—No me olvido tampoco del cambio de tu punto de vista con respecto a tu familia de origen y a ese detalle que supone esperar a tu hija junto al resto de padres y no cómodamente en tu coche, como hacías antes. Parece algo simple, pero viniendo de donde vienes, constituye un gran mérito. Has sido tú el que se ha dado cuenta de que esos cambios resultaban necesarios para seguir avanzando en tu camino. O sea, convertir tus nuevos pensamientos en acciones que reflejen ese progreso. Aprender a razonar se convierte en esencial para que transformes la realidad en la que vives.
—He aprendido lo básico: ni tengo que estar sometido al juicio o la aprobación de los demás ni tengo por qué ser eficaz ni perfecto en todo lo que haga.
—En efecto. Es más, yo iría más lejos. Ni siquiera los demás están en la obligación de tratarte bien, pero por supuesto, tú posees el libre albedrío para permanecer junto a ellos o alejarte. A lo largo de tu camino, no podrás evitar cruzarte con gente que te incomode, incluso que te ponga obstáculos. ¿Y qué? ¿Te vas a quedar paralizado maldiciendo tu destino o vas a decidir continuar con tu trabajo a pesar de las dificultades?
—Pues está bastante claro.
—Por último, amigo. Aunque a veces las cosas se tuerzan, este mundo no es un lugar infernal lleno de incomodidades y de obstáculos insuperables al que se viene a sufrir. Todo eso es un puro dogmatismo que acabaría por perjudicarte, por frenar tus expectativas. Trata de cambiar tú, porque es tu responsabilidad como ser humano y que los demás realicen el trabajo que les corresponda. Tú eliges cómo actuar, pero no le puedes exigir a nadie que se doblegue a tus gustos o peticiones. Cuanta con todo ello.
—Mi incapacidad para levantarme venía dada porque pensaba que mis problemas se resolverían solos o por el simple paso del tiempo. Menudo error. Tal vez esperaba que el mundo fuese más justo conmigo o que las personas supiesen apreciar mis esfuerzos. Tanto esperar me convirtió en un individuo pasivo que se olvidó de labrarse un destino por sí mismo.
—Claro que sí, amigo. Ya te has dado cuenta de que la vida no es un escenario terrible donde solo ocurren desgracias. Somos nosotros con nuestros pensamientos los que podemos convertir la realidad en un decorado de pesadilla, boicoteando al mismo tiempo nuestra dignidad. Todo ese proceso tiene un coste: sufrimiento. Dejar atrás ese dolor, esa angustia, requiere tomar conciencia, justo lo que has aprendido a hacer. Ya sabes: busca datos en cualquier coyuntura, confróntalos, establece si son reales o si basan en prejuicios o en creencias irracionales. No te creas todo lo que veas. Analiza con tu ojo crítico, con tu sentido común, básate en hipótesis racionales si no quieres caer en lo inverosímil, en lo ilógico. Mira bien, no se trata de negar los problemas. ¿Para qué? Entiende que quejarte continuamente solo te atraparía en tu propio castillo, una fortaleza con tan altos muros de la que no podrías escapar, un lugar oscuro y sombrío con el que intentarías justificar tu desequilibrio y tu fracaso achacando la culpa a fuentes externas, cuando resulta que la solución estaba más cerca de lo que creías: justo dentro de ti, en tu mente, en la alteración de unos pensamientos negativos, distorsionados, inadaptados, que te mantenían encerrado en un pozo profundo.
—Pues llegó la hora de salir de ese pozo…
—Después de todas esas reformas que has hecho en tu cabeza, se instaurará en ti una nueva filosofía de vida basada en el nuevo material que has aprendido, un estilo en el que cuestionarás un montón de cosas antes de creértelas, en el que te notarás alerta ante cualquier distorsión que penetre en ti y donde construirás un nuevo orden hasta que se genere la respuesta más adecuada que te convenga.
—Ojalá que alcance ese momento muy pronto, psicólogo.
—Una vez que esa filosofía de pensamiento y actuación se asiente en ti, verás cómo te sientes a salvo. No te equivoques, eso no significa que no te vayas a enfrentar a dificultades; simplemente, habrás contratado de forma permanente un seguro de vida contra la pasividad, contra ese obstáculo que supone creer que los problemas se resuelven por sí solos. Acuérdate de lo esencial: di no a las exigencias, di sí a las preferencias; flexibilidad frente a la rigidez. Las personas inteligentes y las más plenas procuran adaptarse al ambiente, aprender de su entorno, no quejarse gratuitamente de la «mala suerte» que les acompaña. Los desafíos no son una desgracia, sino una oportunidad única de mejorar, de afrontar un nuevo aprendizaje que solo se completará tras la oportuna lucha. Alonso, nadie hará por ti lo que tú puedas hacer por ti mismo. A tu existencia llegarán adversidades, pero eso no constituirá una catástrofe, tampoco una maldición, solo un reto para poner en práctica todo lo que hemos aprendido durante este tiempo. No te dejes guiar por las respuestas dramáticas, por los extremismos o la desesperación: trata de examinar qué es lo que puedes hacer ante los problemas y actúa bajo ese criterio. Solo nuestra irracionalidad nos puede acercar al precipicio de la inacción, al dolor por dejarnos zarandear como un barco cuyo capitán no desea agarrar el timón y navegar. Habrá tormentas en el horizonte, eso seguro, y ahí se pondrá a prueba tu pericia. Esa será tu grandeza, demostrar tus habilidades para alcanzar un buen puerto. Llegó para ti la hora de enfrentarte a las dificultades, no de esquivarlas. Y para terminar, te convencerás de que tienes que aceptarte a ti mismo como eres, tratando de mejorar aquello que sea posible y admitiendo lo que no puedas cambiar. Lo mismo te ocurrirá con las personas con las que te cruces y con el mundo en el que tengas que vivir. En mis años de experiencia he aprendido algo importante: es cierto que la razón no lo arregla todo y habrá situaciones en las que incluso te puedas permitir el lujo de ser irracional, pero es absurdo pretender controlar el cien por cien de lo que pasa. Somos falibles, Alonso, imperfectos y creo que por ese motivo existimos, para plantar cara a los grandes retos de la vida que son crecer, aprender, amar a nuestros semejantes y a todo lo que haces.
…continuará…
Somos El Capitan De Nuestro Barco!
Pues sí, en calma y bajo la tormenta. ¿Cuál es tu destino? Besos, Mora.
Com o passar do tempo, descobrimos que não precisamos agradar às pessoas, precisamos sim, é estar em paz.