LOS OLIVARES (98) Enigma descifrado

2

—Me alegro —expuso sinceramente Rubén, una vez superada la ansiedad inicial por aquel encuentro inesperado—. Como tengo faena pendiente, ¿qué tal si nos subimos a las monturas y voy viendo lo que le pasa a tu yegua? Por supuesto que podemos seguir con la conversación…

Una vez que la pareja había avanzado unos metros y se distanciaban de la mansión…

—Como te decía, Rosario, la señorita Alicia solo me transmitió informaciones positivas sobre ti. Te tiene en un pedestal. Te elogió tanto, te puso tanto por las nubes, que empecé a perturbarme cuando te veía aquí en «Los olivares».

—¿«Perturbarte»? ¿Por qué motivo, Rubén?

—Creo que por todo eso que doña Alicia me había contado de ti. Tal vez imaginé más cosas de la cuenta, pero para mí, eras un modelo de perfección, una mujer inalcanzable a la que solo se podía mirar, pero no hablar. Sin embargo, ahora que llevamos juntos unos minutos, esa sensación de incomodidad ha desaparecido y me pareces una mujer mucho más accesible de lo que yo pensaba.

—Pues claro que sí. ¿Acaso creías que de «perfecta» que era te iba a devorar con mis palabras? Dios mío, Alicia me tiene en tanta estima que, en este caso, me ha perjudicado ante ti en vez de ayudarme. Lo siento por ese concepto que debes haberte formado de mí como alguien impecable, orgullosa e inabordable. Ahora empiezo a entender ciertas cosas y a saber por qué, tras nuestro primer encuentro, no te dirigías hacia mí salvo por educación.

—Yo también me disculpo por mi tosquedad. Me sentía un poco cortado ante tu presencia. Por eso solo te saludaba. Ahora comprenderás que mi frialdad se ha debido a un malentendido, sobre todo por mi mala imaginación que suponía que me mirabas por encima del hombro.

—Caramba con la coyuntura. ¡Pues menos mal que hoy hemos coincidido y que todo parece que se está aclarando! Hubiera sido una pena seguir con esa distancia. ¿Puedo serte franca?

—No sabes cuánto te lo agradecería, Rosario —respondió el joven mientras que asentía con su cabeza.

—Lo que son las cosas, pero cuando te observaba desde la lejanía, dada tu aparente indiferencia, creía que si yo te hablaba tú me ibas a ignorar.

—Pero bueno, esa era también mi sensación. Yo te contemplaba y me decía en mi interior: «una mujer tan bella, tan culta y refinada, tan educada, no va a comunicarse conmigo, no se va a molestar en dirigirse a un joven veterinario que solo trata de cumplir bien con su trabajo…». Además de eso, sabía que eras la ahijada de don Alfonso y que era mejor no mezclar los asuntos de la amistad con los profesionales. Ja, ja, ya me imaginaba la terrible situación: un día, el jefe, que es tu padrino, me sorprende hablando contigo y me echa de la casa a patadas. Consecuencia: no solo pierdo este buen trabajo, sino que tampoco podría verte.

Ambos jóvenes, al descargar su incertidumbre, rieron con fuerza durante unos segundos mientras cabalgaban sobre sus monturas, como si de repente se hubiesen dado cuenta del equívoco sufrido y hubiesen hallado por fin, la explicación a su falta de comunicación.

—Pues no sabes cómo me alegro de que la confusión se haya despejado —retomó la charla Rubén—. Esa situación de ignorarte por temor o lo que fuese, no resultaba agradable. Ahora me encuentro mucho mejor, podemos conversar con normalidad y de la forma más natural posible.

—Pero… ¿qué creías? No soy una estatua de mármol.

—Ya me he dado cuenta con rapidez de lo afable que eres, Rosario.

—Tal vez yo también tenga mi parte de culpa en este malentendido al mostrarme distante o incluso presuntuosa. Me disculpo en la parte que me corresponde. Te aseguro que yo no soy así ni me comporto de esa manera y eso que me ha educado todo un marqués, ja, ja… Mira que si doy una imagen diferente al carácter que llevo por dentro… sería preocupante.

—En absoluto. Lo que ocurre es que merece la pena profundizar en el alma del prójimo para descubrirle y eso, cuesta trabajo. Bueno, antes de seguir, nos hemos olvidado de la cuestión principal: el estado de salud de «Inquieta». Aunque no te lo creas, al tiempo que conversaba contigo, estaba concentrándome en el trote del animal, y la verdad, es que no noto nada raro. Esta yegua va perfectamente. ¿Desde cuándo te has dado cuenta de que cabalgaba mal?

—Pues tengo que decirte una cosa, Rubén… —manifestó la joven mientras que agachaba su cabeza y se ponía colorada como un tomate.

—¡Vaya! ¿Es hoy el día de las sorpresas?

—Es que… verás… le mentí a mi padrino. Le dije que la yegua hacía movimientos extraños al trotar, pero… no era verdad.

—¿Entonces?

—Por si no te has dado cuenta, ha sido una simple treta para hablar contigo, para saber por qué motivo te hacías el huidizo cuando nos encontrábamos. Como no sabía lo que hacer, me inventé el problema de «Inquieta» como forma de abordarte y contactar contigo. Espero que no te enojes conmigo. Lo pasaría muy mal…

—Caramba, vaya argucia más inteligente. Eres más aguda de lo que imaginaba, pero pensándolo bien, me siento muy contento con tu treta. De no haber sido por el truco, es verdad, no habríamos tenido la posibilidad de conocernos un poco más.

—Ay, Rubén, no sabes cómo me alivia saber que no estás enfadado. No sabía a qué atenerme contigo, pero no me quedaba otra que asumir el riesgo de «inventarme» esta historia para poder conocerte.

—Es bueno saber eso. Me alegro mucho por los dos. ¿Eso significa que podemos prolongar un poco más nuestro paseo, aunque «Inquieta» esté sanísima?

—Me agradaría muchísimo, Rubén —comentó una exultante Rosarito.

…continuará…

2 comentarios en «LOS OLIVARES (98) Enigma descifrado»

  1. O truque se Rosario foi encantador, pois o objetivo era aproximar ambos, divertir e fortalecer o vínculo entre duas pessoas que se amam. Agora, aproveitam o tempo juntos para boas e emocionantes conversas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

LOS OLIVARES (99) El amor interpretado

Mié Sep 13 , 2023
—Escucha, Rosario, hace así como un mes la señorita Alicia me reveló que tú eras una persona muy intuitiva. ¿Es eso cierto o quizá exageró un poco sabiendo la consideración que de ti tiene? —No, en este caso dijo absolutamente la verdad. Y te dirá siempre lo mismo porque lo […]

Puede que te guste