LOS OLIVARES (10) La entrevista con el psiquiatra

Lola, por sus lazos de amistad con Mario y por su trabajo como enfermera jefe en el hospital, consiguió una cita rápida para su marido, de modo que todo estaba preparado para el jueves por la tarde. Fue el mismo doctor el que salió de la consulta para recibir al profesor.

—Adelante, hombre, no tengas miedo. Al verte, cualquiera diría que no estás muy convencido de charlar conmigo. Relájate, Alejandro, que no voy a abrirte el cráneo para ver lo que tienes dentro. Bueno, ¿qué tal está el esposo de mi buena compañera Lola? ¿Todo bien?

—Hombre, todo bien, todo bien… pues no. En caso contrario, no estaría aquí.

—Sí, sí, te entiendo. Oye, que antes estaba de broma, como para relajar el ambiente, que te observaba con un poco de desconfianza. Ya sé que, en verano, salir a esta hora de la tarde con el calor, no es muy agradable, pero es que tengo la agenda llena. Te he introducido en el único hueco del que disponía. Venga, amigo, siéntate en ese sillón tan cómodo y empieza a hablarme sobre lo que te ocurre.

—Un momento, Mario. No estoy seguro, pero ¿Lola te ha contado algo?

—Nada, absolutamente. Yo no se lo hubiese permitido. Me gusta escuchar a mis pacientes cara a cara. Además, ella es una excelente profesional y no ha querido «contaminar» tu caso ni esta entrevista adelantándome información.

—Ah, es bueno saberlo. Vale, pues empezaré a explicarte lo que me pasa con todo lujo de detalles.

Tras relatarle al especialista el contenido de su insólita experiencia…

—Pues creo que eso es todo. No me he olvidado de nada.

—Caramba, veo que Lola no ha dejado pasar mucho el tiempo. Ahora entiendo sus prisas para que te viese.

—Es lógico. Está preocupada por la salud mental de su marido.

—Claro. A mí, la verdad y a la espera de una mayor observación, no me parece preocupante lo que me has contado. Hablamos de dos sueños. Me llaman la atención por su contenido, es decir, porque aparecen los mismos personajes. Contamos con ese señor misterioso que te traslada sus deseos por dictarte el argumento de un libro y el otro serías tú, en este caso, actuando como secretario que toma nota. Me alarma un poco más esa voz que oíste en tu oreja. Se corresponde con un fenómeno alucinatorio, pero hay que ser prudente. Ocurrió en ese estado típico de duerme vela en el que son frecuentes experiencias de ese tipo. A veces, durante la transición de la vigilia al sueño, se ven luces o se nos viene al pensamiento la imagen de alguien. Por tanto, no percibo nada inquietante. Recomiendo que sigas con la observación y si ese individuo siguiese presionándote, entonces volveríamos a citarnos.

—Entonces, doctor, ¿estoy bien de la cabeza?

—Pues claro que sí, hombre. Ánimo. ¿Has estado sometido últimamente a alguna situación de estrés?

—Que yo recuerde, no. En junio estuve con los exámenes y las notas, trabajé más, pero nada que me sorprendiese porque era el final del curso académico.

—¿Estás tomando algún medicamento que te pueda producir algún efecto secundario?

—Nada de nada.

—¿Ha habido recientemente algún cambio significativo en tu entorno laboral, social o familiar?

—Que yo sepa, no.

—Pues mejor. Eso me tranquiliza. Por lo que me cuentas, no parece que exista ningún desencadenante cercano. A día de hoy, no podemos elegir los sueños que vamos a tener ni tampoco hay una máquina que te permita programar con qué vas a soñar cada noche. Ja, ja… ¿te imaginas? Sería gracioso; ¿no te parece, Alejandro?

—Ya, supongo. Nunca me lo había planteado.

—Vale, ahora, una pregunta complicada. ¿Cómo va tu relación con Lola? Esto no es curiosidad malsana, simplemente una herramienta profesional, porque está demostrado que cualquier alteración en una relación de pareja puede tener consecuencias para la salud mental del afectado. No digamos ya si hablamos de una crisis matrimonial, de un distanciamiento o por supuesto, de un divorcio. Hay muchos sueños provocados por cambios repentinos en el medio más íntimo.

—Y ¿cómo es eso? —preguntó curioso Alejandro.

—Se trata de señales que nos alertan de que algo está pasando o nos preparan para tomar alguna decisión importante.

—No, no hay nada de eso. Mi relación con ella no ha cambiado; es buena desde el principio y ni siquiera, a lo largo de todos los años hemos sufrido una crisis.

—Bien, lo capto. ¿Cuántos años lleváis juntos?

—Como pareja, más de veinticuatro años. Casados, un poco menos.

—Ah, qué interesante —respondió sonriente el psiquiatra—. Felicidades a ambos por vuestras bodas de plata, aunque reste un año.

—Muchas gracias, Mario. Qué atento.

—¿Ves? No ha sido tan dura la entrevista. Lo importante es saber si ese fenómeno se sigue produciendo. Tómate este asunto con humor, porque reírnos un poco de las cosas que nos preocupan las hacen menos dañinas. Así nos relajamos y le quitamos dramatismo. Pensándolo bien, ¡quién sabe si un día te haces famoso con ese libro que te van a dictar! Y encima, los derechos de autor serían íntegros para ti; ja, ja, no creo que esa entidad del otro mundo se atreviese a reclamarte dinero.

…continuará…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

LOS OLIVARES (11) La presencia que no cesa

Jue Nov 3 , 2022
—Pues sí que estás hoy bromista, Mario. En fin, si hemos acabado ¿me puedo marchar ya? —Sí, desde luego. Por si acaso, te voy a mandar un ansiolítico suave para que descanses bien por las noches. Tómalo durante un mes una media hora antes de acostarte y ya me dices […]

Puede que te guste