EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (19) Pesadilla sin despertar

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—De veras, David, te deseo lo mejor en tu camino. Seguro que todas estas complicaciones por las que estás pasando ahora se arreglan. A ese señor lo hallé simpático y creo que fue sincero en sus apreciaciones. No te desea ningún mal, sino todo lo contrario. Esa es la sensación que yo tuve. Vale, no estoy en tu situación, lo admito, pero intuyo que seguir sus consejos te resultará útil. No tienes nada que perder y mucho que ganar. En fin, vecino, es solo mi opinión. Venga, ánimo, quizá otro día nos veamos y me cuentes cómo te va. Yo no tenía dudas sobre la existencia del más allá; tu experiencia lo demuestra. En cualquier caso, me alegro de que la vida continúe para ti. Me voy. En dos ocasiones, por prolongar una conversación o una visita en estado de sueño, sonó el reloj y sufrí un tirón, digamos que una experiencia poco agradable. No es un buen despertar ¿sabes? Uno tiene la sensación de empezar el día como si le hubiesen dado un golpe en la cabeza, algo desubicado, aunque se pasa al rato.

—Pues a mí nunca me ocurrió eso que cuentas. Supongo que cada cual es diferente en sus despertares.

—Sin duda, amigo. Lo mío es algo especial. Por eso, no quiero repetirlo. ¡Uy, qué olvidadizo! He de recordarte algo importante que me dijo Viktor.

—¿El qué?

—La verdad es que no sé exactamente el sentido profundo de a lo que se refería, pero me comentó en que no insistieses en venir aquí, a este colegio a recoger a tu hija.

—No te he entendido bien.

—Verás, ese doctor añadió que no te preocupases por ella, que no estaba enferma ni le pasaba nada raro, simplemente que no tenías autorización para verlas, ni a la madre ni a la hija.

—Vaya por Dios, seguimos con los obstáculos. Y ¿te dijo algo del motivo?

—Pues eso, porque no se te permitía verlas, pero que ambas estaban bien.

—Así, sin más.

—Bueno, si hay otras razones, quizá deberías preguntárselo a él, supongo. De todas formas, me indicó que tú conocías la causa.

—Ya —confirmó el psicólogo con un gesto de rabia mientras que dirigía su vista hacia el cielo—. Ese sabio no me conoce bien. Si se cree que yo voy a renunciar tan fácilmente a mi objetivo, él sabrá.

—¿Cómo? ¿Has dicho algo, David? La verdad es que no te oído bien.

—Ah, nada. Era un comentario personal en voz baja. ¡Cosas mías, vecino!

—De acuerdo, amigo. Ahora sí que me despido. Me alegro de haberte visto y mucha suerte en tu trayecto. Adiós. ¡Que Dios te guarde!

—Pues hasta pronto, Andrés. Yo también estoy satisfecho de haberme cruzado contigo. Creo que me has ayudado más de lo que piensas. Gracias por todo y hasta pronto.

Seguidamente, tras darse ambos un sentido abrazo, la figura del empleado de banca se perdió en el horizonte mientras que aceleraba su paso para llegar a su domicilio y estar junto a su cuerpo en el momento que sonase la alarma del reloj.

David permaneció meditabundo, al tiempo que se fijaba en cómo la luz le iba ganando espacio a la oscuridad en un nuevo amanecer sobre la capital de España. De nuevo, se sentó en el banco y dejó su mente discurrir para comprobar si se le ocurría algo diferente para hacer en la nueva jornada que arrancaba. Como aquel asiento miraba hacia el Este, decidió continuar allí hasta que contemplase los primeros rayos del sol. Al cabo del rato…

—¿Eh? ¿Qué es esta penumbra? Maldita sea, ¿será posible? ¡Me he vuelto a quedar dormido! Empiezo a preocuparme. Tal vez, estas pérdidas repentinas de conciencia se deban al cansancio o simplemente, constituyan una huida de la realidad porque esta no me resulta agradable. No puedo evitar la sensación de estar viviendo una pesadilla que se repite y a la que no pueda despertar. Exacto, ahora me doy cuenta, coincide con la situación del día de ayer. Están llegando los coches y aparcando, algunos en doble fila, otras personas permanecen en sus vehículos. ¡Ya lo tengo! Deben ser otra vez las cinco y los padres acuden de nuevo a recoger a los críos a la puerta del colegio. Ahora estoy empezando a ilusionarme, no lo puedo evitar. Tal vez tenga más suerte que ayer y hoy sea la tarde más feliz de mi existencia. Me acuerdo de la advertencia de ese médico a través de las palabras de mi vecino, pero supongo que no pasará nada porque espere un poco más, para comprobar si las puedo ver. La recompensa bien merece la espera. He de concentrarme y mantener la máxima atención. Hoy no se me pueden escapar de mi vista mis dos «mujercitas».

Aquella curiosa situación volvió a terminar de la misma manera, es decir, mal. David pudo fijarse bien en los rostros de los diferentes padres que andaban por allí recogiendo a sus hijos, especialmente en los progenitores que coincidían con los compañeros de clase de Paula. Y, por más interés que puso, ni rastro de su mujer ni de su niña. ¿Qué estaba sucediendo?

Aquella repetición de escena superó con creces el escaso equilibrio emocional del psicólogo. Preso de un ataque de ira, adoptó una actitud ridícula y se puso a darle patadas al aire como un crío que no ha podido salirse con la suya. Pasado un tiempo de desahogo, pareció entrar en calma y volvió a hablar consigo mismo en voz alta, como si necesitase escuchar el timbre de su propia voz para tomar una mayor conciencia de lo que estaba sucediendo, como un loco escapado del sanatorio que habla consigo mismo por las calles. Tal era su estado de completa soledad, esa sensación amarga que le invadía por dentro, que ya ni se sorprendía por hacerlo. Era como una especie de compensación, al no tener a nadie con quien compartir su tremenda desazón.

…continuará…

4 comentarios en «EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (19) Pesadilla sin despertar»

  1. Estoy algo confundida, David ya había aceptado ayudar a la persona que le asignaron atender psicologicamente. veo ahora como un retroceso, será que la persona a quien debe ayudar es al vecino Andres que se desdobla? y cuan terco es David que no se deja llevar, no quiere seguir las recomendaciones de los mayores, parece un niño! Va muy interesante porque no es tan lineal.

    1. Efectivamente, Mora. El psicólogo nos ha salido un poco terco y está obsesionado con la visita a su mujer y a su hija. Parece que no está muy dispuesto a iniciar la terapia con Alonso (no Andrés). Vamos a ver cómo evoluciona esta situación que parece ahora mismo estancada. Abrazos.

  2. Penso que chegará o momento em que David terá que se decidir, depois de tantos desenganos.

    1. Sim, mas é difícil para ele pois pensa que poderia comunicar com a sua família de um modo natural. Continuará essa luta dentro do psicólogo? Beijos, Cidinha.

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