—Gracias por tus elogios, hermana. Pero ahora… —expresó la ahijada del marqués con una mueca de preocupación— hablemos del problema que tengo.
—¿Problema? ¿A qué te refieres, chiquilla?
—Pues yo lo veo muy claro. Todo esto que has oído de mi boca alude a mis emociones, a la versión que yo te he presentado de los hechos. En otras palabras, te he confesado mi secreta admiración por Rubén.
—¿Y?
—Venga, Alicia. Falta una parte importantísima en todo este asunto y que es sencillamente, saber lo que él opina de todo esto. Si dos personas se conocen, pero no existe atracción mutua, pues ya me dirás: ese vínculo tendrá fecha de caducidad.
—Caramba, estaba tan metida en tu historia que ni siquiera pensé en ese matiz tan fundamental. Detesto esa parte de la historia, ese guion en el que está escrito que una mujer no le puede confesar su amor a su hombre. Qué estúpida regla social no escrita. Por desgracia, nos consideran meras criaturas pasivas de amores que deben ser iniciados por la figura masculina. De todas formas, Rosarito, creo que ese obstáculo es fácil de solventar. Estuve años estudiando en la universidad, moviéndome en los ambientes estudiantiles de Madrid y creo captar cuáles son las consignas que hay que seguir en estos procedimientos.
—Pues te escucho con toda mi atención.
—Mira, para empezar, céntrate en su mirada, a ver qué te dice. Los ojos no hablan, pero son la fuente más fiable de información y expresan nuestras más profundas emociones. Comprueba su sonrisa cuando se cruce contigo. Es difícil que alguien te responda con una sonrisa si le caes mal o simplemente, si no le atraes. No va a tardar en responder a esa pregunta que tú, con tus pupilas, le vas a hacer. A mí me parece un buen chico, me lo dice la intuición, pero esto habrá que confirmarlo en el día a día. Rosario, para mí tu felicidad es lo más importante y por ese motivo, siempre y cuando tú me dejes, te voy a ayudar.
—Bueno, me acabas de proporcionar unos consejos magníficos.
—Es cierto, pero aún puedo facilitarte más las cosas.
—¿Cómo? ¿Cuál es tu intención?
—Yo le voy a ver con frecuencia. Él va a venir a mi casa, justo hasta aquí a trabajar. Será la ocasión propicia para que, con mucho tiento y delicadeza, yo pueda extraerle información.
—¿De veras que harías eso por mí, «hermanita»? Sería de gran ayuda y evitaría todo ese engorro de tener que confesarle mis sentimientos.
—Pero… ¿con quién te crees que estás hablando? Por supuesto que lo haría por ti y te allanaría el camino, querida. Soy tu más profunda admiradora y eso debe tener un reflejo en mis actos hacia tu persona. Soy lo suficientemente elegante como para sacar información de alguien y que ese alguien no sospeche de mis verdaderas intenciones. Tú déjame intentarlo…
—¡Uf, qué tensión Dios mío! Alicia, ¿y si Rubén ya tiene novia? No sé, una antigua conocida, alguien de su pueblo, una amiga de su adolescencia con la que ha ganado una especial confianza, qué se yo, cualquiera que se pueda interponer en nuestro camino. Para mí, eso sería un auténtico desastre.
—Mi niña, siempre fuiste madura antes de tiempo. ¿Te vas a derrumbar ahora porque las mariposas aletean sobre tu corazón? Qué verdad es que todos tenemos nuestras debilidades, esas circunstancias que surgen en la vida y que nos hacen temblar.
—Es cierto, Alicia. Ahora mismo noto esa fuerza como si fuese un vendaval que me arrasa por dentro.
—De desastre nada, Rosarito. Simplemente demostraría que no estáis hechos el uno para el otro. No se puede mencionar la palabra «catástrofe» cuando solo estamos hablando de un amor no correspondido. Sabes de sobra que no se puede obligar a nadie a amarte, que no se trata de un sentimiento que se venda o compre en el mercado. Nacemos con la obligación de respetar el libre albedrío de quienes nos rodean, incluso en estos temas.
—Qué sabia estás hoy, Alicia. Vaya con tus reflexiones y consejos. Tienen todo el peso del sentido común. Lo que pasa es que me noto tan ilusionada… Sé que debo contemplar todos los escenarios. De todas formas y tomando tu palabra, me encantaría que me dieses «facilidades», ya sabes de lo que hablo. Así, sabría a lo que atenerme con Rubén. El viento del amor es fecundo, te hace volar, pero también se puede convertir en una pesadilla, en un mal suelo del que quisiera despertar cuanto antes para evitar un sufrimiento mayor. Si no soy correspondida o si simplemente, él ya tiene cautivo su corazón, de todo eso me gustaría enterarme para saber a qué atenerme y cómo reaccionar. Aunque me fastidie su respuesta, me lo tomaré como un aprendizaje, algo que me resulte útil para el futuro.
—Bien, ese discurso razonable me gusta más. Vale, déjalo en mis manos. ¡Estamos para ayudarnos y darnos apoyo entre nosotras! ¿No es así?
—Claro que sí, Alicia —respondió la jovencita mientras que besaba la mano derecha de la hija del marqués.
—Soy mayor que tú y tengo más experiencia de vida, aunque no sea experta en hombres. Sin embargo, estamos hablando de amor, no de con quién.
—Uf, cómo me alegro de haber venido hasta tu casa y de poder contar contigo. ¿Quién me iba a decir que tú te convertirías en mi cómplice? Te voy a nombrar mi asesora íntima en asuntos del corazón. Toda una aristócrata adiestrando a una campesina, je, je…
—Sí, ya quisiera el resto de mujeres tener tu formación, tu sabiduría y tu conexión con el más allá. Anda, jovencita, no me hagas reír.
—Te he puesto deberes, hermana. Ya sabes que toda esta información no debe salir de aquí, ni siquiera compartirla con tu padre. ¿Te imaginas? Don Alfonso podría cogerle manía a Rubén. Ya sabes que los celos nos afectan a todos y que mi padrino pensaría que ha llegado un intruso que pretende robarle a su ahijada.
…continuará…
Que bela cumplicidade entre Rosário e Alícia. Se for comprovado que Ruben tem uma namorada, penso que é uma situação difícil e complicada, mas com o passar do tempo o coração de Rosário vai se curar e ela encontrará outro grande amor. Assim é a vida.