EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (58) La mejor reacción

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—Haciendo un esfuerzo, para que no se apodere de mí la rabia, te diré: conforme mi hermano iba pronunciando sus primeras palabras sobre este asunto, pensé que… «ya está este tío de nuevo con lo de siempre, qué raro me parecía que no hubiese sacado el tema de mi enfermedad mucho antes, saber que este imbécil que está hablando es justamente mi hermano mayor, que debía tener más respeto y consideración conmigo, qué injusto resulta que se aproveche de mi trastorno para atacarme y que sugiera que todo va a ir a peor, ¿es que nadie le va a parar los pies o va a salir en mi defensa?». Así, a bote pronto, creo que eso es lo que aconteció en mi cabeza.

—Bien. Ahora y aunque te cueste, quiero que viajes al instante más delicado, al más duro del almuerzo, aquel en el que realizó un duro comentario sobre Marina, tu hija. Respira y relájate un poco. Te escucho.

—Si hubiese dependido de mí mismo, allí mismo lo habría «estrangulado» cogiéndole por el cuello, pero es que había otras personas…

—Ya, pero hagámoslo bien. Sé más correcto y háblame de tus pensamientos en ese momento tan crítico.

—Pensé simplemente que me encontraba ante un desgraciado sin alma, un infame que no tenía ningún escrúpulo en involucrar a mi niña en sus estúpidos comentarios, que tanto mi mujer como yo, no teníamos ninguna necesidad de aguantar críticas de ese tipo, que era de lo más bajo mencionar a mi cría para hundirme a mí, que si tanto se avergonzaba de mí, por qué motivo debía utilizar a Marina para ese objetivo, no entendía como el resto de la familia, incluso mis padres, asentían y con su silencio cómplice, apoyaban y reforzaban el «razonamiento» venenoso de él y por último, llegué a concluir que la excusa de meter a mi hija en el debate le daba igual, que habría buscado otros argumentos para tratar de humillarme por enésima vez. ¿Está bien así?

—¿Te das cuenta de lo compleja que puede ser la mente, de la cantidad de pensamientos que pueden desfilar por ella en segundos y a la velocidad de la luz?

—Claro que sí.

—Ahora ya sabes que todo eso que has citado es «B» y que en función de tu «B», así fue tu respuesta. Por favor, ¿cuál fue exactamente tu reacción, es decir, tu «C»?. Intenta ser descriptivo, no interpretativo.

—No entiendo eso último que has dicho.

—Solo quiero que me digas lo que hiciste, como si estuviese delante de una cámara observando un vídeo en el que se grabó el momento de la escena.

—Esperé algo así como unos diez segundos después de que él acabara. Cuando vi que el resto de los miembros familiares emitían una serie de risitas que no cesaban, me levanté de la silla con fuerza y le dije directamente a mi hermano que ya estaba bien, que se había pasado de la raya con el comentario referente a mi hija y que ya no le aguantaba más. Le mandé justamente a la mierda. Como estábamos en los postres, tampoco me perdí mucho. Le dije a mi mujer que nos íbamos y así lo hicimos. Mis padres trataron de pararme, pero esta vez no tuve piedad con la ofensa. Se cruzaron todos los límites y la indignación que sentía por dentro fue tal, que mi respuesta me pareció proporcional. Aunque esto sea un pensamiento, te diré que cuando te inclinas tanto ante los demás, es muy posible que alguno se vea empujado a darte una patada en el trasero. Hombre, tener que aguantarme a mí mismo ya es duro, pero que sean los propios parientes los que te pateen el culo, pues… ya me he cansado. ¿Lo entiendes, David?

—Faltaría más. Fue una respuesta, una «C» valiente y aceptable. Ya te lo dije antes. Prefiero una salida de tono como la tuya a pegarle un puñetazo en la cara. Ese tipo de coyunturas hay que pararlas o te puedes ir a casa indignado y pensando que te han humillado sin necesidad. Nada de permanecer callado como en otras ocasiones anteriores. Los abusadores se crecen ante la falta de respuesta de los abusados. Si no hubieses hecho nada, la próxima vez insistiría o incluso iría a más contigo. Por suerte, no hay tantos, pero si tienes a un tipo de este perfil en casa, lo mejor es hacer algo contundente para pararles. En psicología, solemos llamarles «personas tóxicas». Con esa expresión, está todo dicho.

—Sí, comparto tu criterio.

—No sé cuándo será la próxima vez, pero te digo algo: tu hermano ha tomado nota de tu reacción. Eso, sin duda. Se lo pensará mejor en la siguiente comida familiar. Te puedo confirmar que, pese a la enorme tensión vivida, actuaste bien y que me alegro por ti, Alonso.

—¿Puedes ser más concreto, psicólogo?

—Piensa un poco sobre lo sucedido. No pretendo ser adivino, pero tu hermano mayor, salvo sorpresa, se cuidará mucho de hacerse el «gracioso» delante de ti. Ya sé que otros te dirían que tendrías que haber evitado esa agresividad verbal, pero hay situaciones especiales en las que no nos valen los recursos educados. La mayoría de las veces, sí; otras, aunque pocas, hay que ser rotundo. Demostraste tu hartazgo, no solo delante de tu hermano, sino ante el resto de la familia. Ah, no te olvides de tu esposa; estaba allí para contemplarlo todo. Le enviaste una señal de fortaleza. A saber la de sapos que se habrá tragado por no importunar a los tuyos. Marina ya conoce dónde has puesto el límite en esas reuniones. Aunque no seamos exactamente animales, en contextos de abuso, hay que saber marcar el territorio.

…continuará…

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