LOS OLIVARES (32) La misión de Rosarito

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—Es así, hija. Que cada cual disfrute de su libertad, de ese don tan maravilloso que Dios le ha proporcionado a cada criatura para escoger su camino. Todos hemos sido agraciados con unos medios para alcanzar unos fines. A mí Dios me ha concedido una gran responsabilidad por la que tendré que responder. Y no olvides tu compromiso, Rosarito. Desde que respiraste por primera vez en «Los olivares», asumiste una grave tarea. Serás tú la que descubrirás el sentido de ese deber que marcará tu existencia.

—Así lo noto yo también, padrino. Quizá me falten unos años para observar este fenómeno con una mayor perspectiva.

—Claro, Rosarito. No podemos acelerar el tiempo. Todo llegará en su justo momento. Solo tendrás que permanecer atenta a las señales que te lleguen.

De pronto, las dos cabalgaduras realizaron una pequeña parada, hasta que la voz del marqués quebró aquel interesante silencio…

—Mira, vayamos hacia aquella colina. Ya sabes que desde allí hay unas vistas impresionantes. Será muy agradable hablar de cosas tan profundas en un lugar tan hermoso.

Pasados unos minutos…

—Siempre me encanta llegar hasta aquí, aunque sea cada cierto tiempo. Ten en cuenta que, a mi edad, cada vez se me hace más pesado montar. Me duele la espalda y mira que este caballo no puede ser más noble. Anda, dejemos aquí las monturas y caminemos un poco. Uf, respirar este aire no tiene precio.

—Es verdad, padrino. Aquí parece que estamos más cerca del cielo. Entonces, ¿cuál es el plan para mañana?

—Cuando haya acabado el almuerzo, después de los postres, tú comparecerás en el salón principal. Descuida, yo me levantaré y te haré los honores. El hecho de que hayas alcanzado tu mayoría de edad constituirá el pretexto ideal para presentarte ante mis invitados, tanto al jefe de la Guardia Civil como al cura de la localidad, aunque este se acordará de ti porque te bautizó.

—Ya sabes que procuro evitar los molestos encuentros con tu hijo. Lo que está claro es que mañana me resultará inevitable. Alfonso, mañana me expongo a una seria amenaza y tú lo sabes. No tengo ni idea de cómo puede reaccionar en esta ocasión Carlos. Más de una vez, he escuchado esa voz que habla dentro de mí, advirtiéndome de que me alejase de él lo más posible.

—Lo sé, Rosarito. Estaré alerta para esquivar cualquier riesgo. Mañana es un día clave. Estarás protegida porque no te perderé de vista y no creo que el idiota de mi hijo se vaya a arriesgar a hacer algo estando presente la autoridad militar y el sacerdote. También estará Alicia, no lo olvides. Ella, como chica lista que es, no «coincide» mucho con su hermano. Con la que se lleva bien es contigo, lo que te servirá de protección y hará que te sientas un poco más cómoda. En resumen, ahijada: las posibilidades de que Carlos intente algo contra ti son mínimas.

—Es un alivio. Bien ¿y qué tendré que hacer exactamente?

—Ya sabes que la relación con mi hijo es problemática. No sé en lo que me equivoqué, pero está claro que no me soporta. Para fastidiarme, no me trae a mis dos nietos, salvo que no tenga más remedio. Sus encontronazos conmigo son conocidos. Este verano, como los niños se hallan en la costa portuguesa con la familia de su madre, pues ya está, tampoco los veré.

—Siento decirlo, Alfonso, pero hay que ser muy canalla para impedir que un abuelo pueda abrazar a sus nietos.

—Así es. Mira, sé que para ti será un momento serio, de tensión, pero estate tranquila, Rosarito: seremos mayoría y aunque te tenga manía, él no podrá manifestarla.

—Admito que le tengo miedo y por más que miro hacia atrás, no logro encontrar ningún motivo para que esté tan obsesionado conmigo. Si yo no le he hecho nada, padrino… Pienso que lo que más le molesta es que tú tomases la decisión de adoptarme cuando nací. Me temo que, por sus propias ideas, nunca aceptó que yo pudiese tener acceso a la cultura. Debe ser que solo quiere ese privilegio para los de su linaje.

—Puede ser, pero me parece que hay algo más que un complejo de superioridad como clase social. Antes de que Dios me llame a su presencia, debo hablar en serio con él, para que me explique ese odio que siente. Y ¿qué me dices de la relación que mantiene con su hermana? Simplemente no traga a Alicia. Y ¿sabes por qué? Porque mi hija es una mujer adelantada a su tiempo, alguien que ha hecho de su independencia su mejor bandera. Si por él fuera, le hubiese gustado que Alicia estuviese en su casa todo el tiempo, esperando el perfecto marido que la desposase.

—Tienes toda la razón, padrino. La maldad habita en él y no existe nada peor que una persona que ejerce poder bajo una mala influencia.

—Pues a eso voy. Mañana tú aparecerás de modo gentil a la hora de la copa y de los puros. Ese será el momento óptimo para que hagas lo que tan bien se te da. Créeme que te lo pido por una razón muy clara y es una verdad a la que solo tú tienes acceso. Cuando todos se hayan ido de la casa, yo seré la persona del mundo más interesada en hablar contigo.

—Alfonso, sabes que intentaré hacerlo de la mejor manera posible. Sin embargo, he de avisarte. Lo que tú pretendes, a veces, no sucede. No es un fenómeno que se produzca de modo automático. Y tampoco basta pedirlo para que se te conceda. En cualquier caso, no adelantemos los acontecimientos. Mañana será un día importante para descubrir ciertas cosas. Y por supuesto, te las transmitiré fielmente.

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (32) La misión de Rosarito»

  1. Rosarito, uma linda jovem, tem percepção do verdadeiro caráter das pessoas e das manifestações espirituais. De olhar profundo que parece ler o pensamento de quem a rodeia. Que dom Espiritual tem Rosalito?

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