—Alicia, por favor, no me vas a convencer.
—A mí, de todos los implicados en esta historia, el que más miedo me da es tu novio. No sé cómo se tomaría esta cuestión y desconozco su grado de afectación, de ofensa en caso de enterarse de la noticia. Rosarito, tampoco sé si rompería el compromiso contigo. Esta situación es de lo más incómoda. ¿Te has puesto en su piel?
—Ya, me imagino.
—Cariño, te voy a hacer una pregunta íntima, pero necesaria. Ahora lo entenderás. Tú y Rubén, ¿habéis tenido relaciones sexuales?
—No, qué va. Él no es impaciente. En ese aspecto no le veo con prisas. Creo que sabrá esperar a la noche de bodas.
—Vale. Entonces, te voy a decir una cosa con toda la prudencia de la que soy capaz y siempre que consideres que mi única intención es la de ayudarte.
—Te escucho, Alicia.
—Mira, quiero ser cuidadosa con mis palabras. Sabes que tengo predilección por ti y por eso, como mujer, te indicaré algo. Si tu decisión definitiva es permitir que el niño nazca, siempre y cuando se confirme el embarazo, tienes que acostarte con Rubén cuanto antes. Me refiero al hecho de evitar cualquier sospecha por su parte. Por su carácter y por lo que yo le conozco, sé que no duda de ti ni de tu integridad. Jamás creería que tú fueses a estar con otro hombre. Por tanto, cuando llegase la fecha, él no se sorprendería de nada. Por favor, yo misma soy consciente de la dureza de lo que te estoy proponiendo, pero con sinceridad, si la criatura viene al mundo, por muy radical que te parezca, es la única salida que veo a mantener tu noviazgo y por supuesto, para permitir que el niño se salve.
Rosarito se quedó pensativa. Instintivamente, dobló sus rodillas hacia arriba y ayudándose con los brazos, acercó su cabeza a las mismas, permaneciendo en silencio y con actitud meditativa. Al poco, empezó a sollozar; era la única salida natural para expresar la tensión de los terribles días que estaba pasando desde la cobarde agresión protagonizada por Carlos.
—Dios mío, esta reflexión no mitiga mi sufrimiento. Es que… haga lo que haga, mi situación se convertirá en un atolladero. ¿Cómo se tomarían Rubén y mi padrino mis «prisas» por contraer matrimonio? Todo esto suponiendo que tu padre y mi novio accedieran a una boda forzada por los acontecimientos.
—Rosarito, mi niña, sin ser como tú, pero yo también tengo claras mis intuiciones y estas me dicen que ni Alfonso ni Rubén se opondrían a ello. Lo leo en sus corazones.
—Sí, probablemente sea así. En cualquier caso, mi impotencia es fruto de no poder contar la verdad, de tener que cargar con un peso que jamás provoqué y que llevaré sobre mis hombros hasta la muerte. Y será así porque así lo decidí yo. Solo le pido a Dios que esa circunstancia no me impida ser feliz con el hombre al que amo.
—Me pongo enferma al pensar que todo esto se podría haber evitado si el cerdo de mi hermano no se hubiese aproximado a «Los olivares» aquella trágica tarde. Y cuantas más vueltas le doy a ese asunto, más me inundan la rabia y la indignación. Maldito sea por el sufrimiento que te está causando y por el dolor que va seguir ocasionando. No sé si el Creador, en su inmensa bondad, podrá algún día perdonarle. Yo no soy Dios y con el corazón en la mano, no puedo disculparle, porque ha traspasado todos los límites de la vergüenza. Es mi único hermano, lo sé, y cuando mi padre se vaya será el único que compartirá mi sangre, pero si lo tuviera ahora mismo delante… bueno, será mejor que me calle para no echar más leña al fuego que me consume.
—Ya hemos discutido ese tema, Alicia. Ahora, debemos mirar hacia delante. Que esa tarde de angustia y barbarie quede en el recuerdo más lejano, como un mal sueño que sucedió, pero del que ya desperté. Él no puede marcar mi futuro, ni yo se lo voy a permitir. ¿Me perturbó? Sí, está claro. Sin embargo y aunque no le vea, lo más preocupante sería recordar esa pesadilla un día sí y el otro también. Ese sería su triunfo y el de la criatura que lo acompaña, es decir, estar en mi pensamiento, agobiarme, agotar mis energías hasta que yo solo vea el suicidio como escapatoria a esta ratonera en la que me encerró.
—¡Cuánta razón tienes!
—Es fácil pronunciar palabras tan valientes, dejar claras mis intenciones de olvidar todo esto, pero en la realidad, nada es tan sencillo. Fíjate cómo son las cosas que, hasta doña Concha, me dijo el otro día que hacía tiempo que no me veía por la biblioteca llevándome un libro y que, por supuesto, no me veía leyendo en la cama que hay en mi habitación. Qué mujer más observadora, pero qué buen juicio guarda.
—Hasta el ama de llaves se ha dado cuenta de que algo ha cambiado en tu interior. Doña Concha no solo ve el exterior de las personas. También te conoce por dentro y te vio nacer, que se dice pronto.
—Desde que ocurrió aquello, he sido incapaz de penetrar en mi habitación de nuevo, ni siquiera de tocar el mango de la puerta. Solo mirando la cama desde fuera se me descompone el cuerpo. Supongo que el paso del tiempo irá arreglando y colocando en su justo lugar tan terribles recuerdos.
—No es para menos, cariño. Fue todo tan ignominioso. ¡Cómo quisiera sacar de mí todo este rencor que llevo por dentro! Lo intento, te lo prometo, pero no puedo. Y cuanto más lo intento, más da la cara esa rabia que me aprieta el corazón en busca de venganza. Ya sé que piensas diferente a mí, pero mi mente no está preparada para admitir que el canalla de mi hermano anda suelto y tan tranquilo por las calles de Badajoz, como si no hubiera pasado nada. De veras que lo siento, Rosarito. Desde niña he sido siempre así y mi carácter no puede tolerar las injusticias, sobre todo cuando te tocan tan cerca.
—Pues tendrás que insistir en recomponerlo todo, hermana, o tu vida se llenará de amargura. Dicen que el tiempo, juez de tantas cosas, pone a cada uno en su sitio.
…continuará…
Quando uma pessoa está estuprada e fica grávida, é uma situação muito difícil e traumática.Penso que a decisão sobre o que fazer nesse caso é pessoal.
Sim, nesse caso a decisão é de Rosario. Ela quer salvar a vida da criatura que leva dentro. Abraços, Cidinha.