—Pues es muy sencillo: en el fondo, estamos discutiendo sobre el sentido de la vida. Lo diré de otra manera: creo que «El libro de los espíritus» sirve sobre todo, para orientar esa búsqueda. Responde al cómo, al porqué y al para qué de la existencia humana. ¿Os parece poco? Pensadlo con calma. Es maravilloso. ¿No lo creéis así?
—Sin duda, chico. Me alegro que con tu edad hayas alcanzado esa conciencia del asunto que nos concierne. Ya ves, yo tuve ese «privilegio» siendo mucho más viejo que tú y además, tuve que pasar por la dura experiencia de perder a mi esposa para involucrarme de lleno en este tema.
—Caramba, me siento un poco incómoda, cariño. Debes disculpar mi ignorancia y mis prejuicios contigo. Y yo que creía que no participarías… Ahora compruebo que este debate será aún más rico de lo que imaginaba. Bien, si me permitís y cambiando un poco el enfoque, hay aquí una cuestión que para mí resulta definitiva y que lo modifica todo.
—¿Y qué es ello, Sonia? —preguntó León.
—El fenómeno de la reencarnación.
—Ciertamente, nos enfrentamos a una de las claves que se recogen en la obra —añadió Hipólito con una sonrisa en sus labios.
—Por desgracia —respondió la chica— se trata de un asunto poco abordado en Occidente, en nuestra cultura. Se observa como algo lejano, más bien asociado a las civilizaciones orientales.
—Incluso ridiculizado, añadiría yo, jefe. En relación a eso ¿cómo es posible reencarnar en una piedra o en un insecto como algunos especulan? Me parece tan absurdo… De nuevo, la lógica aplastante del libro se impone sobre otra posible consideración.
—Para mí —indicó Sonia— el hecho de que la existencia constituya un «continuum» la hace totalmente diferente. Me refiero a las numerosas ocasiones que el espíritu puede volver a la vida física para seguir evolucionando. No sé cómo he podido estar tan ciega durante tantos años. Hipólito, creo que la reencarnación lo explica todo. ¿Cómo vamos a aprender en cuarenta, sesenta u ochenta años esa sabiduría que debe acercarnos a la perfección, al Creador? ¿Cómo explicar la injusticia que supone que tantas personas mueran a corta edad o en lo mejor de sus etapas? Pues incluso ese fenómeno, se halla regulado por unas leyes como la del progreso y la de acción-reacción.
—Así es, amiga. Si no hubiera sido por el Espiritismo, esta gran verdad no habría sido rescatada de los anales de la historia. Piensa que en los comienzos del cristianismo, ese concepto se hallaba bastante extendido y que solo el poder político, una vez que el Estado se hizo cristiano durante la debacle de Roma, fue cuando esa cuestión quedó relegada y digamos que casi olvidada.
—Ya, me imagino —intervino León—. Reflexionad por un momento que un emperador, un Papa o un noble, hubiesen tenido que admitir que en otras vidas podrían haber sido mendigos, ignorantes o hasta el peor de los asesinos. Eso dejaría tocada su legitimidad de cara a seguir ejerciendo el poder. Para mí, no es difícil entender ese planteamiento penetrando en la cabeza de esas personas. Los que ocupan una posición de privilegio en la sociedad prefieren que su pasado no sea investigado ni van a tolerar esa posibilidad. En resumen y para esta gente, mejor nos quedamos con la explicación de que solo existe una vida y punto. Así se acaba el debate y ellos conservan sus prerrogativas.
—Bien argumentado, León. Como estudioso, no puedo estar más de acuerdo contigo.
—Yo iría más allá —contestó Sonia mientras que apretaba contra su pecho su libreta de apuntes—. He conocido a algunos personajes que incluso han intentado borrar su pasado y no me refiero al de otros siglos, sino al de esta misma existencia. Además, se produce otro fenómeno curioso. Hay quienes admiten esa idea de la reencarnación en sus creencias, pero solo si han sido reyes, famosos o grandes intelectuales. Ja, ja, como si ser rey, famoso o intelectual fuese lo más habitual entre los millones de individuos que han poblado este planeta.
—Efectivamente —confirmó el Delegado con un movimiento afirmativo de su cabeza—. Siempre volvemos al espinoso tema del orgullo, ese rasgo que tanto nos caracteriza y que tanto nos lastra a la hora de hacer el bien y de volvernos más solidarios con el prójimo.
—Yo lo tengo claro, Hipólito —añadió la joven—. Si infinita es la evolución, infinitas deben ser las oportunidades que se le ofrezcan al ser humano para su completa transformación.
—Todo encaja en ese maravilloso plan divino que nos gobierna. Yo, con mis años, me he hecho más consciente de ese fenómeno. Nos encontramos ante un inmenso puzle en el que cada pieza posee una razón de existir. Hagamos un ejercicio de imaginación. Concentrémonos en algún personaje histórico conocido, alguien cuya sabiduría y buen hacer constituyan un magnífico ejemplo para los demás. Ahora, centrémonos. ¿Creéis de veras que una sola vida es suficiente para alcanzar ese despliegue impresionante de cualidades, de desarrollo intelectual y moral?
—Verás, jefe, para mí, existen individuos que ya nacen con esa potencialidad, que se sitúan cerca de ese nivel tan excelso porque han venido al mundo ya «aprendidos».
—¡Caramba, qué inspiración, León! Bien, yo te pregunto: ¿de dónde crees que proviene ese nivel de desenvolvimiento que parecen tener algunas personas, a veces incluso desde su infancia?
…continuará…
Que belo resultado estudar o Livro dos Espíritos! Interessante como o casal entenderam como ser melhores consigo mesmos e com os seus semelhantes.
Com certeza, Cidinha. O estudo constitui uma ótima preparação para eles agirem corretamente. Abraços.
Verdade amigo.