LOS OLIVARES (9) En caso de duda…

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—Y yo me pregunto cómo es posible que ese hombre sepa tu nombre y supongo que también el mío, e incluso el de Begoña. A saber la información que tendrá de nosotros. La verdad es que da un poco de miedo.

—Y digo yo que por qué no iba a saberlos. Si nos conoce, si nos escucha, es lógico. Mira cómo me ha recomendado no ir al psiquiatra. ¿Qué significa eso?

—Pues que el muy listo estuvo atento a la conversación que mantuvimos el otro día sobre Mario. Cualquiera diría que se trata de un espía del más allá.

—Está claro. Lola, ese señor o lo que sea es perspicaz y creo que tiene en su mente un objetivo inteligente. No me parece ninguna tontería que él pretenda dictarme un libro. No posee una forma física, tampoco puede usar ni sus manos ni sus dedos, por lo que considero racional que quiera valerse de un ser humano para alcanzar su deseo.

—Querido, mientras hablabas, estaba pensando una cosa. Te la contaré para que me digas tu opinión. Verás, el lunes voy a hablar con mi amigo psiquiatra. Reconozco que me siento agobiada y creo que este asunto no admite más demora. Es urgente hacer algo. Intuyo que ese individuo no va a cesar en su acoso. Ya ha dado muestras suficientes de su empecinamiento. Seguirá con su actitud. Por tanto, a comienzos de semana, a lo más tardar, le comentaré a Mario que necesito que te vea. Me da igual que tenga que hacerte un hueco en su horario. Yo no sé tú, pero yo me sentiré mucho más tranquila una vez que él te haya evaluado.

—He de decirte que tengo mis dudas. No sé hasta qué punto será bueno que yo vea a un especialista en enfermedades mentales. Además, recuerda lo que dijo esa entidad: que no sería positivo mi encuentro con Mario. Es más, puede que incluso nos esté oyendo en estos momentos y que se enfade por tu insistencia en que yo acuda al hospital.

—Venga, hombre. No me preocupes más de lo que estoy. ¡Lo que faltaba! Espero que ese ser no tenga más influencia sobre ti que tu propia esposa. Dejarse llevar por el mensaje de una criatura invisible que ha invadido nuestra casa no parece lo más aconsejable. No pienso amedrentarme. ¡Hasta aquí hemos llegado! Ese señor no va a organizar mi vida diaria. Si se pusiera en contacto conmigo, que no creo que se atreva, ya le diría yo lo que pienso de él y de su actitud. ¡Se iba a enterar de quién es Lola!

—¡Ay, por favor, no seas tan exagerada!

—¿Exagerada? Claro, se dirige a ti porque te notará más receptivo a su influjo, porque puedes ser una presa fácil en sus manos. A ti lo que te pasa es que te hace ilusión ese asunto de que te cuenten una historia para escribirla. Por eso te estás dejando llevar y perdona que te lo diga, pero le estás vendiendo tu alma al diablo. Y lo peor de todo, es que al defenderle, ni siquiera te estás dando cuenta de que, con cada encuentro, él te está conduciendo a su terreno, a manipularte. Veremos si luego no es demasiado tarde, cuando seas consciente de su engaño y ya no puedas salir.

—A mí lo que me parece es que has visto demasiadas películas de miedo, de posesiones diabólicas; estás aplicando el criterio del cine a mi caso. Todo esto es de locura.

Ante la mirada fija y firme de Alejandro, Lola se sintió de repente apesadumbrada, por lo que decidió rectificar su discurso…

—Vale, Ale, no quería decir eso exactamente. Tal vez he sido demasiado contundente, pero lo he dicho porque me noto nerviosa.

—Sí, no lo dudo, pero lo has dicho porque piensas de ese modo.

—Matizo mis palabras, cariño. Te lo he comentado porque te conozco, porque eres muy bonachón de carácter, porque vives en tu particular mundo, en tus poesías, en tus versos, en todos esos libros que lees… vamos, el cóctel perfecto para que un extraño como ese espíritu se introduzca en tu vida y empiece a controlarte sin que tú te des cuenta.

—Vale. Estás disculpada, porque tu comportamiento solo refleja tu interés y tu amor por mí. Que me eches la bronca por mi supuesta nobleza, para mí es un orgullo. Peor sería que lo hicieses por mi egoísmo. Mira, Lola, voy a tratar de ser constructivo, porque sabes que yo también te quiero. No tengo nada claro eso de ir a la consulta de tu compañero, pero si eso hace que cambie tu estado de ánimo a mejor, entonces, yo iré a encontrarme con Mario.

—¡Ay, sí, cariño! Te lo agradecería un montón.

—Tal vez estemos inflando en exceso un globo que no existe. Quiero decir, a lo mejor, ese señor no se presenta más, ni en sueños ni para avisarme en voz baja con sus susurros en mi oreja. No hay que descartarlo. Como tantas inquietudes en la vida, llegan, se quedan un tiempo y luego, desaparecen para siempre.

—Ja, ja —rio Lola con un acento irónico en su tono—. Perdona que te diga, pero eso no te lo crees ni tú. Qué bien pensado eres cariño, siempre atribuyendo a los demás buenas intenciones. Disculpa que yo no me muestre tan optimista. Desde mi criterio, solo te pido que te entrevistes con Mario. Luego, con lo que él te diga, tracemos un plan de actuación.

—Muy bien, cariño. Estoy de acuerdo. No pretendo causarte más inquietud con este asunto, pero era lógico que te contase esta experiencia. Debía desahogarme con alguien y no iba a compartir este relato con la vecina. Por favor, relájate. Iré a consulta, no por propia convicción, sino porque tú me lo pides. ¿Qué? ¿Algo mejor, ya?

—Pues sí, me quedo conforme y por lo menos, sabremos algo más sobre este extraño fenómeno. Es increíble cómo, a veces, se pueden complicar las cosas. Anda, dame un abrazo, mi amor.

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (9) En caso de duda…»

  1. Gostei da atitude de Alonso, ponderado e remediando o nervosismo de Lola. Mas parece que ele não faz nenhuma questão em ir ao psiquiatra, já que o espirito não o assusta, e tem um objetivo, escrever um livro. Se for ao psiquiatra, o intuito é agradar Lola.

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