EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (27) El regreso de Viktor

4

La figura del psicólogo continuaba con sus aspavientos en mitad de la calle, sabedor de que nadie, al menos en el plano material, podía denunciarle por el escándalo que estaba montando a esa hora o sencillamente, por estar hablando consigo mismo en un tono elevado y de riña. La polémica de David seguía…

«—Estoy furioso. Tanto tiempo invertido para nada, para que me echen a patadas del lugar donde pretendía desarrollar mi trabajo. ¿Estaré perdiendo mi dignidad? ¿Tan difícil es contactar con tus seres queridos, con aquellos con los que has compartido lo más íntimo durante los últimos años? Y lo peor no es eso. Lo peor es que no tengo ni la más remota idea de lo que voy a hacer a partir de ahora. Sí, lo admito, no me esperaba la negativa de este pedazo de idiota. Pero, ¿quién se ha creído que es? Me ha despreciado, cuando yo esperaba que se mostrase receptivo. Ni que me fuera a hacer un favor el Alonso este, caramba. Ya había decidido implicarme en su caso, incluso estaba ordenando mis ideas con un plan de acción en la cabeza mientras que le observaba. Y ahora, a la mierda todo, dejándote ese regusto tan amargo del fracaso. A ver, que alguien me diga qué actitud debo adoptar ahora.»

—Pues es muy simple: seguir trabajando —se escuchó una voz con tono irónico a la espalda de David.

—¿Otra vez tú? Apareces y desapareces como los meandros de un río. En esta ocasión, no sé si alegrarme o si echarme a llorar por haberte visto, Viktor. Estoy muy quemado ¿sabes? Bah, no sé ni por qué digo eso. Seguro que me has estado observando todo este tiempo sin que yo me diese cuenta… como un maestro que evalúa a su alumno para luego amonestarle diciendo que se ha equivocado en un montón de cosas. Es una postura cómoda la tuya. Primero, desaparecer, luego, brotar como de la nada para abroncarme.

—Pues no sé cómo eres capaz de imaginar tantas cosas en segundos —afirmó el doctor—. Lo cierto es que no tenía ninguna intención de reñirte, si eso es lo que deseabas conocer. Las reprimendas, en estos casos, perturban y no sirven para nada. Tu sabes mucho de eso. Mi deber no es hundirte, sino ayudarte. Espero que no lo hayas olvidado.

—He de decir que no he percibido esa ayuda de la que hablas por ninguna parte. Me las he tenido que ver yo solito para enfrentarme a la voluntad de rechazo de ese tal Alonso y ya ves, todo ha acabado en un fracaso mayúsculo.

—Discurres de un modo muy radical. Yo, más que referirme a un fracaso, preferiría utilizar el término «desajuste». Pues ¿qué esperabas? Nuestro amigo es problemático, se halla enfadado con el mundo, pero, sobre todo, consigo mismo. ¿Acaso pensabas que te iba a hacer una reverencia y que te iba a invitar a dormir en su casa como si te conociera de toda la vida? Además, no vive solo. Tiene a su lado a dos personas más con las que debe interactuar como marido y como padre. ¿Lo recuerdas o ya te has olvidado de su situación de convivencia? No pongas ese gesto de contrariedad. ¿Te suena su coyuntura? Un hombre casado y con una hija de edad similar a la tuya.

—Bien, bien, creo que no me estás apoyando mucho. En lugar de resaltar los defectos de mi actuación, que los hay, ¿podías indicarme alguna estrategia a la que recurrir para retomar esta cuestión?

—Sí, cómo no, señor psicólogo. Es curioso que me hagas preguntas que tú solo podrías responder. No me sorprendo, tranquilo. La relación entre un profesor y su alumno tiene estas cosas y estos altibajos.

—Vale, pues empecemos de nuevo —expresó David mientras que abría sus brazos de par en par—. Sin embargo, antes quiero saber algo.

—Pues tú dirás.

—¿Cómo es posible que, salvo mi vecino, que estaba soñando y tuvo una experiencia extracorporal que le permitió salir de su cuerpo, este Alonso pueda verme y oírme?

—Es fácil. Ya te dije que yo me encargaría de eso. Y es lo que hice. Como trabajador del plano espiritual, mi labor ha de dividirse, no puedo permanecer todo el tiempo a tu lado como una madre que le enseña a comer a su hijo. Piensa un poco, no eres el único ser que has muerto. Hay muchos. Por tanto, mi actividad posee unos límites.

—¿Ya? ¿Eso es todo?

—No. En tu caso y antes de que penetraras por la puerta de esa casa, yo realicé mi trabajo.

—¿Trabajo? ¿De nuevo con tus enigmas?

—No hay misterios en lo que hago. Todo tiene su explicación. Estoy acostumbrado. Antes de que decidieras entrar en el domicilio de Alonso, le operé, que para eso soy doctor y estoy capacitado.

—¿Le operaste? Pero, si no denotaba ninguna lesión…

—No se trata de so. Simplemente, le realicé una pequeña cirugía en su cabeza.

—Maestro, qué sentido del humor más macabro tienes.

—Llámalo como quieras, pero es justamente lo que hice, no por capricho, sino porque resultaba necesario. Las técnicas de la medicina las domino; no olvides mi condición, entre otras especialidades, de neurólogo. Como comprenderás, no me refiero a coger un bisturí y efectuar una incisión en la piel. Espero que no pienses que soy una especie de doctor Frankenstein. Hablo de cirugía espiritual, en concreto, la que afecta a su periespíritu, a su cuerpo energético. Si tocas ahí, tocas también dentro de su cerebro, porque ambas estructuras están en conexión.

…continuará…

4 comentarios en «EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (27) El regreso de Viktor»

  1. Que afortunado es Alonso de recibir esa ayuda, a pesar de su forma de ser, quizá sea porque las personas mas dificiles, son las que necesitan mas ayuda, a veces.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entrada siguiente

EL PSICÓLOGO DEL MÁS ALLÁ (28) Cirugía espiritual

Dom Dic 12 , 2021
—Ah, empiezo a entender. Lo que yo soy, es eso. ¿No es así? Mi alma está rodeada de un campo energético a través del cual me manifiesto. Una vez muerto, lo que resta es ese periespíritu. Desaparece la carne, lo otro, no. —Bien, me alegro de tus progresos técnicos sobre […]

Puede que te guste