—No quiero llevarte la contraria, psicólogo, pero ¿de verdad piensas que se dan las circunstancias para retomar esa cuestión? No sé si me apetece mucho volver a la época que desencadenó mis males.
—Creo que aquella tarde en la que dejaste de encontrarle sentido a presentarte a esos exámenes para trabajar como maestro, eso fue tan solo la culminación de un montón de porquería que habías acumulado por dentro y que dio la cara ese día como podía haber salido antes o después. Sinceramente, no veo que tu problema fuese la oposición a magisterio, sino el conjunto de creencias que habías desarrollado sobre ti mismo y que te llevaban a sentirte impotente, pasivo y con una falta de autoestima más que preocupante. Esos aspectos son los que tratamos de cambiar para que tú mejores. Como comprenderás, no soy tu vigilante. Puedes hacer lo que te apetezca pero, como tu terapeuta, insisto en la idea de que hables de este asunto con tu esposa. Su compañía, así como la de tu hija, ha sido fundamental en el pasado y lo va a seguir siendo. No olvides que ha viajado contigo todo este tiempo de dificultades y no se ha separado de ti ni un segundo. Me interesa su criterio, cómo ella te ve, cuál es su opinión acerca de tus cambios. ¿Qué mejor manera de comprobar tus progresos que a través de esa charla? Esa es mi tarea para esta semana, Alonso. Te dejo el reto delante de tu vista. Tú eliges. Ya nos veremos y me contarás. Adiós.
—Adiós, psicólogo. Gracias por tu ayuda. Noto esos cambios en mi interior y tú tienes mucho que ver con ello.
Aquella tarde de sábado, la pareja formada por Alonso y Marina se dio un respiro. Tras dejar a la niña un rato con su abuela materna, ambos decidieron darse un pequeño homenaje yendo a almorzar a un restaurante cercano dentro de un ambiente relajado.
—Oye, cariño —comentó la mujer mientras que tomaba asiento—. Te agradezco este detalle, que además, me ha cogido por sorpresa, lo que lo hace aún más peculiar. No lo esperaba, porque, la verdad, he perdido la cuenta de la última vez que salimos juntos. ¡Qué alegre me siento!
—Bueno, aunque sea muy de vez en cuando, conviene darse un capricho. Ya sabes que esto no podemos hacerlo todos los fines de semana, pero quién sabe si en el futuro sí.
—¿Eh? ¿Qué estás insinuando? Oye, Alonso. Últimamente, te noto bastante centrado. Ya son muchos años desde que nos conocemos y te «huelo» desde la distancia. Veamos: ¿has alterado por tu cuenta la pauta de tu medicación? Mira que soy enfermera y me doy cuenta de eso mucho antes que los demás. Es mi trabajo, ya lo sabes.
—Ah, pues resulta curiosa tu pregunta. ¿Por qué lo mencionas? ¿Acaso me ves distinto?
—Hum… no lo podría asegurar con certeza, pero… hace ya como unas semanas que te aprecio diferente.
—Pero ¿eso te causa disgusto?
—No, en absoluto. Yo diría lo contrario. No obstante, déjame recordar un poco…
—¿Recordar? ¿El qué?
—Este entrante está exquisito, de veras. Has acertado con el sitio. Se ve que aún conservas tus capacidades de antaño para elegir buenos restaurantes. Disculpa. Quería decir que hubo una jornada en casa, ya por la noche, cuando tus alumnos se fueron que… sí, claro ¿cómo olvidarlo? Me asusté bastante, la verdad. Yo estaba viendo la televisión y oí tu grito llamándome para que fuese hasta el salón para comprobar si veía a alguien allí.
—Ah, claro. Es cierto. Tú no viste allí a nadie.
—De eso se trata. Cuando me lo comentaste, siento decirlo, pero creí que ya habías pasado a otro nivel.
—¿A otro nivel?
—Pues sí, Alonso; en serio, en ese momento pensé que estabas empezando a sufrir alucinaciones. Ya sabes que existen enfermedades mentales que incluyen ese tipo de síntomas, desde alucinaciones visuales hasta las auditivas, o incluso oler aromas extraños. El año pasado tuve a un paciente en el hospital que percibía el perfume de su mujer por todas partes. Fuera donde fuera allí lo sentía, paseando por el pasillo o hasta en el baño. Incluso en el quirófano lo notó. Aquello era como una pesadilla; el hombre estuvo allí ingresado casi un mes por una operación y cogió confianza conmigo porque yo le atendía. ¿Sabes lo que me confesó una tarde?
—A ver, ¿qué te dijo?
—Me contó lo que realmente le pasaba. Hacía un año que se había quedado viudo. Nada extraño a su edad, pero ¿qué quieres que te diga? Ese señor aseguraba que ese aroma era, por supuesto, el de su antigua mujer, como si anduviera por allí dándole señales de que aún estaba viva… Entonces, cuando me obligaste a ir al salón a investigar, no pude evitar acordarme de ese hombre al que luego le dieron el alta. Ese señor «olía» y tú, en cambio, «veías» algo que para mí era invisible. Te aseguro que cuando ese paciente me relataba ese tipo de «experiencia olfativa», yo estaba convencida de que lo afirmaba con toda la sinceridad del mundo, aunque yo no percibía nada especial. Pienso que no quería atraer mi atención, sino describir algo que solo él podía captar. No lo sé, porque después se fue y ya no le he vuelto a ver.
—Interesante historia. A saber si no era real todo ese testimonio. Tal vez su esposa permaneciera junto a él y le enviaba esa señal «aromática» porque así sabía que su marido la identificaría claramente. Sin embargo, si haces memoria, después de aquel incidente conmigo, yo ya no te he comentado nada de eso que me pasó ni ese fenómeno se ha vuelto a repetir.
…continuará…
capítulo FANTASTICO
Capítulo fantástico. Parabéns sábio, escritor espírita. Linda tarde.
Muitos beijos, Cidinha. Grato.
Que Interesante! vamos conociendo la familia de Alonso! muy inteligente la esposa!..buen capitulo.
La familia de Alonso es bastante tóxica, con ese dominio tiránico del padre. En cualquier caso, Alonso es libre de seguir bajo esa dominación o liberarse. Abrazos, Mora.