EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (75) Examen sorpresa

3

—Bueno —expresó el hombre mientras que abría sus brazos de manera informal—, veo que solo nos queda el postre y si te parece bien, pediré dos copas de Champagne para celebrar este inolvidable momento. ¡Ah, por cierto, señora enfermera! Si esto sigue por el buen camino que hemos trazado hoy, creo que pronto acudiré a la consulta de ese tal doctor Cabrera y discutiré con él cómo ir bajando progresivamente la medicación.

—Ya veo que estás lanzado, Alonso, pero recuerda que ese proceso tiene sus pasos. Lo que es obvio es que si el psiquiatra te observa tan animado como hoy, es posible que contemple esa posibilidad.

—No creo que haya problemas al respecto. Si a ese médico le hablo en el mismo tono de hoy y con las ideas tan claras, se dará cuenta de que eso puede ser lo más razonable en mi situación.

—Caramba, esto parece un sueño hecho realidad, ver a mi marido sonriendo justo aquí delante, con esa seguridad en su discurso y ese ánimo en la expresión de su cara. No quisiera despertar de este instante.

—Pues tranquila, que no te hace falta despertar, porque vivimos en la autenticidad.

—Ya que estamos, quisiera pedirte un favor para festejar una fecha tan especial.

—Concedido de antemano a la señora, sea lo que sea.

—Mira, yo no sé tú, pero yo estoy notando en mi cuerpo como una fuerza y un cosquilleo que me sube y que me baja desde la cabeza hasta los pies. Supongo que se deberá a la alegría compartida. ¿Sabes a lo que me refiero?

—Ja, ja, pues claro. Es cierto. Hacía ya tiempo que con tantos problemas e historias, yo había perdido el interés por la mujer más hermosa de Madrid. Como estamos cerca, creo que en cuanto nos bebamos este buen Champagne, nos vamos a ir a casa a ponernos al día. ¿Estás de acuerdo?

—Por supuesto. No me había sentido tan motivada desde hacía meses. Cariño, eres un sol, y deseo que tus rayos me acaricien la piel. ¿Nos vamos?

—Enseguida… aunque déjame pagar, no vaya a ser que no nos dejen salir del restaurante, je, je…

Ese lunes, una vez que Alonso había dejado a su hija en el colegio y ya en su domicilio…

—Bien, amigo, aquí me tienes tal y como habíamos convenido. ¿Eh? ¿Y esa cara tan sonriente? Esto es un síntoma de que las cosas han salido muy bien durante el fin de semana. ¿Crees que este espíritu que solo tú puedes reconocer se está equivocando de apreciación? Intuyo que todo ha ido incluso mejor de lo esperado. Bueno, no adelantemos acontecimientos. Ahora me cuentas. Hoy, examen sorpresa. No te vas a escapar. En fin, eres maestro y sabrás algo de eso. Quiero que hagas un ejercicio que demuestre tus progresos. ¿Vale?

—De acuerdo; lo que el señor psicólogo mande. Espero estar a la altura de las expectativas.

—Perfecto. Detecto que tu moral está alta, por lo que hay que aprovechar la ocasión. Vamos a hacer una cosa. Primero, me vas a decir en voz alta cualquier enunciado irracional que se te ocurra, de esos que resultan inadaptados, paralizantes, radicales, en definitiva, que bloquean la mente de quien los emite. Adelante.

—Veamos —acertó a decir el hombre mientras que adoptaba un gesto pensativo—. Por ejemplo, «Esta depresión que he tenido nunca va a desaparecer y la voy a sufrir durante el resto de mi existencia».

—Correcto. Te noto muy ágil de mente y compruebo que has puesto mucho énfasis en resaltar los aspectos extremos de tu planteamiento. Vale, ahora me vas a decir el enunciado contrario, es decir, vas a transformar esa frase y la vas a convertir en una expresión racional y constructiva, de esas que ayudan al sujeto cuando acuden a su pensamiento.

—Venga, lo voy a intentar. Le estoy cogiendo afición a esto de reconvertir las ideas. Allá va: «Es cierto que he pasado por una depresión molesta, que me ha incomodado, pero con trabajo y practicando una serie de habilidades, puedo expulsarla de mí en un plazo razonable». ¿Qué te parece?

—Me parece muy bien. No puedo por menos que aplaudir tu creatividad esta mañana. Se ve que has descansado y que tu cabeza funciona con claridad.

—Ahora, quiero que me pongas otros dos ejemplos como los de antes, pero refiriéndote a una cuestión que no sea personal. ¿Estás preparado?

—Vale. Déjame pensar… Ya lo tengo. «España es un país absolutamente lamentable y que ha tenido muy mala suerte con sus gobernantes. Esto es un completo desastre desde la crisis económica de 2008 y jamás vamos a alcanzar el nivel de vida que teníamos antes».

—Vaya, has recurrido a los temas de actualidad. Eso me ha recordado que, curiosamente, al morirme, me había olvidado por completo de esos hechos y de sus detalles. Ja, ja, será que ahora vivo en otra realidad y que uno va perdiendo el contacto con los antiguos problemas. Digo yo que un espíritu debía disponer de alguna ventaja. Bueno, nosotros a los nuestro. Venga, dale un giro más provechoso y racional a tu frase.

—Sí. «España es un país que atraviesa dificultades en la actualidad y cuyos políticos deberían esforzarse más para que nos recuperásemos cuanto antes. Eso nos ayudaría a volver a unos niveles de vida aceptables».

…continuará…

3 comentarios en «EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (75) Examen sorpresa»

  1. A atitude do casal é fantástica e contribui para o sentimento mais rico existindo em nós desde criança: a alegria. E David, contribuindo para a vida feliz do casal.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (76) Crónica de un éxito

Dom Jun 5 , 2022
—Vale, vale —dijo con entera satisfacción el psicólogo—. No voy a ponerte más pruebas de este tipo porque observo que controlas muy bien el mecanismo. Se nota que has ensayado por tu cuenta y que ya te has hecho todo un experto. En fin, examen sorpresa superado. Te felicito, distinguido […]

Puede que te guste