EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (55) Un hombre nuevo

4

—De regreso a casa, estuve comentando con Marina el incidente. Lo curioso es que, pese a lo delicado de la situación por la que había pasado, cada vez me sentía mejor. Realmente, no fue la mejor salida que tuve para salir de ese atolladero tan frecuente con el que se desarrollan las comidas de familia organizadas por mi padre. Sin embargo, estaba harto de permanecer siempre callado, sintiendo ese resquemor que me quemaba por dentro. Creo que tu intervención antes del fin de semana resultó fundamental, David. De alguna manera, me acordé de nuestra larga conversación y llegó el instante supremo de rebelarme, de romper con esa estúpida pasividad que había mantenido durante años. Tomé conciencia repentina de cuál era el problema histórico que arrastraba: consentir el perpetuo maltrato de mi hermano mayor. Ja, ja, debió ser una especie de cortocircuito mental o lo que sea. En cualquier caso, mi desahogo fue total, una insurrección muy personal contra una coyuntura horrenda que me parecía eterna.

—Fantástico, Alonso. ¿Ves? Siempre hay una primera vez para todo, un momento de lucidez en el que agarras la mano de tu agresor y le dices claramente en su cara: «hasta aquí hemos llegado. A partir de hoy, todo será diferente». Y por supuesto, ya no permitirás más abusos salidos de su boca. Las palabras pueden ser muy efectivas, ni siquiera hacía falta que le golpeases. No estoy seguro porque no le conozco, pero creo que la próxima vez, tu hermano se pensará mucho eso de provocarte una y otra vez hasta acabar con tu paciencia.

—Sí, charlando con mi mujer en el coche, después de marcharnos de allí, fue justo lo que pensé.

—Te daré una buena noticia, tal y como yo contemplo lo sucedido en esa «famosa e histórica» comida. Es posible que la percepción que tú tuvieses de ese almuerzo antes de comenzar, fuese la habitual, es decir, una conversación interminable y aburrida entre parientes que iba a acabar como siempre: con ataques hacia tu persona. Sin embargo, pasan los minutos, y tus mecanismos racionales, activados sin duda por nuestras didácticas charlas, empiezan a actuar. De repente, caes en la cuenta de que hay que cortar cierto tipo de comportamientos protagonizados por la persona que tienes enfrente, incluso aunque sea tu propio hermano. La razón, al utilizarla, te empujó a defender tu dignidad, lo más importante con lo que nace cualquier ser humano. No hay nada más respetable en la existencia que ser alguien digno. Lo acontecido, junto a tu reacción, ha tenido un potente efecto terapéutico, porque te has demostrado a ti mismo que puedes terminar con una situación de maltrato, que nadie está obligado a sufrir ese tipo de exposición tan deplorable y que tienes perfecto derecho a romper con ese sufrimiento. Todo esto forma parte de la asertividad, de tu capacidad para quebrar tu pasividad y provocar una reacción en el otro, de modo que no te siga hiriendo con sus comentarios.

—¿Tan convencido estás de que esto puede suponer una alteración de las cosas?

—Claro que sí. Tú mismo lo comprobarás. Algo está cambiando en ti, amigo. Sé que lo notas. Te has convencido de que los cambios eran necesarios y urgentes, que no podías continuar andando con ese peso en tu mochila que te impedía erguirte y levantar la cabeza con normalidad. Aún es pronto para confirmarlo por completo, pero un nuevo hombre está surgiendo en tu interior, una nueva identidad que rompe con tu antigua imagen de sujeto pasivo que se conforma con aguantar y aguantar. Cuanta más conciencia adquieras de tu estado, más seguro te sentirás y mayor alegría apreciarás por haberte enfrentado a una situación insostenible. Poco a poco, te irás olvidando de tus antiguos patrones de conducta y los irás mudando por otros más adaptativos que, con el tiempo, se irán instaurando en tus entrañas. Para ello, será necesario seguir practicando en situaciones complicadas. Te costará, pero nadie dijo que sería fácil. La persistencia será fundamental. ¿Lo comprendes, Alonso? Tu perseverancia será clave en todo este proceso. No te servirá de nada actuar bien un día y luego, no volver a insistir.

—Desde luego. Sin exagerar, pero ahora mismo me veo lleno de ánimo. Es posible que lo ocurrido este fin de semana en casa de mis padres sea una de las principales conquistas de mi vida. Me he enfrentado a mis fantasmas más personales y me siento contento por ello. Como tú afirmas, puede ser el comienzo de un nuevo Alonso.

—Bien. Tu actitud me parece valiente y razonable. Me encanta tu planteamiento. Por cierto, continuemos haciendo un poco más de luz en toda esta fase de transformación. ¿Has oído hablar alguna vez del esquema A-B-C?

—Espero que no me estés examinado del alfabeto como a un chiquillo de escuela elemental. Recuerda que mi profesión es la de maestro.

—Ja, ja, buena apreciación. Recuerda lo que hablamos el otro día sobre los estoicos y cómo, Albert Ellis, nuestro psicólogo favorito, recompuso los principios de esa corriente filosófica y creó un sistema terapéutico de lo más efectivo.

—Entonces, ¿qué representan esas tres primeras letras del alfabeto?

—Es cierto que estoy muerto, Alonso, pero te aseguro que hacía tiempo que no me notaba con la mente tan despejada. Si prestas atención, lo vas a entender a la perfección.

—Soy todo oídos.

—Mira, «A» representa los hechos de la vida, las circunstancias, el ambiente en el que te mueves, los estímulos que recibes, en definitiva, todo lo que acontece a tu alrededor. «C», en cambio, representa tu reacción, es decir, como tú respondes a todo eso que está contenido en «A». Por resumir, «A» son los estímulos y «C» es tu respuesta frente a esos estímulos.

—Por ahora, lo entiendo todo. Pero, ¿por qué te has saltado la letra «B»?

…continuará…

4 comentarios en «EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (55) Un hombre nuevo»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (56) Practicando el «A-B-C»

Dom Mar 20 , 2022
—He dejado esa letra para lo último porque ahí reside la clave para explicar la inmensa mayoría de nuestros problemas. ¿Te acuerdas del enunciado principal de Epicteto? —Sí; se me quedó grabado en la memoria: «lo que importa no son tanto las circunstancias como lo que nosotros pensamos sobre esas […]

Puede que te guste