LOS OLIVARES (54) Intriga masónica

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—Para el nuevo régimen, ser masón es un delito de lesa humanidad. Representa todo el espíritu contrario a la Iglesia y a sus valores fundamentales. Se acusa a sus líderes de formar una especie de conspiración internacional de tintes progresistas para derribar gobiernos tradicionales o conservadores. Su filosofía se basaría en organizar desde la sombra revoluciones que perviertan el orden público para acabar con el mandato tradicional. Supongo que habrás comprendido cómo eso puede afectar a la situación de mi padre.

—Caramba, visto así, suena grave… pero… Alicia, ¿crees que alguien se atrevería a atacar a un miembro de la aristocracia por ese motivo? Además, ¿quién iba a pensar que todo un marqués iba a estar vinculado con ese movimiento?

—Tal vez en estas circunstancias de postguerra resulte complicado asociar a un noble con la masonería; sin embargo, has de saber algo, Rosarito: a lo largo de todo el siglo XIX, es decir, cuando los masones se asentaron con fuerza en España, muchos de sus miembros pertenecían a la aristocracia y simpatizaban con sus postulados. Algunos de ellos formaron parte del mismísimo gobierno de la nación.

—¡Sorprendente! Desconocía la fortaleza de esa gente para influir tanto en la política.

—¿Ves? Los nacionales achacan los males de España a ese grupo, por eso han promulgado una ley para borrarlos de la faz del país. Deben pensar que, si no los persiguen, ahora que han ganado una guerra, los masones sobrevivirán y volverán a las andadas. Dicho de otro modo y de acuerdo a su versión, la guerra resultó un evento inevitable, provocado entre otras cosas, por la acción de los comunistas, los anarquistas y la masonería, a los que se culpa de las calamidades de España por la intención de extender sus valores revolucionarios. Ya me extrañaba a mí que esta gente se demorase tanto en crear disposiciones para perseguirlos y eliminarlos.

—Por favor, te pregunto: ¿crees que puede existir alguien por ahí que pretenda denunciar a mi padrino? ¡Qué angustia, Dios mío! Tal vez haya en la sombra algún enemigo íntimo a la espera de venganza…

—No lo sé, Rosarito. Yo era una cría en esa apoca. Él ha obrado a fin de hacer desaparecer cualquier vestigio de su pertenencia a esa organización. Por desgracia, siempre hay personas que buscan la más mínima señal para vincular a alguien con algo y…

—No lo quiero ni pensar, hermana.

—No seas tan negativa, mujer. También contamos con gestos positivos y esperanzadores que podrían ayudar a mi padre.

—¿Cuál?

—Veamos. La mayoría de los masones que cayeron en la zona nacional fueron fusilados. Algunos, aunque se ocultaron, resultaron delatados por familiares, vecinos o incluso compañeros, con tal de protegerse a sí mismos o para arrebatarles tierras o propiedades. La persecución se centrará más en todos aquellos que sobrevivieron en la zona republicana. Ahí es donde habrá más y donde los tribunales investigarán con mayor ahínco. Esos son los que deberán temer más y resguardarse.

—De acuerdo, Alicia. Sin embargo, aquí en Badajoz y con la matanza que se produjo en la capital, se supone que esta provincia ya resultó «desinfectada» de elementos contrarios al nuevo régimen.

—Es cierto, pero no debemos confiarnos. Fíjate en los maquis. Aunque la mayoría de ellos se mueven por Cáceres, esta provincia en la que vivimos es terreno «contaminado». Cualquiera puede denunciar a otro, incluso en la distancia. La policía será exhaustiva al respecto, porque así lo quieren los que mandan. Va a depender de las ganas de hacer daño que tengan algunos o por qué no, de la voluntad por cobrar recompensas o de recibir favores. Ay, Rosarito, para prever algunas cosas no me hace falta ser como tú ni disfrutar de tus capacidades. Hay personas que, por su catadura moral, quieren cobrarse deudas del pasado y otros que guardan un terrible rencor en sus torturadas almas. Y, por último, están aquellos que desean caer bien a las nuevas autoridades para tapar antiguos desmanes y ya sabes que, para eso, nada mejor que denunciar a quien sea.

—Digo yo, Alicia, que esas acusaciones habrá que demostrarlas o cuando menos presentar indicios racionales. No creo que estos gobernantes de ahora sean tan imbéciles como para creerse cualquier delación que se base en la pura envidia, los celos o el rencor.

—No te digo que no, hermana. Sin embargo, los que mandan hoy son muy de pegar primero y preguntar después. ¿Me entiendes? Si el hecho de «pegar» supone que te den un tiro por la espalda, creo que ya no quedará mucho espacio para la discusión.

—Sí, te comprendo. No obstante… tranquilízate.

—¿Tranquilizarme? Tal y como están las cosas, no existen muchas razones para sonreír. No soy una optimista enfermiza.

—Tengo mis motivos —respondió la joven con una medio sonrisa y abriendo sus ojos por completo.

—Espera, espera, listilla —intervino la hija del marqués mientras que apuntaba con su dedo a Rosarito—. Venga, suéltalo cuanto antes, ¿qué te han dicho? ¿Qué onda misteriosa has captado con tu antena para que me hayas mirado con tanta seguridad?

A esa hora de la noche, un corto silencio se hizo en el porche de la mansión…

—Pues te vas a sorprender, Alicia, porque ha sido tu querida María, tu protectora, la que acaba de regresar para mostrarme la luz.

—¿Eh? ¿Y qué luz es esa? Me tienes intrigadísima…

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (54) Intriga masónica»

  1. Lendo o capítulo, acredito que o Marquês, por ser uma pessoa de bem, não irá sofrer punições por ter pertencido à Maçonaria.

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