LOS OLIVARES (18) Espectáculo en el salón

2

Transcurridas dos jornadas y a la hora habitual de la noche, el profesor logró desprenderse de su cuerpo y acudir en forma espiritual al salón de su casa. Una extraña fuerza le atraía. La repetición de aquel ritual le estaba ayudando a familiarizarse con aquella importante experiencia.

—Buenas noches, Alejandro. O debería decir buenos días, porque no resta mucho para que amanezca.

—Es cierto. Lo mejor es que encontrarme contigo ya no me produce ninguna sorpresa ni inquietud. Me alegro de verte.

—Bien. El tiempo no nos sobra, por lo que seré directo con mi pregunta. ¿Ha tomado el profesor una decisión definitiva sobre el tema que nos ocupa?

—Sí, desde luego. Lo hice conversando con mi mujer; ella iba a ser la principal afectada y merecía que se lo consultase.

—Claro. Es comprensible. ¿Entonces?

—¿Por qué me lo preguntas si ya lo sabes? Tú, alguien que me observa, que me conoce y se presenta en mis sueños, también sabrá leerme el pensamiento.

—Bien, profesor. Muy ingenioso por tu parte. ¿Ves cómo nos entendemos? Tienes mucha razón, pero debo seguir con el procedimiento respetando tu libre albedrío. Por eso, me gustaría escucharlo de tus propios labios, ahora que estamos el uno frente al otro.

—Muy bien, cronista. Entonces, acepto tu desafío. Desde este mismo instante, estoy a tu disposición. Me siento preparado para comenzar con el encargo cuando tú lo consideres oportuno. Tú me llamarás y yo acudiré. Escucharé con atención tu historia y en cuanto me despierte, tras el desayuno, me pondré a escribir para no olvidar nada. Esa fue tu propuesta.

—Bien. Ya veo que tienes clara tu misión, así cómo desarrollarla.

—Aunque vaya a pasar poco tiempo entre tu relato y la hora de abrir mis ojos, ¿es posible que olvide algún detalle de lo que me cuentes? Me gusta escribir, desde luego, pero carezco de experiencia. Me refiero a que será la primera vez que tenga que reproducir una narración que me revelen en sueños.

—Vale. Te aclararé algo para que salgas de dudas. En primer lugar, mi descripción te atrapará desde el primer momento. Ya te dije que se trataba de unos hechos que acontecieron el siglo pasado. Cuando algo capta tu atención, es mucho más fácil que permanezca en tu memoria.

—Estoy de acuerdo con eso, cronista. Transcribir algo que no sea interesante me resultaría más complicado.

—Segundo, para tu información, lo cierto es que no solo lo vas a escuchar, sino que lo vas a «presenciar».

—Perdona, pero no alcanzo a entender…

—Insisto; no se trata tan solo de oír una crónica, sino también de contemplarla. Será algo parecido a una experiencia cinéfila, pero más allá de tus sentidos cotidianos.

—¡Increíble! Esto se está poniendo interesante…

—Ale, yo me sentaré a tu lado, en este mismo sitio en el que nos encontramos ahora. En cuanto yo empiece a hablar, una gran pantalla se abrirá ante tu vista y las escenas que contemples se irán correspondiendo con mi narración.

—Caramba, eso se llama dar facilidades. Será como ver una película en mi propio salón.

—Me alegro por tu motivación. No obstante, he de decirte que existe una diferencia abismal entre asistir a una película en el cine, como sueles hacer, y probar lo que yo te propongo. No serán tus ojos físicos los que asistan a esa proyección, sino los ojos de tu alma. En breve, serás testigo de lo que te digo.

—Cronista, solo puedo manifestar que estoy deseando empezar. Has sabido estimular mi interés.

—Claro, lo imaginaba. Tercero, no hay nada mejor que estar implicado en una historia para mantener la concentración plena sobre lo que está sucediendo. ¿Por qué digo esto? Muy sencillo. Hay algo de ti en este relato. Considéralo tu sombra o tu huella. No te daré más datos para que no te obsesiones por buscar tu rastro.

—Me dejas desconcertado, cronista. ¿Debo preocuparme?

—No. Por ello, he alterado algunos nombres y algunas localizaciones. Eso no le resta ningún rasgo de verosimilitud a la historia que he de contarte. Te conozco, profesor, y en cuanto despertases, te conectarías a Internet y empezarías a buscar datos y datos para tratar de encajar el relato con tus antecedentes. No quiero que eso altere tu capacidad para reflejar de manera fiel todo lo que observes.

—No me lo puedo creer. Lo tienes todo atado y organizado.

—Claro. ¿Qué creías? No disponemos de tiempo para improvisaciones en el mundo espiritual. Esto es un reloj, amigo; una milésima de segundo o una coma errada podrían alterarlo todo. Somos muy serios y nos tomamos con una enorme responsabilidad nuestro trabajo. ¿Entiendes ahora por qué guardarás en tu memoria todo aquello que penetre a través de tus sentidos espirituales?

—Aunque no he hecho esto nunca, creo que te comprendo. Estoy asombrado, pero seguro de mis posibilidades. Voy a tener que usar unas herramientas desacostumbradas, pero, de veras, no me importa.

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (18) Espectáculo en el salón»

  1. Interessante a narrativa do livro. Alejandro aperfeiçoará sua mediunidade, bem como vivenciar quem sabe, seu envolvimento na história, em que nascerá um livro.

    1. Concordo, Cidinha. Alejandro está aprendendo com essa nova experiência e espero que ele saiba o que fazer com esse conhecimento. Beijos, Cidinha.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

LOS OLIVARES (19) Recuerdos de la mansión

Jue Dic 1 , 2022
—Me parece muy bien, profesor. Te confesaré algo: no es nada fácil encontrar personas como tú en tu mundo. La disponibilidad para este tipo de tareas resulta complicada. Tranquilo, tu esfuerzo no será inútil y tendrá sus consecuencias. No existe ningún sacrificio en la vida que quede sin recompensa. —¿De […]

Puede que te guste