Transcurrieron varias semanas desde aquella noticia. La alegría inicial por haberse salvado de la cárcel no evitaba el hecho de que el marqués debía depositar en el juzgado de Salamanca la considerable cantidad establecida en la sentencia. Por ello, el aristócrata debió ausentarse de su finca de «Los olivares» y desplazarse por un tiempo hasta la capital de España donde tendría que vender alguno de sus inmuebles para hacer efectivo el importe de la multa. Mientras que don Alfonso realizaba dichas gestiones en compañía de su administrador, la vida seguía. Aquella tarde, dos mujeres conversaban tranquilamente en «La yeguada» …
—Alicia ¿cómo está mi padrino? ¿Hay progresos en lo que tú y yo sabemos?
—Bueno, parece que las cosas se hallan un poco estancadas. Según entiendo, y eso que yo soy de letras, con la guerra y con todas las dificultades económicas que siguen a una etapa de esas, la economía se halla en una situación catastrófica. En otras palabras, no hay mucho dinero en circulación y eso dificulta las ventas y las compras, sobre todo si hablamos de operaciones mayores. La falta de demanda hará también que las cantidades ofrecidas por un inmueble deban reducirse. Mi padre tampoco quiere vender a la desesperada para obtener esa cantidad. No lo sé, Rosarito, yo confío en que al final, sea del modo que sea, las cosas se enderecen y él pueda ingresar esa cantidad ante el tribunal.
—Mi padrino siempre ha sido un buen negociante. Lo lleva en la sangre. Aunque le cueste un esfuerzo, creo que logrará reconducir la situación a su favor.
—Eso espero. Ya va siendo hora de que se olvide de la tremenda tensión por la que ha pasado. El pobre ha envejecido no solo por fuera, sino también por dentro, que es lo peor. Ya te digo yo que no importa ningún bien material, por muy valioso que sea, en comparación a poder estar tranquilo en tu casa y disfrutar de tu vejez con un poco de sosiego. Mi padre debe centrarse en eso si no quiere acortar sus años de existencia.
—A menudo, Alicia, el destino nos pone a prueba. Siempre he sido de la opinión de que «Dios aprieta, pero no ahoga». Alfonso lo ha pasado fatal, eso es innegable, pero cuando se esperaba la peor noticia, mira lo que ocurrió: la soga perdió fuerza, se aflojó y recuperó el aliento perdido. Solo quiero volver a verle por aquí, que dé sus paseos y que se relaje. Uno no puede ser esclavo de su pasado todo el tiempo.
—Cambiando de tema, cariño, ya hace un mes de tu famoso paseo a caballo con Rubén, donde las cosas entre vosotros se aclararon. Anda, cuéntame, ¿cómo están los dos tortolitos después de su compromiso? ¿No querrás que le pregunte a él directamente?
—Con sinceridad, si la palabra «felicidad» puede definirse, esas son las horas que paso en su compañía. Todavía me hallo en un estado de sueño del que no deseo despertar. Describir ese sentimiento de plenitud que me invade resulta imposible: hay que experimentarlo. Esperé más de veinte años para encontrarle, pero mereció la pena. No quiero compararme con nadie, pero contemplarle el primer día con tu padre en «Los olivares» y enamorarme de él fue toda una misma cosa, un fenómeno inexplicable para la razón, pero sí para mi corazón, que se puso a latir como si fuese el último día de mi pasado y se abriese una nueva etapa para mi vida junto a él.
—Ja, ja, aunque me resulte difícil entender esa experiencia porque a mí los hombres no me llaman la atención, solo puedo alegrarme inmensamente por ti, porque lo cuentas con tal fuerza en tu mirada que debió ser genial. Ya sabes que te lo advertí y no por intuición, como es tu caso. Por pura lógica me di cuenta de que los dos acabaríais juntos. Pero si el pobre estaba loquito por ti… otra cosa es que fuera un poco tímido para manifestar esa pasión. Cuando le sondeé para conocer su opinión sobre ti los ojos se le quedaban como perdidos en el horizonte, una clara señal de que tarde o temprano te confesaría sus sentimientos. Era una simple cuestión de tiempo.
—Cierto, pero logró desesperarme, porque te juro que me evitaba a conciencia.
—Ja, ja, quizá eso intensificó tu pasión por él, como cuando nos ponen las cosas difíciles y por eso aumenta nuestro empeño en conseguir algo. A mí también me sorprendió su supuesta pasividad durante las primeras semanas, pero lo importante está ahí. Solo resultó una falsa alarma. Tras superar su timidez y aclarar la situación en la que se encontraba, perdió el miedo y toda su potencialidad se hizo acto.
—Pues menos mal que yo, con mi actitud, le ayudé un poquito para que se decidiera. Aquella fase de incertidumbre se me hizo insufrible, puedes creerme, «hermanita». Qué bello está siendo este verano.
—Insisto: no entiendo mucho de caballeros, pero en mi opinión, has dado con el hombre ideal para ti. Solo puedo felicitarte. Eso tienen las esperas; si se desarrolla la paciencia, al final, el resultado es aún más exitoso y se vive como un gran triunfo. Os lo merecéis. Te diré algo: no sé si fue mi padre el que dio el paso o si fue mi querida madre la que inspiró a Alfonso desde las alturas, pero la decisión de adoptarte le dio otra dimensión a «Los olivares». Entró alguien sin la sangre de la familia, pero que con su buen hacer y su personalidad arrolladora le dio un nuevo impulso a la tradición de los Salazar. Parece una tontería, Rosarito, pero con la confianza que mantenemos, solo puedo darte las gracias por haber aparecido por aquí. Gracias por entrar en nuestra vida. Sin tu fuerza y tu compañía, mi existencia habría resultado más aburrida y no habría contado con tu apoyo para tantos y tantos asuntos.
—Uy, qué emocionante escuchar todo eso. El placer es mío, Alicia. Ya lo sabes. Tú también eres un encanto y de alguna manera, me alegro de que seas «diferente». El mundo necesita de gente como tú que rompan con esos tabúes centenarios y que se adelanten en años a las tendencias que están por venir.
—Pues sí que estamos empalagosas hoy. Antes eras un ángel y ahora, digamos que eres un ángel acompañado. Mucho mejor. Aún no conozco en profundidad a ese muchacho, pero seguro que le contagias tu buena energía y tu ánimo. Brindemos, que todavía nos quedan dos meses de verano. Por cierto, ¿estás al corriente las últimas novedades en la familia?
…continuará…
O Marquês é um homem de bem, por isso penso que a fase ruim deve passar. Já Rosário segue feliz com seu amor e isso é maravilhoso.
Sim, as coisas melhoraram depois de conhecer a sentencia para que o marquês não esteja na prisão.