EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (79) El mejor diagnóstico

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—Pues en la opción que me comentaste el otro día, es decir, en ser asertivo. Evito molestar al otro, en la medida de lo posible, pero siendo firme en mi proposición al tiempo que explico mi postura, aunque esto último no sea estrictamente necesario.

—Eso es, Alonso. Lo has resumido a la perfección. El debate es esencial, más en concreto, el que efectúas contigo mismo para filtrar la «calidad» de tus pensamientos. Si te acostumbras a esta tarea de rechazar la irracionalidad y alejarte de los extremismos, saldrás reforzado, lo que ayudará a mantener tu equilibrio mental y psicológico. Piensa que los estados emocionales, a menudo, no son más que la consecuencia del tipo de pensamientos que ocupan tu cabeza.

—Esto del debate me recuerda a la política…

—En ese caso, haz tu propia política. Analiza tus ideas para ver si son realistas o están llenas de fantasías, para comprobar si están guiadas por el sentido común o si simplemente, están llenas de planteamientos irracionales. Evalúa si esas ideas te ayudan a adaptarte a la realidad, si son constructivas, o, si, por el contrario, te están perjudicando a la hora de resolver un problema. Esto lo hemos repetido muchas veces; creo que, a través de nuestros encuentros, ya tienes los conceptos clave más claros que nunca. Ahí están las consecuencias: estás obrando de una manera diferente, conquistando un terreno que previamente habías perdido.

—Yo diría que sí, David. Nunca voy a olvidar toda esta teoría que tan sabiamente expones, sencillamente porque he comprobado en mis carnes que resulta eficaz, que no se trata tan solo de un juego de palabras que luego se lleva el viento, sino que se corresponde con un cambio real en mi conducta, en lo que hago en el día a día, lo que, sin duda, me beneficia.

—Te lo sintetizo, Alonso. Durante mucho tiempo no has estado actuando, sino reaccionando. Hay una diferencia muy grande entre los dos verbos. Cuando reaccionas, pones el centro en las circunstancias, en lo externo, en lo que los demás esperan de ti. Sin embargo, cuando actúas, tú eres el que tomas tu propia decisión, la respuesta que vas a emitir en base a un razonamiento previo.

—Pues sí, soy consciente de la pasividad que me ha dominado en estos años.

—Te has dejado arrastrar por una serie de pensamientos perturbadores que han actuado sobre ti en cadena, empeorando tu estado de forma progresiva. Con los primeros reveses, aparece un sentimiento muy típico: el de la impotencia, el de creer que no merece la pena luchar, ya que, hagas lo que hagas, nada va a cambiar. ¿Ves cómo funciona esa dinámica destructiva? Esa es la causa principal de la ansiedad, es decir, cuando el sujeto observa que no puede escapar de ese bucle negativo en el que se ha instalado. El cuerpo tiene sus razones y las manifestaciones de angustia no son más que la señal que nos indica que ese individuo no está bien y que necesita hacer algo para reconducir la situación. Las alarmas están ahí y deben poner a la persona en guardia, de modo que haga algo para alterar el curso de los hechos.

—Eso fue lo que me sucedió a mí, la falta de conciencia y de recursos para afrontar una coyuntura tan nefasta.

—Exacto. Carecías de la información precisa para salir de tu círculo vicioso. Ahora, después de todo este trabajo, has aprendido a distinguir cuál era el origen de todo ese mal que te afectaba y sobre todo, sabes cómo combatirlo. Alonso, has estado expuesto a una crisis depresiva. Dime ahora, según tu opinión, cuáles son los componentes esenciales de toda depresión.

—¡Caramba, otro examen sorpresa! Pues… no lo sé, tal vez la incapacidad para cambiar el curso de la realidad.

—Vale, no vas descaminado. Pero, seamos más científicos. Los dos elementos fundamentales de todo trastorno depresivo son la tristeza y la disminución brusca de la actividad. Por un lado, se observa un estado de ánimo de abatimiento, aunque hay enormes diferencias entre sujetos y como consecuencia de ese bajón, la persona empieza a rebajar su nivel de actividad en todos los campos: en el trabajo, en sus relaciones sociales, en su familia, incluso en sus aficiones.

—Coincide con mi perfil, psicólogo. Hubo días en los que ya no quería ni levantarme, ni siquiera mirar en el espejo mi rostro demacrado y confuso. Supongo que entiendes perfectamente que, en esas circunstancias, abandonase mi proyecto de prepararme mis exámenes para maestro.

—Claro, ese episodio te dejó exhausto, como sin ganas de vivir. Sin embargo, una vez que has discernido el funcionamiento de la mente y has sido consciente de los errores que estabas cometiendo, has adoptado una postura más constructiva. ¡Ja, ja, hasta has tomado la decisión de retomar tu proyecto profesional! Es genial.

—Sí, ha bastado con mudar mi perspectiva para que, de forma natural, resurgiesen en mí las ganas de luchar.

—No obstante, recuerda que no basta solo con cambiar de pensamientos; ha de haber un reflejo en la realidad. De no ser así, volverías a tus antiguos esquemas y a una recaída. El día que te vea con tus antiguos apuntes, invirtiendo horas de estudio en tu habitación y yendo a la academia con tus profesores, se habrá completado el ciclo. Tú mismo lo notarás al decirte a ti mismo que esa era la mejor opción que existía. Ya lo sabes: «el movimiento se demuestra andando».

—Te lo aseguro, Alonso. Estoy dispuesto a retomar mi camino y a andar lo que haga falta.

…continuará…

4 comentarios en «EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (79) El mejor diagnóstico»

  1. É maravilhoso sentir que Alonso está mudando os padrões de pensamentos, crenças enraizadas há muito tempo em sua maneira de enxerga a vida.

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