a la puerta.
—¿Interrumpo?
—Ah, no. Pasa, hombre. He acabado de elaborar mi último informe del día. Cuéntame.
—Tenías toda la razón, Ildefonso. Solo han sido unas breves entrevistas con nuestro nuevo paciente, pero… vaya sorpresa con este chico.
—Ya te lo advertí. Es lo que yo, a mi manera, considero un «falso loco». El tío insiste hasta hacerte perder la paciencia, llora hasta el extremo sobre su situación y lo injusta que le ha resultado la vida y, al final, no puedes evitarlo: te dan ganas de abrazarle y de compadecerle acerca de su condición. Hasta te dan ganas de gritar y comentar… «seré yo quien te libere de las cadenas de esta institución, esa que te ha maltratado durante años». En fin, nada nuevo, aunque nunca deje de sorprenderte. Este chaval habla con tanta convicción que ya dudo de si tengo delante a un simple enfermo mental o a un ciudadano al que la sociedad no ha acabado por comprender.
—Si tú lo dices, habrá algo de eso. Yo, por ahora, prefiero ser prudente ante este caso, lo cual no implica quitarte la razón.
—¿Eso significa que yo, como psiquiatra, no estoy siendo prudente?
—No, por favor. No quería decir nada de eso. Esto acaba de empezar, como él dice. Lo que sí observo es que hay mucho material con el que jugar e investigar. Cualquiera diría que nos hallamos ante el argumento de una novela de misterio.
—Para mí, encaja muy bien en el perfil típico de un paciente esquizofrénico. Solo le he visto dos veces, pero me he estudiado su historial con detalle. Sergio, su trastorno es de manual. No te hagas falsas ilusiones con Martín. Desconozco lo que él te pueda haber contado, pero al final, todos estos pacientes muestran su aspecto real. Cuando más te convences de que nadie ha abordado con total seriedad su patología, un día, el tío sufre un cortocircuito y te das cuenta de que su figura y su conducta responden a lo recogido en los libros. Hazme caso y no te confíes. Su biografía está llena de datos abrumadores: abundan los intentos autolíticos, la violencia contra sí mismo, contra las cosas o contra los trabajadores. Menos mal que los compañeros han estado siempre listos, porque de este no te puedes fiar. Los altercados que ha montado han resultado fuertes. Piensa: si le confías tu mano, tarde o temprano querrá tu brazo, tus hombros y hasta tu cabeza.
—Caramba, pareces un detective experto. Espero que no se cumplan tus vaticinios, porque eso implicaría devolverle al lugar del que procede y creo que eso sería una mala noticia.
—Eso es cierto. Tampoco pretendía ejercer de adivino. Lo que pasa es que estoy curado en salud. Son muchos años los que llevo de experiencia y se me hace difícil que un paciente de este tipo me engañe. Las decepciones me han servido para aprender y a esta altura de mi carrera, veo complicado que un caso con este patrón me vaya a sorprender. Insisto: no te acerques mucho a él, guarda la distancia debida y si es necesario, llama con rapidez a los celadores. Nunca se sabe.
—Espero no tener que llegar a ese extremo.
—Quién sabe. Quizás tengas suerte con ese chico. Puede hasta que le caigas simpático, eso sí, siempre que no le lleves la contraria. Si lo haces, además de enfadarse, te buscará y te hallará. Lo previsto. La manipulación forma parte de su estilo. Mira, Sergio, sobrevivir a los ambientes institucionales no es nada fácil y ellos, a pesar de sus deficiencias, terminan aprendiendo. Cuidado ahí, porque cuando más domesticados parecen, cuanto más simulan apoyar las técnicas de la psiquiatría y la psicología, cuando crees que se han convertido en excelentes pacientes y colaboradores, ahí es cuando afloran sus tendencias verdaderas.
—¿Te contó él algo acerca de su «amigo» Nicasio?
—No, aunque tampoco le pregunté. Ya sabes que el perfil del esquizofrénico se asocia a numerosas alucinaciones de toda condición. He visto en su historial cómo estas abundaban. Tampoco me extraña viendo las características propias de Martín.
—Al parecer, está obsesionado con un señor que debe ser producto de su imaginación. Dice que este personaje le agobia, le insulta, le asusta, que no le quiere bien.
—Entiendo. Supongo que también se habrá referido a Buda. Vaya dos temas tan diferentes por los que le ha dado a este chico.
—Al entrevistarle, al escuchar su testimonio, empezaron a entrarme dudas acerca de su historial.
—Pero, Sergio, supongo que, a estas alturas de la película, no empezarás a sospechar sobre la veracidad de los datos contenidos en su biografía. Que estamos hablando de un paciente esquizofrénico, no lo olvides. Gracias a la observación de su sintomatología, nosotros nos damos cuenta de que estamos en el lado correcto de la salud mental, es decir, en la normalidad. Verás, yo soy mucho más viejo que tú y cargo con una mayor experiencia. Ya llevo más de treinta años de antigüedad a mis espaldas. Eso ha de tener un valor añadido.
—Eso nadie lo discute, Ildefonso —añadió el psicólogo abiertamente.
…continuará…
Muy buena historia,una historia que se repite una y otra vez en las instituciones psiquiátricas y que hoy se cruza entre las calles ,solo que nosotros los posibles menos locos no tenemos la mirada aguda ni la experiencia para tratar de socializar o convivir con estos seres sufrientes.
Pues sí, Omar. Aún desconocemos mucho de cómo funciona la mente y su conexión con el espíritu. Gracias.