EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (69) La perfecta eficacia

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—Mejor —replicó con fuerza el psicólogo—. Así te quedará más claro cómo funciona la mente y cómo ese tipo de creencias radicales, irracionales y sin fundamento originan tanto pesar.

—Creo que razonando con equilibrio, sin dejarme arrastrar por esas emociones tan fuertes, me iré desquitando poco a poco de este malestar que hasta hace nada me consumía. Esa necesidad de buscar el afecto y la comprensión ajena ha de ir desapareciendo. Es como si todos estos años hubiese estado buscando una frase como esta: «tranquilo, hombre, lo estás haciendo muy bien, ya eres de los nuestros, ya perteneces a nuestro selecto club».

—Eso es, Alonso. Lo has resumido a la perfección. Fíjate en la marioneta en la que pueden convertirse algunos aplicando ese enunciado. Ya veo que no has perdido tu capacidad para analizarte, para ser consciente de los pensamientos que circulan por tu cabeza. Esa es la clave, darse cuenta de su inoportunidad y de cómo te molestan, desecharlos por el perjuicio que te causan.

—Voy a tener presente todo esto cada mañana. Ha llegado el momento del despertar, de dejar atrás toda una existencia condicionada por esa necesidad estúpida de caer bien, de ser aceptado por los otros, aunque se trate de mi propia familia. Por cierto, ¿cuál era la otra creencia maliciosa? Seguro que será igual de negativa que la primera.

—Pues sí, es igual de negativa por los efectos que genera, aunque yo diría que, en el fondo, proviene de la primera creencia. Te la enuncio para su discusión. Antes que nada, fíjate bien en cómo destaca también su carácter irracional y su extremismo. Además, para completar su naturaleza dañina, provoca inadaptación en el sujeto frente a su entorno. Se trata de «la necesidad de ser completamente eficaz y competente en todo momento y en todo lugar».

—Pues sí que es fuerte esa sentencia. Comprendo que es radical porque habla de «siempre», sin excepciones.

—Así es. La cuestión ya no está en tu grado de eficacia, sino en que debes serlo en todas las ocasiones, dan igual las circunstancias, la dificultad de la misión o el estado en el que te encuentres. Supongo que te puedes imaginar los efectos devastadores de este tipo de pensamientos cuando se acumulan y se repiten a lo largo del tiempo.

—Pero… este aspecto está más bien relacionado con el trabajo que tengas…

—No, solamente. Si solo se refiriese al campo profesional… En este caso, estamos hablando de un concepto de «eficacia» que afecta a todas las áreas de la persona. Abarca por ejemplo, a tu forma de conducir un vehículo, a cómo arreglas un desperfecto en casa, a la habilidad con la que desarrollas una conversación, a tu capacidad para no perderte en una carretera durante un viaje, a saber divertir a alguien contando bien un chiste y hasta la mirada que le diriges a otra persona. Todo eso puede ser incluido en el concepto de «eficacia». Se extiende a todo, a cualquier conducta que ejecutes. El hecho de tener que ser eficaz en todo lo que hagas es lo que hace a esa creencia irracional, despótica, absolutista, tirana. Aquellos que siguen esta creencia se sienten horrorizados cuando cometen el más mínimo fallo. No se perdonan ni el más pequeño error, porque entonces, no son «perfectos». ¿Comprendes el alcance de esta tragedia que se instala en la mente?

—Entonces, la gente perfeccionista podría ser incluida en esta categoría, la de los que piensan que no pueden permitirse ni el más mínimo equívoco.

—Efectivamente. El hecho de que seas tú mismo el que se guie por esa regla tan excesiva ya genera dolor y angustia.

—Voy a tratar de razonar como a ti te gusta y como tú me recomiendas que haga cuando surgen estos pensamientos.

—Adelante.

—Veamos. No existe nadie perfecto sobre este planeta. El ser humano comete equivocaciones con frecuencia. Aspirar que alguien sea completamente eficaz en cada una de sus acciones o que acierte en cada una de sus decisiones es sencillamente imposible.

—Genial, Alonso. Yo tampoco he conocido a nadie impecable. Por nuestra condición, somos falibles. Sin embargo, todo está en la cabeza. Hay individuos que se levantan de la cama obsesionados con la idea de acertar en todo, con un concepto de eficacia más allá de cualquier límite racional. En su día a día, un fallo equivale a un cataclismo interior. Cientos de hombres y mujeres con ese estilo tan peculiar pasaron por mi consulta y te aseguro, que no fue nada fácil rescatarles de su error. Te das cuenta al instante de cómo esa creencia ha condicionado completamente sus vidas y cambiarles ese esquema tan básico y a la vez tan nocivo es complicado, simplemente porque llevan años y años con esa idea metida en sus cabezas. Hubo que mostrarles con claridad el carácter destructivo de ese concepto hasta desmontarlo. La ansiedad les podía y esta surgía en el instante en que no hacían algo de forma perfecta. De aquí a la falta de autoestima hay solo un paso y de esa falta de cariño hacia sí mismos hasta la depresión existe una distancia muy corta.

—Es un perfil típico de sufridor, de alguien que ya se siente intranquilo ante la posibilidad de cometer un mínimo tropiezo.

—Tú lo has dicho, amigo. Confío en que a lo largo de todas estas sesiones puedas asimilar el daño que estas dos creencias básicas generan en las personas. Mira tu historia, profundiza en ella y reflexiona acerca de cómo esos pensamientos han podido influir en tu salud mental.

…continuará…

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