—Sí, en ese sentido, me alegro mucho. Mira, David, cuando empezamos a trabajar hoy, te comenté que en esa comida había habido luces y sombras. ¿Sabes qué? Después de analizar contigo lo sucedido, ya me parece que han desaparecido la mayoría de las sombras y que brillan más las luces.
—Ah, pues genial. Esa reflexión ha llegado a tu cabeza porque conforme estabas escuchando, estabas también evaluando tu comportamiento en ese encuentro y después de todo, pese a los momentos de tensión, rompiste una importante barrera que tenías desde hacía mucho tiempo: la de poder enfrentarte a los insultos o humillaciones, la de acabar con esa actitud pasiva de años que te amargaba y te hacía sentir el ser más desgraciado. Ya verás: esto te va a dar mucha confianza para próximos encuentros.
—También he estado reflexionando sobre eso, psicólogo. ¿Más reuniones familiares? ¿Más comidas de «fraternidad»? Creo que no; voy a pasar de ellas. Son insoportables. Tal vez no esté bien hablar así de los míos, pero yo debo mirar por mi salud y no hacer más el tonto, es decir, asumir el papel de enfermo de la familia que merece compasión y palmaditas de ánimo en la espalda.
—Bueno, estás en tu derecho de hacer lo que quieras. Es tu decisión. Tú eres tu juez, el único juez, Alonso. Dicho esto, también te comento que, si renuncias por completo a asistir a esos encuentros que se realizan algunos fines de semana en la casa de tus padres, tampoco tendrás la ocasión de reconducir lo ocurrido hasta ahora. Si no acudes más, que no sea por permanecer a la defensiva, por evitar el enfrentamiento, lo cual te dejaría instalado en la duda. Y si vas, tendrás que ser asertivo, conociendo que vas a afrontar nuevas provocaciones, pero que saldrás airoso de las mismas. Piensa una cosa: llevas muchos años con esas historias de abuso y necesitarás de más tiempo para que una nueva coyuntura de relaciones entre vosotros se consolide. Tu familia estará algo desorientada contigo; no saben si tu conducta responde a una reacción puntual o si es algo que siempre va a ser así. ¿Solución? Esperar a próximos encuentros para que los tuyos se den cuenta de que ya no hay marcha atrás en tu cambio de postura.
—Meditando, creo que tienes bastante razón, David. ¿De qué me serviría un gran esfuerzo, como el del sábado, si luego no se prolonga en el tiempo?
—Amigo, considera que, incluso en los escenarios más insospechados, puede surgir una gran oportunidad de enfrentarte a tus fantasmas. Parece que esas reuniones familiares, además de veros y contaros las novedades, servían para hundirte un poco más y desacreditar tu propia autoestima. Salías herido de esa casa y con una valoración de ti mismo cada vez más apagada, una marioneta zarandeada por los comentarios humillantes de los otros. No quiero ni imaginar el calvario por el que habrás pasado durante todas esas reuniones.
—Yo sí que me lo imagino; lo he vivido en mis carnes.
—Bien, Alonso. Mi objetivo de hoy, el que había marcado en mi «agenda», era que entendieses bien cómo funciona el esquema «A-B-C». Creo que lo has interiorizado y que, a partir de ahora, todo resultará más fácil, aunque siempre mediante esfuerzos. Toma conciencia de la importancia de «B» antes de responder, da igual la situación. No te boicotees a ti mismo. Ante cualquier coyuntura de tensión, de esas que generan ansiedad o preocupación, por favor, razona. Entra dentro de tu mente y evalúa con detalle lo que te estás diciendo a ti mismo en esos momentos. Recapacita: acorde a tus pensamientos, así será tu respuesta. Si quieres, recuerda el ejemplo del lanzador de penaltis. Las personas, por nuestra naturaleza de seres pensantes, estamos todo el día dialogando con nosotros mismos, lanzándonos mensajes, en ocasiones, adaptativos, positivos, para alentar el ánimo; otras veces, en cambio, son irracionales, negativos, destructivos. Esa es la verdadera diferencia que distingue a unas almas de otras. La depresión o tus problemas de angustia, son enfermedades que están directamente relacionadas con la «calidad» de tus pensamientos. No descubro nada nuevo al contarte todo esto. Hazte ya a la idea de que tu trastorno, hasta el día de la fecha, ha sido una acumulación brutal de pensamientos negativos dirigidos hacia tu persona, un sabotaje difícil de resistir y que se traduce en una serie de síntomas que dan la voz de alarma y en una acusada falta de eficacia en las conductas que emites. Es como para sentirse algo deprimido. ¿No es así, amigo?
—Es posible, es más, estoy convencido de ello. Mientras que lanzabas tu discurso aclarador, miraba hacia mis adentros y hacia mi historia. Tal vez, yo solo haya sido eso, un experto en sabotaje contra mi figura, contra mi ser. Quizá eso explique mis fracasos, mis dudas, mis inseguridades… Sin embargo, intuyo que todo eso se va a acabar y que mi existencia va a mejorar en cuanto me ponga a trabajar duro. Me ha resultado muy útil comprender ese esquema para ser consciente de mis limitaciones y de mis carencias, pero también de mis grandes posibilidades. Entendiendo cómo funciona la cabeza, será más sencillo que me recupere.
—Sin ninguna duda, Alonso. A menudo, nacemos con una configuración genética que puede predisponernos a la aparición de esas enfermedades mentales que tanto nos incomodan. Hay mucho aún por descubrir. Pero, ahora, ¿qué nos importa eso? Contamos con una realidad y con un presente. Es el material con el que debemos trabajar duro. Sinceramente, a mí me interesa que cambies tus planteamientos, la forma en que piensas, cómo te juzgas, porque haciéndolo, darás un paso de gigante hacia una vida normalizada en la que tus anteriores problemas te provocarán incluso una leve sonrisa de satisfacción. El riesgo lo corres si te sientas y vuelves a tu pasividad original, esa que cree que los problemas se resuelven por sí mismos o por el simple paso del tiempo. De ningún modo: o actúas como te he dicho o tu situación se agravará y tu estado psíquico se introducirá en una espiral infernal difícil de sobrellevar.
—Me estás dando buenos ánimos…
…continuará…
Bastante complejo el estudio, osea que los pensamientos negativos determinan los fracasos porque al tener poca confianza en si mismo o ninguna, se sabotea para corroborar esa personalidad de Inseguridad y fracaso. así voy entendiendo
Sí. Los pensamientos anteceden a las conductas. Por ejemplo, si no crees en lo que estás haciendo, lo normal será que fracases. En otras palabras, cambiando esos pensamientos se facilitan los logros. Abrazos, Mora.