—Correcto, Alonso. Explícame el porqué. Tienes que acostumbrarte a creer en cosas que puedas demostrar, basadas en datos reales y no en ideas distorsionadas que no se sustentan en ninguna razón.
—En este caso, la irracionalidad está en que yo me estoy atribuyendo ni más ni menos que el poder de influir en la meteorología. Ja, ja, si ni siquiera los expertos aciertan en muchas ocasiones, ¿cómo lo iba a hacer yo? Está claro que estaríamos ante un contrasentido.
—Y ¿qué más?
—Ah, sí. Que los gafes no existen, aunque haya gente que piense que sí.
—Desde luego. Sin embargo, es usual que se hable de personas que tienen muy mala suerte. En estas circunstancias, convendría hacer una investigación para asegurarnos de si esa mala suerte no es más que la consecuencia de una serie de decisiones erróneas o de planteamientos equivocados. Ahora bien, ya te digo yo que es mucho más fácil afirmar que fulano tiene poca fortuna o es gafe, que averiguar las causas de esa mala suerte. Como suele suceder, nos gustan las respuestas fáciles porque nos ahorra la tarea de investigar. Cuando trabajamos en serio con algo, no podemos conformarnos con las explicaciones fáciles; es conveniente realizar análisis rigurosos para comprobar dónde se sitúan los factores que provocan nuestros fallos.
—Estoy totalmente de acuerdo, David.
—Bien, solo pretendía mostrarte una cosa importante. Mira, los pensamientos racionales te ayudan a sobrevivir porque son adaptativos, no se basan en meras suposiciones de origen desconocido y resultan muy prácticos a la hora de tomar una decisión. ¿Qué ocurre? Pues que nuestra mente nos juega a veces malas pasadas y por la falta de tiempo o simplemente, por comodidad, nos conduce a planteamientos irracionales que son a menudo, causa de nuestro sufrimiento.
—Sí, lo capto.
—Imagina por un momento que, con respecto a esos padres que hicieron esos comentarios sobre ti, tú, por motivos defensivos, decides no hablar con ellos más en tu vida, porque todo eso que sucedió te molestó enormemente. Estarías siendo víctima de un plan irracional porque, a pesar de esas palabras desafortunadas, eso no debería conducirte irremediablemente a estar peleado con ellos el resto de tu existencia. De hecho, el otro día, incluso pudiste charlar con ellos sin mayores problemas.
—En efecto. Lo pensé bien y no quise permanecer en el coche maldiciéndolos. Iba a ser yo el más perjudicado. Es absurdo y totalmente «irracional». Solo cuando me acerqué a ellos y me di cuenta de que podía conversar de una manera distendida, fue cuando caí en la cuenta de lo relajado que podía estar y de lo idiota que había sido al condicionar mi libertad para evitarlos. Es verdad: no debemos responder ni condicionar la existencia en función de lo que los demás piensen o no de nosotros.
—Desde luego, Alonso. Como no te dejaste arrastrar por la irracionalidad de lo que hasta ese momento había sido tu conducta, fue por lo que te adaptaste a la situación y eso te aportó una sensación de victoria y de satisfacción. En resumen y para tu beneficio: trata siempre de buscar la racionalidad en tus ideas. Trata de demostrar, de filtrar, incluso de debatir contigo mismo si tus pensamientos se ajustan a ese parámetro de la lógica o no. Procura no dejarte llevar por el primer impulso que aparezca en tu cabeza como si fuera una absoluta verdad. Las intuiciones pueden estar bien, servirnos en algunos casos, pero en la mayoría de las ocasiones, es preferible analizar y comprobar si nuestras actitudes están obedeciendo a las reglas de la lógica. Los pensamientos irracionales, en cambio, nos hacen adaptar posturas extremas, alejadas del necesario equilibrio que precisamos para trabajar bien o para relacionarnos con los demás. Nuestros problemas no se arreglan con soluciones irracionales.
—Me temo que existen miles de planteamientos de ese tipo que nos fastidian a diario y nos hacen equivocarnos a menudo. ¿Cómo reconocerlos?
—Te entiendo. Para facilitar su identificación, el profesor Ellis agrupó todo ese sufrimiento que provoca la irracionalidad en dos tipos básicos de creencias que están en el origen de nuestro dolor y de nuestra angustia, así como en la posterior inadaptación que desarrollan las personas.
—Y ¿cuáles son esas dos creencias?
—Te las voy a resumir para que las comprendas mejor. Mira, cuando esos pensamientos se hacen repetitivos crean un patrón y con el paso del tiempo, generan un tipo de creencia muy conflictiva en la mente y que puede causar mucho daño a los individuos. La primera es «la necesidad de ser aceptado por los demás en todo momento y en todo lugar». Reflexionemos, amigo, porque estamos hablando de una creencia que en su enunciado ya se muestra como radical y absoluta. Por eso hay que desconfiar de ella, pero no me negarás que hay muchos que sufren con ese planteamiento porque le otorgan un poder enorme. Hagamos un pequeño ejercicio y aplica ese principio contigo mismo. Seguro que así lo asimilas mejor.
—Esto me hace pensar una cosa, psicólogo. En el pasado, tuve muchos momentos en los que esa creencia actuó sobre mí. En concreto, me estoy refiriendo a la relación que mantengo con mi familia de origen. Admito que la principal fuente de ansiedad y de tensión en mi vinculación con ellos procedía de esa idea que tú has lanzado, o de ese profesor Ellis o como se llame. Todo empezó con mi padre, un hombre que abusaba en lo psicológico de mí, de su propio hijo. Él, como progenitor, tenía sus propias ideas sobre sus hijos pero, curiosamente, uno de ellos, es decir, yo, se negó a cumplir con sus expectativas. ¿Lo entiendes, verdad? Trataré de explicártelo, David, porque ese problema, muy a mi pesar, continúa vigente en la actualidad. Me gustaría hablar de ello para tener alguna herramienta que me permita reconducir esa situación conflictiva que seguro que está en el origen de mi sufrimiento.
…continuará…
Conclusion: He Aqui La Explicacion de Porqué Nuestros Pensamientos CreanNuestra Realidad. Interesante Y Mas Interesante Los Proximos Capitulos
Dicen que el pensamiento es la fuerza más poderosa del universo. Yo lo creo así. Abrazos, Mora.